The Associated Press
Se suponía que obligaría a millonarios a pagar impuestos de hasta el 75%: "Cuba pero sin sol", según lo describió un crítico del sector bancario. El súper impuesto del presidente francíés, Franí§ois Hollande, fue rechazado por un tribunal, reescrito y al final obtuvo solo un pedacito de las ganancias proyectadas. Termina el miíércoles y no será renovado.
¿Y el que criticaba la tasa? Ahora es el ministro de Economía de Hollande, e intenta con fuerza deshacer el daño que ha causado a la imagen de Francia en los círculos financieros internacionales.
El impuesto del 75% sobre los ingresos por encima del millón de euros (1,22 millones de dólares) fue promovido en 2012 por el reciíén elegido Hollande como símbolo de una política impositiva más justa para la clase media: una mayor contribución de los más ricos en un momento de crisis económica.
Pero el gobierno nunca fue capaz de implementar la medida por completo. Fue rechazada por el alto tribunal francíés y reescrito como un impuesto del 50% pagado por los empleadores.
Enfrentándose al estancamiento económico y a un creciente desempleo, el gobierno cambió de rumbo en 2014 con un plan para recortar los impuestos sobre los salarios en hasta 40.000 millones de euros (49.000 millones de dólares) para 2017, esperando así impulsar la contratación y atraer más inversores.
Al mismo tiempo, el primer ministro, Manuel Valls, seguía repitiendo su nuevo credo: "Mi gobierno está a favor de los empresarios".
Finalmente, aunque el súper impuesto afectó solo a un pequeño número de contribuyentes, desencadenó grandes protestas en los sectores empresariales, deportivo y artístico.
El actor francíés Gerard Depardieu lo criticó públicamente y tomó la nacionalidad rusa. Los clubes de fútbol amenazaron con boicotear partidos por temor a que 114 de sus jugadores o entrenadores se viesen afectados por la norma. La versión final del impuesto les permitió minimizar la carga.
El anuncio de la tasa del 75% tuvo "un efecto psicológico muy malo" en círculos empresariales, dijo Sandra Hazan, una abogada que lidera Dentons Global Tax Group. Incluso aunque la mayoría de las compañías pudieron reducir o librarse del impuesto, "creo que tuvo un impacto devastador en el atractivo de Francia para los extranjeros".
Cuando se anunció la tasa, el primer ministro británico, David Cameron, propuso irónicamente "extender la alfombra roja" para las empresas francesas que quisieran evitarla.
El economista Thomas Piketty, autor del libro "Capital in the Twenty-First Century", calificó el impuesto de "carga sobre la espalda" del gobierno, pidiendo en su lugar una reforma global de las leyes iscales.
Los ingresos obtenidos con esta iniciativa se estiman en un total de 420 millones de euros (512 millones de dólares) de unos 1.000 empleados en 470 empresas, según el gobierno. En comparación, el díéficit presupuestario francíés creció por encima de los 80.000 millones de euros (97.000 millones de dólares).