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Autor Tema: INFLUIR SOBRE CUALQUIER SUJETO SIN QUE í‰L SE ENTERE  (Leído 420 veces)

Scientia

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INFLUIR SOBRE CUALQUIER SUJETO SIN QUE í‰L SE ENTERE
« en: Noviembre 25, 2015, 06:51:27 pm »
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NORMAS PRíCTICAS GENí‰RICAS PARA INFLUIR SOBRE CUALQUIER SUJETO SIN QUE í‰L SE ENTERE

1. Consideraciones iniciales. — 2. Disposiciones primarias que bay que tomar. — 3. Formación de las imágenes mentales. — 4. Preparación y condensamiento de la energí­a psí­quica. — 5. Disponibilidad. — 6. La analogí­a. — 7. Difusión. — 8. Recuperación y retentí­iva.

I

Consideraciones iniciales. — La seriedad, la constancia en las ideas y la exactitud del pensamiento, parecen poco frecuentes entre los caracteres vibrantes, impetuosos y apasionados. Al contrario, los espí­ritus serenos, juiciosos, exactos, rara vez van acompañados de una naturaleza ardorosa. En cuanto a los poquí­simos individuos que unen la fuerza persistente del querer a la definición detallada de lo que quieren, ningún ejercicio les es necesario para influir a distancia. Lo hacen maquinalmente porque, gracias a sus valiosas disposiciones innatas, se encuentran libremente en las condiciones requeridas para eso. La mayor parte de las personas no pueden sino realizar momentáneamente, por un esfuerzo metódico, esas condiciones necesarias para comunicar, y sobre todo para imponer, su pensamiento. Principalmente, ese esfuerzo tiende, por una parte, a la creación refleja de imágenes precisamente expresivas de aquello que se quisiera sugerir y, por otra parte, a la disposición de un potencial de energí­a psí­quica bastante para dar lugar a. emisiones eficaces.

II

Disposiciones primarias que hay que tomar. — En punto que se está decidido a usar de la acción a distancia, es necesario trazarse un plan de trabajo minucioso y reunir todas las indicaciones susceptibles de alguna utilidad.

En lo concerniente a las tentativas de comunicaciones concertadas, de sugestión mental sobre sujetos de experimentación, o de obtecion de la hipnosis por concentración del espí­ritu, se valdrá de los capitulos IV, V y VI, en los que están expuestas todas las disposiciones que hay que tomar en cada una de esas tentativas.

En el momento que se trata de afectar a alguien sin que de ello estíé noticioso, los preparativos deben ser considerados como la base del íéxito y llevados a efecto con el mayor cuidado. Y uíé son como sigue:

1*. Se estudiará de cuánto tiempo se dispone cada dí­a, y en quíé momento de la jornada, para ocuparse en la acción que se proyecta. Más de una hora serí­a conveniente. Dos horas constituyen ya un buen lapso. Escójanse preferiblemente las que preceden a la de irse a la cama.

Establecido ese punto, inicial que comienza a satisfacer los Siguientes y en el mismo orden que a continuación se mencionan.

b Estudiar atentamente la psicologí­a del sujeto sobre el se quiere actuar. Rápidamente veremos que en cada emision hay que concebir mentalmente la imagen del sujeto, a fin de establecer la analogí­a. Por imagen hay que entender no solo la figura exterior, la expresión del rostro, las actitudes, el lo, sino tambiíén la clara noción de la personalidad moral.

En caso de haber vivido más o menos en su ambiente, se reccurirá a las observaciones a que haya dado lugar, a fin de catalogar sus caracterí­sitcas. Igualmente podrá someterse su escritura a un grafólogo; pero serí­a abordar una enorme dificultadtratar de influir en alguien concibiíéndolo de distinta forma · como es, sobre todo si lo que se quiere obtener de íél necesita una considerable modificación de sus disposiciones.

c Se definirá con exactitud el fin de la acción emprendida, con todas sus consecuencias. Hay que darse cuenta de los estados aní­micos en que conviene se halle el sujeto para piense y actúe como se desea. ¿Se halla lejos de íéstas? ¿Cuáles son los sentimientos, las emociones, los pensamientos que le modificarán en el sentido deseado caso de que los experimentaran?

