La Junta General de Socios del grupo Applus Technologies Holding, SL, acordó el pasado 4 de marzo el cambio de su denominación social por la de Applus Services, SL, y la transformación de la compañía “en una Sociedad Anónima con subsistencia de su personalidad jurídica, que en lo sucesivo se denominará Applus Services, S.A.â€. El cambio de sociedad limitada a sociedad anónima aprobado obedece a la intención de la compañía de convertirse en cotizada (una SL no puede cotizar). La junta tambiíén aprobó la sustitución de las participaciones sociales por acciones y la adjudicación a los socios de una acción de Applus Services, S.A., por cada participación social que íéstos tienen en Applus.
El grupo con sede en Barcelona, especializado en servicios de inspección y certificación para las industrias del automóvil y de la energía, ultima su salida al mercado seis años despuíés de que fuera adquirida por Carlyle, una de las mayores sociedades de capital riesgo del mundo. La firma estadounidense ha transformado Applus en una verdadera multinacional: el grupo terminó el ejercicio 2013 con una plantilla de 19.000 personas, una facturación superior a los 1.400 millones y con sólo el 16% de su negocio efectuado en España, según fuentes del mercado. En este periodo Applus ha llevado a cabo 20 adquisiciones.
Carlyle compró Applus a finales de 2007 en una operación valorada en algo más de 1.400 millones de euros. Esa operación explica hoy en parte la deuda del grupo, propia tambiíén de una multinacional. En 2012, de acuerdo a las últimas cuentas presentadas en el Registro Mercantil por Applus Technologies Holding, el grupo presidido por Joaquín Coello registró un pasivo de 1.641,9 millones (1.372,7 millones de pasivo no corriente y 314,2 millones de pasivo corriente). Del total de la deuda, a diciembre de 2012, 1.080 millones es con entidades financieras.
En la adquisición de Applus, Carlyle y socios minoritarios aportaron 500 millones de euros y obtuvieron financiación bancaria por 900 millones. La deuda con entidades financieras se ha mantenido estable durante los ejercicios que Applus ha operado bajo el paraguas de Carlyle. Entre los bancos que firmaron el príéstamo, con un límite total inicial de 1.085 millones, figuran las entidades españolas Catalunya Caixa, Caixa Bank y Bankia.
200 millones
Los ejecutivos de Applus y los representantes de los bancos que financiaron la compra de la empresa española a Carlyle observan con especial atención la evolución de la relación de la deuda y el ebitda de la empresa.
La compañía española terminó el ejercicio 2007 con una deuda de 900 millones y un resultado operativo de 128 millones. El cociente de estos factores resulta un valor de siete. En 2013, de acuerdo a las fuentes consultadas, Applus terminó el ejercicio con una deuda financiera de unos 900 millones y un resultado operativo de 200 millones; el cociente determina un valor de 4,5.
El contrato de príéstamo sindicado establece determinados ratios financieros que Applus debe ir cumpliendo. Entre otros, la deuda consolidada neta dividida entre el ebitda debía ser, al tíérmino del ejercicio 2012, inferior a un valor de 6,79 –ratio que Applus cumple con holgura al tíérmino de 2013–.
La financiación acordada a finales de 2007 tambiíén estableció limitaciones al pago de dividendos o a la suscripción de nuevo endeudamiento. En garantía de dicho príéstamo se constituyó derecho real de prenda sobre el 5% del capital de Applus.
De acuerdo a fuentes del mercado en la salida a Bolsa de Applus sólo podrán participar inversores institucionales. En la operación Rothschild figura como banco asesor y como colocadores Morgan Stanley y UBS. Applus es en la actualidad la segunda mayor compañia del mundo en inspección tíécnica de vehículos por número de inspecciones, con más de 17 millones cada año.
Una operación de libro del gran capital riesgo
La operación de compra y próxima desinversión de Carlyle vía OPV en Applus es modíélica en el mundo del gran capital riesgo. El grupo Carlyle, una de las mayores sociedades de capital riesgo del mundo, y posiblemente la más poderosa en tíérminos geopolíticos –de sobra conocidos son sus excelentes relaciones con exgobernantes de algunos de los mayores países del mundo– adquirió la empresa española con sede en Barcelona a finales de 2007. Lo hizo en un momento peliagudo para las finanzas mundiales, meses antes del desplome de Lehman Brothers y en plena entrada en barrena de la economía española. Aun así, la firma estadounidense mantuvo sus planes de inversión en Applus. Para llevar a cabo la adquisición Carlyle obtuvo financiación bancaria por cerca de 1.000 millones de euros y aportó, junto con socios de la empresa, otros 500 millones.
Con ese capital y situando Carlyle en la gestión del grupo español a los mejores administradores posibles, Applus ha ido creciendo en facturación, presencia internacional, plantilla... Hoy es una multinacional capaz de competir en cualquier mercado del mundo; brillará en su debut bursátil y Carlyle podrá salir del capital de la empresa tras su salida a Bolsa con beneficios.
Pero, ¿y despuíés? Cuando Carlyle abandone, previsiblemente paulatinamente, el capital de Applus, la empresa española tendrá que hacerse cargo de los posos: el príéstamo que Carlyle pidió para comprar Applus es hoy deuda de la empresa española. Para que no se repita la nefasta historia de Panrico, la salida a Bolsa de Applus, futuras ampliaciones y posibles entradas en el capital de nuevos socios deberían mitigar este factor asociado a las grandes operaciones del capital riesgo.