Por… Benjamín Forcano
Podemos reflexionar sobre nuestro momento actual sin necesidad de ser expertos en economía ni en política. Hay un sentir y conciencia popular de que la política no corresponde a las necesidades y derechos de la población real. La maquinaria mediática, manipulada por los poderosos que nos dominan, pretenden hacernos navegar por un mar de justificaciones y motivaciones que nada tienen que ver con la realidad. Esta desconexión explica la terrible escisión entre sociedad y vida política: por una parte los propósitos y negocios de los financieros y especuladores, -determinantes hoy del rumbo de la política- y por otra las aspiraciones, afanes y miserias cotidianas de la gente.
Se podrá capear la realidad todo lo que se quiera, pero no hasta el extremo de borrarla o ignorarla. La realidad habla por sí misma y dice que la pobreza no es efecto de la escasez de recursos. El hecho de que el Norte tenga seis veces más que el Sur, no es fruto de la escasez; el hecho de que el Norte (1/4 parte de la humanidad) consuma el 75 % de los recursos terrestres, no es fruto de la escasez; ni el hecho de que tenga el 80 % del comercio y el 93 % de la industria no es fruto de la escasez; el hecho de que el PNB per capita sea de 3, 60 dólares al año en el Sur de Asia, o de 8 en África y de 206 en Norteamérica, no es fruto de la escasez; el hecho de que en África haya un médico por cada 50.000 habitantes y en los países industrializados uno por cada 450 habitantes, no es fruto de la escasez; el hecho de que Estados Unidos y otros países industrializados dediquen miles de millones de dólares (y aquí uno renuncia a dar cifras) al armamentismo y nimios porcentajes a resolver las necesidades básicas de la humanidad, no es fruto de la escasez.
La realidad sigue hablando:
“Si miramos la historia de más de un siglo, nos damos cuenta de que el Occidente como un todo, y particularmente los Estados Unidos han humillado a los países musulmanes del Medio Oriente. Controlaron sus gobiernos, tomaron su petróleo y montaron inmensas bases militares. Dejaron tras de sí mucha amargura y rabia, caldo cultural para la venganza y el terrorismo.Lo terrible del terrorismo es que ocupa las mentes. En las guerras y las guerrillas se necesita ocupar el espacio físico para triunfar efectivamente. En el terror, no. Basta ocupar las mentes, distorsionar el imaginario e introyectar miedo. Los estadounidenses ocuparon físicamente el Afganistán de los talibanes e Irak, pero los talibanes ocuparon psicológicamente las mentes de los estadounidenses. Se realizó desgraciadamente la profecía que hizo Bin Laden el 8 de octubre de 2002: «Estados Unidos nunca más se sentirá seguro, nunca más tendrá paz». Hoy es un país rehén del miedo que se ha difundido” (Leonardo Boff)
La realidad sigue hablando: en Carta a Billl Clinton (National Cattholic Reporter, 2 de octubre de 1998), el obispo norteamericano Robert Bowman, ( que antes de ser obispo había sido piloto de cazas militares y realizó 101 misiones de combate en la guerra de Vietnam) le escribe: «Usted ha dicho que somos blanco de ataques porque defendemos la democracia, la libertad, los derechos humanos. ¡Eso es absurdo! Somos blanco de terroristas porque, en buena parte del mundo, nuestro gobierno defiende la dictadura, la esclavitud y la explotación humana. Somos blanco de terroristas porque nos odian. Y nos odian porque nuestro gobierno hace cosas odiosas. ¡En cuántos países agentes de nuestro gobierno han destituido a líderes escogidos por el pueblo cambiándolos por dictaduras militares fantoches que querían vender su pueblo a sociedades multinacionales norteamericanas! Hemos hecho eso en Irán, en Chile y en Vietnam, en Nicaragua, y en el resto de las «repúblicas bananeras» de América Latina. País tras país, nuestro gobierno se opuso a la democracia, sofocó la libertad y violó los derechos del ser humano. Esta es la causa por la cual nos odian en todo el mundo. Por esta razón somos blancos de los terroristas. En vez de enviar a nuestros hijos e hijas por el mundo a matar árabes y obtener así el petróleo que hay bajo su tierra, deberíamos enviarlos a reconstruir sus infraestructuras, beneficiarlos con agua potable, alimentar a los niños en peligro de morir de hambre. Esta es la verdad, señor Presidente. Esto es lo que el pueblo norteamericano debe comprender».