ch Habiendo apreciado el descarrí­o de los estados actúale del sujeto y de aquellos en los que harí­a falta que estuviera para pensar y actuar como se desea, considíérese una evolución dual de unas y otras. d Corborizar en imágenes cinco o diez etapas de dicha evolución. Ejemplo: De la antipatí­a a la simpatí­a. (a) Ligera atenuación de la antipatí­a; (b) atenuación casi total; (c) indiferencia; e) Concentrar su atención en la primera fase. Procurar imaginarse al sujeto tal como serí­a si íél la hubiera recorrido. Buscar todas las consideraciones susceptibles, una vez transferidas a íél telepsí­quicamente, de modificar sus disposiciones presentes conforme a aquellas que caracterizan el fin de la primera fase.

f Proceder de igual forma para las otras fases.

g Dedicar, conforme al plan de trabajo, una, dos, diez sesiones a la emisión de las sugestiones necesarias para el cumplimiento de la primera fase; una, dos, diez sesiones para la segunda, etc. Este movimiento, por lo demás por completo provisorio, necesita determinada y algo de sutileza. Su principal utilidad estriba en que da una representación entera de la realización que se pretende obtener.

Dicho trabajo requiere refllexión. Lejos de causar un retraso el tiempo que se pasa meditando con calma y concentra-cion un plan constituye un principio de acción, una inicial y formal notificación menta!, una orientación de todas las aptitudes que se tienden con miras a una intención deliberada y concisamente formulada. Por eso es preferible efectuar sin ayuda extraña esa preparación. Un consejo aclarado puede ayudar considerablemente al iniciado a que ordene sus esfuerzos; pero no serí­a posible eximirle de la inaugural concentración de sus medios psí­quicos sin inconvenientes.

Efectivamentet estamos en continua relación telepática con todos los sujetos a quienes conocemos; pero esa relación se afirma respecto a un alguien determinado desde que se piensa en íél extensamente con detenimiento. La preparación anterior importa desde ese punto de vista. Mientras se aplica, necesita un» receptividad del experto y del sujeto que se requiere. El primero casi siempre percibe tambiíén, durante su trabajo, vibraciones provenientes de la actividad mental del segundo, cuya intimidad psí­quica le es entonces sensible. De ese modo es como una madre percibe a distancia las emociones, los tormentos, los sufrimientos del hijo hacia quien se orienta su espí­ritu.

3

Formación de las imágenes. — Para todo acto telepsí­quico son necesarias principalmente cuatro clases de imágenes: la del sujeto, la del cumplimiento de aquello que se desea, la de los efectos continuos que el acto debe producir y. por último, las del sujeto experimentando las emociones, impresiones e ideas expresivas de esos efectos.

Luego del trabajo inicial definido en el párrafo anterior, se consagrará entonces un determinado número de sesiones a la formación de imágenes tan exactas, tan vivas como sea posible.

Para entender bien en quíé consiste una imagen satisfactoria, basta con recordar nuestras familiares incursiones por el alucinante dominio de los sueños.

Cuando, soñando, vemos a un amigo, ese encuentro mental presenta tales vicos de realidad que nos produce la misma impresión que una entrevista material. Conforme a eso, las imágenes precisas en el ejercicio de la telepsiquia deben poseer, aunque voluntariamente formadas, el mismo carácter de realidad y de persistencia que las de los sueños.

Siempre que queráis influir sobre alguien será, necesario

¡le todo, os lo imaginíéis. Despuíés os lo habríéis de imaginar cumpliendo vuestros deseos. La primera imagen se utiliza.Todo el tiempo de cada emisión; la segunda se superpone a la primera despuíés del recuerdo sucesivo de todas las imágenes intermedias que hemos mencionado en el párrafo anterior.

Dicha cinematografí­a cerebral no se improvisa siempre con facilidad en el preciso instante de la emisión. Además hay tendencia a dejarla desviar diversos incidentes. De ahí­ la necesidad de ejercerla con cuidado antes de componer toda la serie de imágenes expresivas del sujeto, de sus modificaciones as, de las ideas o impresiones que se juzguen de naturalezacapaz de afectarle, en fin, de la fase final, de la realizacion de lo que se desea.

