Por... RAMIRO VELíSQUEZ Gí“MEZ
Cuán a menudo olvidamos que la sencillez es guía para todas las cosas y actividades de la vida.
Una historia aleccionadora: Saul Schanberg, neurocientífico de la Universidad Duke, realizaba en 1979 experimentos con ratones para estudiar los factores que influyen en los niveles de la hormona del crecimiento.
Los estudios exigían separar los ratoncitos de las madres. A pesar de que los mantenían bien alimentados, con buena temperatura y todos los cuidados, los bebecitos abandonados de sus madres dejaron de crecer. Los expusieron a las feromonas de sus madres, pero no hubo resultado positivo.
Schanberg, con sus colaboradores Cynthia Kuhn y Gary Eboniuk, se idearon algo: tratar de imitar con un cepillito la acción de la lengua materna cuando acicala sus pequeños.
Ese masaje suave reactivó el crecimiento de los ratones. Hasta aquí, una investigación más.
Pero el hallazgo inspiró a Tiffany Martini Field, sicóloga de la Universidad de Miami, a estudiar los efectos del masaje en los niños prematuros. Desde entonces, millones de bebíés de todo el mundo han salido adelante gracias a aquel extraño descubrimiento de Schanberg y colegas.
Los cuatro se hicieron merecedores este año el premio Golden Goose del Congreso de Estados Unidos y varias asociaciones científicas, establecido en 2012, que destaca descubrimientos que al comienzo parecen frívolos pero que luego entregan importantes resultados a la sociedad. Y este sí que lo fue.
Nadie sabe para quiíén trabaja, pero ese no es el cuento. Las cosas que parecen pequeñas, intrascendentes son muchas veces el pilar sólido de conquistas más grandes, algo que olvidamos con demasiada frecuencia en todas nuestras actividades.
Siempre queremos tener lo mejor, lo más grande, lo más rimbombante, lo último, cuando hay otras cosas que dan más satisfacciones.
Y el gobernante cree que en las megaobras quedará la gratitud perenne por su aporte a la civilización y a sus ciudadanos, cuando en no pocas ocasiones con una obra menor pero bien diseñada se solucionan grandes problemas.
Schanberg falleció sin saber del reconocimiento que se le brinda hoy por esa pequeña gran idea. No había que darles a los ratoncitos los últimos avances en alimentación, ni procurarles la mejor tecnología. No, todo se resumía a un simple masaje, a sentir el contacto con "otro".
Una lección para los días actuales, cuando por todos lados buscamos esa gran idea, espectacular, que nadie se había atrevido, para salir adelante.
El innegable valor de las cosas sencillas.