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Autor Tema: LA NEUROCIENCIA YA PUEDE PREDECIR EL COMPORTAMIENTO. PERO ¿DEBE HACERLO?  (Leído 395 veces)

Scientia

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LA NEUROCIENCIA YA PUEDE PREDECIR EL COMPORTAMIENTO. PERO ¿DEBE HACERLO?
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Leer la mente es tal vez la aplicación más futurista y estremecedora de las tíécnicas de neuroimagen que están ahora mismo en rápido desarrollo. Pero hay otra que puede ser más útil a corto plazo: la predicción del comportamiento.

Los neurocientí­ficos ya están en condiciones de utilizar una serie de medidas de la funcionalidad cerebral (neuromarcadores) para vaticinar el futuro rendimiento educativo de un niño o de un adulto, sus aptitudes de aprendizaje y sus desempeños favoritos.

Tambiíén sus tendencias adictivas o delictivas, sus hábitos insalubres y su respuesta al tratamiento psicológico o farmacológico. El objetivo de los cientí­ficos no es llegar a la sociedad policial caricaturizada en Minority Report, sino personalizar las prácticas pedagógicas y clí­nicas para hacerlas mucho más eficaces y serviciales para la gente.

“Durante más de un siglo”, escriben en Neuron el neurocientí­fico John Gabrieli y sus colegas del MIT (Massachusetts Institute of Technology, en Boston), “comprender el cerebro humano ha dependido de daños neurológicos acaecidos de manera natural, o de las consecuencias imprevistas de la neurocirugí­a”.

Gracias a ese tipo de casos, algunos muy famosos entre los neurólogos, se pudo determinar el papel esencial para el lenguaje que tiene el córtex prefrontal izquierdo (la cíélebre área de Broca), por ejemplo, o las áreas implicadas en el comportamiento social, la toma de decisiones o la construcción de nuevas memorias.

Pero esta cartografí­a de las funciones mentales ha experimentado una explosión en tiempos recientes con el advenimiento de las tíécnicas no invasivas de neuroimagen, que han descubierto en miles de experimentos las áreas –y asociaciones entre áreas— implicadas en la percepción, el conocimiento, el pensamiento moral, el comportamiento social o la toma de decisiones económicas.

Tambiíén las peculiaridades de la estructura y la función cerebral que subyacen a los trastornos psiquiátricos más comunes, y a la mera diversidad humana que se distribuye dentro de la horquilla 'normal' y depende de la edad, el sexo, la personalidad y la cultura. Y tambiíén de la geníética.

Lo que proponen Gabrieli y sus colegas del MIT es utilizar ese acervo tecnológico capaz de medir la neurodiversidad humana para predecir el comportamiento futuro de las personas. “Esa predicción”, dice Gabrieli, "puede constituir una contribución humanitaria y pragmática para la sociedad, pero ello va a requerir una ciencia rigurosa y una serie de consideraciones íéticas”.

Por ejemplo, un tipo de medida con un simple casco de electrodos (completamente no invasiva y llamada ERP, o potenciales relacionados con un suceso), realizada a las 36 horas del nacimiento del bebíé y que determina su respuesta cerebral a los sonidos del habla, es capaz de predecir con un 81 por ciento de acierto quíé niños desarrollarán dislexia a los ocho años.

Y por tanto permitirí­an aplicar programas educativos especiales a esos niños durante los primeros ocho años de vida, un periodo crucial para el aprendizaje del lenguaje y la comprensión de la lectura. Estrategias similares pueden aplicarse al aprendizaje de las matemáticas y la música, donde tambiíén las diferencias entre niños son notables.

Otro ejemplo importante es la predicción de las tendencias delictivas. Esto es cualquier cosa menos una novedad. “El sistema judicial”, explica Gabrieli, “ya está plagado de solicitudes (por parte de los jueces, del fiscal o de los abogados de una de las partes) de predicción del comportamiento futuro del procesado, que se utilizan para elaborar dictámenes sobre quíé fianza imponer, quíé sentencia dictar, o quíé ríégimen de libertad condicional imponer”.

Todo esto ya existe, pero se basa en dictámenes de expertos que, actualmente, resultan tremenda y demostradamente imprecisos. Los análisis de neuroimagen que miden el grado de impulsividad del sujeto, su control cognitivo y su capacidad de resolución de conflictos cognitivos, entre otros, tienen el potencial de informar la decisión del juez con una precisión mucho mayor que los actuales dictámenes de expertos. Son solo algunos ejemplos de las posibilidades de esta tíécnica.

Y que sirven tambiíén para revelar los profundos y delicados problemas íéticos que suscita esta propuesta de los cientí­ficos de Boston. La cuestión principal es encontrar formas legales de garantizar que toda esa información predictiva se utilice para ayudar a los ciudadanos, y no para que las empresas o las instituciones seleccionen a la gente que tiene más probabilidades de íéxito. Este, de hecho, es un problema tan difí­cil que cabe preguntarse si la neuroimagen va a causar más daño que beneficio social.

Pero Gabrieli y sus colegas no lo creen así­, por la sencilla razón de que las prácticas actuales son ya muy cuestionables. “Se ha demostrado”, arguyen los cientí­ficos, “que las decisiones sobre libertad condicional que toman incluso los jueces más experimentados vienen afectadas por factores como la hora del dí­a y la proximidad de la hora de comer”. Un criterio objetivo de neuroimagen siempre será mejor que esa ruleta, opinan los investigadores del MIT.

Toda nueva tíécnica plantea en el fondo el mismo dilema íético: que se puede usar bien o mal. Si la experiencia sirve de algo, cabe predecir que al final ocurrirán ambas cosas. Aquí­ hay material para guionistas inteligentes.

Fuente: El Paí­s / Javier Sampedro