Al empezar, la creación es laboriosa. Las formas recordadas se dibujan mal, carecen de conjunto, de cohesión, de claridady se desvanecen en cuanto se bosquejan. Pero si se persiste con interíés y se repiten frecuentemente los ensayos, no tarda en notarse un progreso, y la facilidad de hace mayor de dí­a en dí­a. Entonces, a tí­tulo de ejercicio, puede procederi Representarse, con la más exacta conformidad posible al original, primero sencillos objetos, despuíés otros más cornil Extender el tiempo empleado en cada representación.

4

Preparación y condensamiento de la energí­a psí­quica. — La sangre es, por decirlo así­, la materia prima de donde un sistema aún obscuro fabrica el dinamismo nervioso, motor de todas las funciones, fundamentalmente de la cerebral. Cuando el cerebro está irrigado por una sangre rica y sana, se piensa activa y vigorosamente. De ahí­ la importancia que tienen, desde el punto de vista que nos ocupa, la dietíética, la función respiratoria y la circulación. La dietíética racional, la higiene respiratoria y vascular se imponen a todos los iniciados.

Pensando en el organismo como la baterí­a de la fuerza que se irradia en el curso de las emisiones mentales, el equilibrio fí­sico aparece como la condición esencial de una elaboración energíética suficiente.

No es lo mismo elaborar que condensar, acumular el dinamismo nervioso — para disponer de íél en el momento preciso —. Ante todo recordemos que la carga de nuestros acumuladores internos (el plexo) se lleva a efecto durante el sueño nocturno. Cuando íéste es natural, el despertar viene acompañado de una sensación de completo bienestar y de un deseo de actividad; porque, habiíéndose recargado suficientemente los acumuladores fisiológicos, tienden a exteriorizar la energí­a que acumularon y esa tensión impulsa al individuo a desgastarse — útil o no —. Entonces es conveniente dormir bien ante todo, pero al mismo tiempo conviene evitarse cualquier inútil desgaste mientras se está despierto: hay que defenderse no sólo de la agitación y del exceso de trabajo, sino tambiíén procurar reducir al mí­nimo el uso de energí­a nerviosa exigido por la vida. Para ello es necesario vigilarse sin descanso y actuar solamente de un modo reflexivo, reduciendo toda espontaneidad, toda expansión. Ideas, palabras, gestos, ocupaciones rutinarias, todo ello debe sufrir el constante criterio de una estrecha observancia que podará las superfluidades y reprimirá el desorden. Todo impulso a una manifestación externa, toda llamada interior a una satisfacción sensorial, emotiva o cerebral, traduce un impulso de dinámica nerviosa que tiende a externarse. Ceder a un impulso o satisfacer el deseo, es derrochar esa energí­a que contrariamente, se trata de condensar. Siempre que se quede al abandono, disminuyen las reservas nerviosas. Siempre que se reprime una espontaneidad, se retiene energí­a que se añade a la reserva ya acumulada. La observancia de esa elemental noción de esc ejercicio psí­quico importa fundamentalmente a quienes que quieran ejercitar con íéxito la acción a distancia. Ese es, por otro lado, el remedio por excelencia para toda atoní­a fisiológica o moral.

5

Disponibilidad. — Sabidos son los efectos estimulantes del tíé, del cafíé y del alcohol ingeridos en dosis razonables. Tales substancias son comparables a cheques que se expiden contra el propio depósito de energí­a nerviosa, pues reaucen del plexo una parte de la fuerza que en íél se halla acumulada.

El dinamismo así­ liberado revigoriza de inmediato la economí­a y en particular aumenta instantáneamente la actividad mental.

Si el uso continuo de los excitantes se opone a la condensación, su empleo por exepcí­ón, inmediatamentet antes de una emisión, viene indicado; ya que, entonces, se trata, no de acumular energí­a, sino de hacer uso del potencial que se tiene en reserva, de obligarle a pasar de la estática a la dinámica de dejarle afluir al cerebro, que asise alimenta para vibrar vigorosamente. Tal es el momento I.. soltar los más potentes impulsos centrí­fugos, de emitir con vigor.

