Para la lancha semi rígida de la Guardia Civil iba a ser un control rutinario en aguas de Ceuta. A su tripulación le había llamado la atención la presencia de dos lanchas de recreo y tres motos de agua que, el 7 de agosto a las cinco de la tarde, navegaban a dos millas de Punta Almina, en aguas ceutíes.
No en balde las motos de agua se han puesto ahora de moda a introducir, a gran velocidad, a inmigrantes subsaharianos en las ciudades autónomas españolas. Las lanchas de recreo se emplean a veces con el mismo propósito y tambiíén sirven para transportar droga. De ahí las sospechas que infundieron.
Cuando acostó la más grande de las lanchas el sargento que mandaba la semi rígida pidió a los ocupantes que se identificasen, le entregasen la documentación del barco y les pregunto cuál era su destino. Apenas había acabado cuando apareció en cubierta un hombre corpulento que se dirigió a los agentes.
"¿No saben quiíén soy?", les dijo sorprendido en español el pasajero que llevaba un gorro y unas gafas de sol. "No", le contestaron desde la lancha del instituto armado. Se las quitó y entonces uno de los guardias sí reconoció al rey Mohamed VI de Marruecos. Los agentes renunciaron entonces a seguir indagando sobre esa flotilla.
El incidente con el yate real ha sido descrito a El Mundo, de manera casi coincidente, por varias fuentes que vivieron de cerca las gestiones a las que dio lugar aunque ninguna de ellas estuvo en el mar. El ministerio del Interior español rehusó comentarlo.
Cinco días despuíés de esta peripecia, el 12 de agosto, se produjo la mayor avalancha de inmigrantes en las costas andaluzas -desembarcaron unos 920- mientras que unos 80 lograban saltar la valla de Melilla. Algunas fuentes diplomáticas españolas establecen una relación entre ambos episodios, pero otras fuentes oficiales sostienen que esa relajación de la vigilancia del Ejíército, de la Marina Real y de la policía marroquí obedece a otros motivos.
El soberano alauí mostró a bordo cierto malhumor porque se le hubiera dado el alto. En ningún momento afirmó que las aguas ceutíes eran marroquíes. Sí aseguró, en cambio, que las autoridades marroquíes habían comunicado a las españolas que en esos días iba a estar navegando cerca de Ceuta, pero esa información no había sido trasladada a la Guardia Civil. La delegación del Gobierno en la ciudad la desconocía.
El rey de Marruecos posee una residencia en Rincón, a 15 kilómetros al este de Ceuta, donde suele residir durante parte de sus vacaciones veraniegas muy dedicadas a los deportes acuáticos como el esquí o tambiíén la moto de agua. El resto del verano lo pasa en Alhucemas.
Mohamed VI se mostró determinado a no moverse de las aguas Punta Almina hasta que le dieran una explicación. Se le vio utilizar su móvil y llamó, entre otros, al rey Felipe VI para quejarse de la interceptación de su flotilla. El monarca español trasladó el malestar real al ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz. Preguntada por la conversación entre ambos monarcas, la Casa del Rey de España asegura que desde la proclamación de Felipe VI "existe una relación muy fluida", pero no da más detalles.
El titular de Interior llamó de inmediato al delegado del Gobierno en Ceuta, Francisco González Píérez, y juntos diseñaron un plan para reparar lo que Mohamed VI debía, probablemente, de considerar como una ofensa. Fernández Díaz se puso tambiíén en contacto con su homólogo marroquí, Mohamed Hassad, para explicarle las medidas que había tomado para deshacer el entuerto.
El jefe de la Comandancia de la Guardia Civil, el teniente coronel Andríés López, recibió la orden de desplazarse, con otros oficiales, en una patrullera hasta la lancha real. Hora y media despuíés del primer abordaje, se acercó y pidió disculpas al monarca aunque una fuente oficial española afirma que solo le saludó y se puso a su disposición.
Una semana despuíés el teniente coronel fue trasladado a Sevilla en comisión de servicio, pero no a causa de este incidente sino por su papel en la tragedia que hace seis meses costó la vida a 15 subsaharianos que intentaban llegar a nado a Ceuta y a los que la Guardia Civil disparó con pelotas de goma cuando estaban en el mar.
Con la llegada del teniente coronel Mohamed VI dio, aparentemente, por zanjado el incidente. Se despidió recalcando que los guardias a bordo de la lancha rígida había hecho "perfectamente su trabajo" y, advirtió: si son sancionados "vamos a tener problemas". "A mí no se me ha respetado", añadió, dando a entender que había habido algún fallo en la cadena de mando española. El rey de Marruecos se despidió de los guardias con un saludo de la mano.
"Menos mal que el sargento que mandaba la semi rígida es experimentado y captó rápidamente la situación", comentó una fuente que vivió de cerca todo el episodio. "Le toca a un joven reciíén salido de la academia y le pone los grilletes al rey", añade asustada por cómo se podía haber deteriorado la relación con Marruecos.
Marruecos mantiene desde febrero una mala relación con Francia. Uno de los episodios que la ha enturbiado fue el cacheo al que fue sometido, a finales de marzo, por la policía francesa, el ministro marroquí de Exteriores, Salahedin Mezzouar, en el aeropuerto parisino Charles de Gaulle. El jefe de la diplomacia francesa, Laurent Fabius, presentó disculpas públicas a Rabat, pero la tensión aún persiste.
El incidente de Punta Almina recuerda a otro, en junio de 2010, en la bahía de Alhucemas. El palacio real marroquí pidió, a travíés de los cauces diplomáticos, que durante la estancia de Mohamed VI en ese lugar el helicóptero militar español que abastece el Peñón de Alhucemas dejase de volar. El Ministerio de Defensa español accedió, pero tardó en ponerlo en práctica.
Al mes siguiente empezaron las notas de protesta de Rabat por los malos tratos infligidos a sus ciudadanos, por la policía española, en la frontera de Melilla que grupos de nacionalistas marroquíes bloquearon durante algunos días de ese verano