Ahora se está poniendo de moda abogar por la eliminación del IVA para estimular el consumo y la inversión. La verdad es que eliminar impuestos siempre es bueno en cualquier situación y circunstancia, pero esto no fomentaría el consumo, tal y como muchos pretenden, sino el ahorro. Es muy sencillo de entender, la gente antes de gastar, ahorra. Especialmente ante una situación tan singular como la que estamos viviendo.
Algo que, sin embargo, no parecen entender muchos economistas –algunos tan destacados como Xavier Sala-i-Martin o Paul Krugman– y que sí ha comprendido perfectamente el presidente del Gobierno español. Zapatero descartó bajar impuestos porque la gente podría destinar este dinero a ahorrar en lugar de a consumir. Es la primera vez que Zapatero acierta en algo relacionado con la economía, y además también nos sirve para ver cuán poco libres somos en asuntos tan básicos como la gestión de nuestra economía doméstica.
¿Quién es el Gobierno para decidir cuándo y cómo hemos de gastar, ahorrar o invertir? ¿Acaso la democracia le da legitimidad para decidir sobre nuestro bolsillo y actuaciones económicas? Lo mismo puede decirse de otros superorganismos económicos como los bancos centrales. ¿Quiénes son estos burócratas y técnicos para ordenarnos –mediante el robo (impuestos) y falsificación del dinero (políticas monetarias expansivas)– si hemos de ser pobres o ricos?
En las universidades ya se instruye a los futuros economistas con esta mentalidad. No se les explica ciencia económica, sino ingeniería socioeconómica. La enorme mayoría de licenciados parecen autómatas cuando se les plantea una situación económica determinada. No se les enseña a responder preguntas como “¿Cuál es el fenómeno praxeológico del que nace el interés?”, “¿Cuáles son las causas del intercambio?”, “¿Por qué y cómo surge el dinero?”. Se les educa para que digan: “Si hay crisis, se han de tomar políticas monetarias expansivas” (esto es, rebajas de tipos, aumentos de la M3, emisiones de deuda…). Echen un vistazo si no al clásico manual de Varían, Microeconomía intermedia. El autor en varias ocasiones dice a los chicos que si no entienden una fórmula matemática, que la memoricen. Como si se tratara de un mandamiento divino. Esto no es ciencia, sino adoctrinamiento para borregos. La economía, en realidad, es una ciencia que se engloba dentro de la lógica deductiva. Si le quitamos el método, sólo es un arma de adoctrinamiento social y por tanto de manipulación.
El sistema capitalista funciona totalmente al revés. No necesita de dictadores de la producción. Da libertad absoluta al individuo para que decida qué hacer, cuándo y cómo. Si hay crisis, la tendencia no es a gastar, sino a ahorrar y atesorar. El establishment burocrático pretende todo lo contrario: manipula nuestros incentivos naturales –libertad e individualidad– para que gastemos y nos endeudemos ciegamente (Cuando, curiosamente, éste ha sido el origen de la crisis). ¿Solución política? Volver a repetir las malas recetas que nos han llevado aquí. Nos dicen cuánto hemos de gastar, pero no por nuestro bien, sino por el del vecino (y a éste, a su vez, cuánto ha de gastar por nuestro bien). Es un sistema tan absurdo y anti natura que no puede funcionar. De hecho, jamás ha funcionado. Esto se acerca más a la economía del comunismo y del fascismo que a un sistema de laissez faire o puramente capitalista.
Nadie es el amo de nuestro bienestar y nadie sabe mejor que nosotros qué hacer con nuestro dinero. Si nos dedicamos a gastar y endeudarnos como nos pide y exige el Gobierno mediante la manipulación de nuestros incentivos, ¿qué pasará si después no podemos pagar las deudas al banco? ¿Responderán los políticos por nosotros? ¿Hemos de aclararle al banco que le habíamos pedido prestado dinero por un sentido cívico y patriótico cuando no podamos amortizar su crédito?
Si el Estado manipula nuestros incentivos y nos hace continuas llamadas para que gastemos, muy probablemente sea porque él esté sacando algo a cambio, por ejemplo recaudar más impuestos o satisfacer a ciertos lobbies. El Gobierno también tiene sus propios incentivos y siempre van en dirección opuesta a la del hombre libre. Las medidas que se están aplicando en medio mundo no van a servir de nada. Nos espera una larga crisis. La mejor solución es hacer lo que nos dicte nuestro sentido común y desoír a esos fantoches que se creen con legitimidad de opinar y manipular a todo el mundo sin asumir ninguna responsabilidad. Y es que si el Ejecutivo nos dice que gastemos, lo mejor va ser que hagamos lo contrario. Ellos no tienen nada que perder, nosotros sí.