Inmediatamente luego de haber usado el excitantet, hay queempezar a orientar el pensamiento respecto al objeto de la emisión, recordando todos los motivos del intetríés que se tiene en el resultado de la acción a distancia que se ha iniciado, acordándose de todas las imágenes expresivas de esos motivos.

Particularmente, cuando se pretende que tal o cual persona manifieste una definida disposición, se siente que eso ocurre en dos ocasiones:

A) Cuando se presenta en la mente la idea, o imagen de una de las satisfacciones que se sentirí­an si el deseo se cumpliera.

B) Cuando la mente evoca alguno de los resultados desagradables del cumplimiento de tal caso.

En el primer ejemplo se nota con ardor hasta quíé punto importa aquello que se desea. En el segundo se estremece de temor, de indignación.

Tales movimientos intetrnos, de ordinario libres, deben ser suscitados facultativamente al inicio de cada sesión, con el fin de llevar a su paroxismo la tensión volitiva. Si hubiera temor de encontrar en tal momento que la mente es rebelde o incompleta, se prodererá atinadamente anotando, en el transcurso de las horas precedentes, aquellos los momentos en que se provecí­as imágenes A y B. De esa forma se estará en condiciones renovarlas a la hora de la emisión, con ayuda de las anotaciones hechas. Cada evocación de la impresión así­ obtenida «tribuirá a exaltar el espí­ritu, a sustraer de los más profundos repliegues de la conciencia vigorosos impulsos volitivos y do-minantes.

Durante la labor inicial habrá, pues, interíés en encontrar y anotar todas las consideraciones susceptibles de dar lugar a imágenes del tipo A y del tipo B. Esa investigación necesita una serie de meditaciones especí­ficas que orenten al trazarse la exposición del caso, calculando luego todos los giros que puedan tomar los acontecimientos.

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La analogí­a. — Los diversos ejercicios anteriores ayudan a establecer entre el experto y el sujeto una analogí­a psí­quica singular. A mi modo de ver, esa analogí­a se integra en el momento que el experimentador se ha creado la imagen mental del sujeto. En cada sesión, despuíés de cumplida la disponibilidad, hay forma de precisar tal imagen, de evocar todas las impresiones recibidas ante la presencia efectiva del sujeto, de representárselo de una forma viva, actuante. El estado de ardor mental en que previamente se ha puesto el actor, facilita la creación de las imágenes y les presta un relieve, un colorido, una animación de los que nada más habiíéndolos vivido puede uno formarse idea. La obscuridad y el silencio favorecen esa labor.

Algunos autores recomiendan que se elijan para actuar las lloras en que es sabido que el sujeto duerme. Yo, sin estar convencido de la importancia de tal momento, soy de opinión que no se descuide nada y que el sueño es capaz de acrecentar la receptividad. Sin embargo, me parece que el acto mental puede afectar al subconsciente, receptivo igual durante el sueño que en estado de vigilia, y luego de reaccionar sobre la consciencia al interrumpir el sueño. Y si mi hipótesis es correcta tan bien puede sugestionarse mentalmente a quien sea en un momento como en otro.

De lo que sí­ estoy por experiencia seguro es de que, a cualquier hora desde el momento en que aparece en la pantalla de vuestra imaginación la imagen de un ser, todo cuanto pensíéis durante esa aparición influirá muy especialmente en íél. Y empleo adrede la palabra «aparece» porquíé al crear la imagen abductora existentemente se convoca un substrato invisible del sujeto, que llega a exponerse en el área de acción del evocador.

En remotas glosas se lee que para influir sobre alguien basta con mirar su fotografí­a para sugestionarle. Esto se practica aún. Sin embargo, un retrato no crea ninguna analogí­a, cuando lo más puede ayudar a la mente en el curso de la creación de las imágenes. Solamente un negativo a la gelatina, impreso mediante exposición y conservado en un paquete cerrado, podrí­a constituir una base secundaria de relaciones, a causa de la impresión magníética de la capa de materia. De igual forma, todos los objetos impregnados del influjo nervioso del sujeto son otros tantos focos de irradiación fluí­dicamente ligados a su fuente primaria. De ahí­ la estatuita de los hechiceros y otras mil formas, mucho menos ineptas de lo que parecen, de las que están saturadas las recopilaciones goíéticas. En la práctica aconsejo para sacar partido de todo:

Juntar diversos elementos provenientes del sujeto (especialmente, cartas) y distribuir el total de ellos en dos lí­os, uno, de dimensiones pequeñas, para llevarlo consigo, y otro, más ule, que se tendrá en 1as manos en el momento de cada misión.