La realidad habla y da para aventar los sofismas y espejismos de cuantos, esclavos del poder, de la codicia y del racismo, nos creen párvulos y consideran que pueden embarullarnos con las disquisiciones hipócritas o diplomáticas de su arrogancia y crueldad.
Vamos, que dejen de llamar democracia, derechos humanos, intervención humanitaria, etc. a lo que es lisa y llanamente derecho de robo y explotación. Que dejen de querer salvarnos salvándose a sí mismos con un nivel de vida escandalosamente desigual amasado a base del trabajo, despojo, lágrimas y humillaciones de los pobres (personas y pueblos). Que dejen de considerarnos serviles incensadores de su imperio, esperando a que nos sirvan las migajas que a ellos les sobran.
La realidad habla: Estados Unidos es maestro en imponer el mecanismo de la deuda externa como instrumento de dominación. Afronta hoy la deuda más grande del mundo: 16,4 billones de dólares, cifra que supera en unos dos billones al PIB de dicho país. Y, sin embargo, dentro mismo, existen 54 millones de estadounidenses que tienen que hacer frente a la pobreza, el hambre y el desempleo, viendo cómo se abonan 650 millones de dólares a instituciones bancarias y empresariales. Estados Unidos viene gastando cada tres meses 50.000 millones de dólares en Irak. Y, con 146 entidades financieras de 16 países, han invertido y prestado servicios financieros por valor de 43.000 millones de dólares para fabricar bombas de racimo entre 2007 y 2009.
Un misil Trident DII5 cuesta 30,9 millones de dólares. Un Avión Apache AH-64 cuesta 56 millones de dólares. Un porta-aviones NIMITZ cuesta 4.000 millones de dólares. El presupuesto militar de Estados Unidos para este año 2011 es de 700.000 millones de dólares.
La realidad habla: este mundo es así porque los poderosos de turno, siempre de una y otra parte, se empeñan en construirlo así, desoyendo las alternativas reales de una humanidad unida solidariamente bajo los imperativos de la igualdad, la justicia y la paz. Una parte no más de ese monstruoso presupuesto militar haría que ninguna persona y pueblo quedaran sin ver satisfechas sus necesidades de hospitales, escuelas, viviendas, empleo, etc. etc.
El teólogo Ignacio Ellacuría, asesinado por los amos del capital en El Salvador, habló con clarividencia respetando la voz de la realidad. Chocaba a diario con el dato aplastante de la pobreza tal como la están viviendo hoy mayorías populares de muchos países y ese dato le hacía concluir que es dentro de la estructura económica neoliberal donde encontramos la clave que explique su funcionamiento y resultados, positivos para unos y negativos para otros.
La pobreza, para él, es simplemente una realidad dialéctica y política. Dialéctica porque en nuestra situación hay pobres porque hay ricos, hay una mayoría de pobres porque hay una minoría de ricos. Una pobreza fruto de escasos recursos no nos permitiría hablar propiamente de pobres. La verdad es que los ricos se han hecho tales desposeyendo a los pobres de lo que era suyo, de su salario, de sus tierras, de su trabajo, etc. Por eso, si los ricos son los empobrecedores, los pobres son los empobrecidos; si los ricos son los desposeedores, los pobres son los desposeídos; si lo ricos son los opresores y represores, los pobres son los oprimidos y reprimidos.
La realidad del ser humano es como es, tiene una dignidad, derechos y obligaciones inalienables. Y, a la postre, o se la reconoce y respeta en todo lugar, o todo intento de dominarla será vano y acabará en fracaso. Lo dice la historia.
– Benjamín Forcano es teólogo.
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