Se dificulta apreciar la eficacia de ese procedimiento; su sencillez lo hace recomendable.

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La dí­fusión. — Las dos fases anteriores — disponibilidad y analogí­a — se enlazan y concurren a concebir un estado de vehemencia volitiva a favor del cual cada variación psí­quica produce una intensa irradiación. La imagen primaria (la de analogí­a) debe ser pues diversificada según lo que se desee. Se representa al sujeto efectuando aquello que se desea sugerirle, tomando de ejemplo las impresiones y admitiendo las ideas susceptibles de inclinarle a ese cumplimiento. Nunca se pensará en la violencia, pero sí­, invariablemente en la aquiescencia deliberada. Se debe recurrir a la representación del sujeto experimentado libremente el deseo de conformarse con aquello que se desea. Suponemos lo que pasarí­a si í­l sintiera un irresistible impulso personal de satisfaceros y desead que así­ ocurra.

Tal como en los capí­tulos anteriores he tratado de hacerlo entender, las imágenes así­ creadas precisan las intenciones del experto, pero las trasmiten y, una vez trasmitidas, su potencia elaboradora de las disposiciones que ellas necesitan dependen de un gran impulso interno, que podrí­a expresarse por la siguiente frase: «Deseo que sea así­Â».

No hay que olvidar que el plan de cada sesión debe ser regulado con antelación, a fin de evitar la difusión y los incidentes. No hay que olvidar tampoco que en los casos subjetivos cabeconsiderar paulatinas modificaciones y no un instantáneo yperfecto resultado.

Al inicio de cada emisión, despuíés de haber recordado la imagen- relación, puede fijarse durante varios minutos la propia atencion en la representación del resultado final, pensando:

He aquí­ lo que deseo! ¡He aquí­ lo que pasará! ¡He aquí­ lo que estoy queriendo imponer!». Pero hay que regresar pronto al presentíé, suponerse las actuales disposiciones del sujeto y sugerirle sutiles divergencias que acusará en seguida cada vez Todo indicado del hipnotismo sensorial y verbal acostumbrado a incitar el somnambulismo y a dirigir la sugestión, salí­ partido de sus estudios al actuar sobre la imagen-relacion por medio de la representación de las formas para hipnotizar. Suponiíéndose que se halla enfrente del sujeto, le vera stado delante a íél y practicando las impresiones que conducen a la hipnosis. Llegado a la imagen de ese estado, se imponen sugestiones tanto literales como reales, prestando al sujeto la actitud que tendrí­a si las registrase compasividad.

Aquellos a quienes no les sean conocidos los procedimientos hipnóticos, se concentrarán a evocar la imagen del sujeto, sentado y atento, y luego se le dirigirán mentalmente todas las palabras susceptibles de motivarle, de convencerle, sin omitir el representársele entendiendo lo que se le dice y prestando su aquiescencia.

Durabilidad y frecuencia de las emisiones. — Primitivamente es ventajoso extender cada emisión hasta el moment en que, por debilitación de las disponibilidades energíéticas, flaquea y debilita la exaltación. El tiempo que debe de durar un emisión habrá de medirse en razón inversa la fuerza emisiva de que sea capaz. Si existe el propósito de vencer una dificultad importante, el, máximo compatible con un psiquismo medio es una sesión diaria de dos horas.

8

Recuperación y retentiva. — Despuíés que haya finalio la emisión, se imponen al experto dos prescripciones: La primera dejar de recordar al sujeto y librarse de las preocupa-I que a íél van ligadas. La aplicación del cambio voluntario mentación fí­sica, de que ya explique en El poder de la Voluntad,es imprescindible para evitar la obsesión. Luego hay que encontrar la manera de contener con perfección los nervios y la acción mental entregándose a cualquiera distracción sana o abandonándose al dolce jar niente. Lo aconsejable serí­a dormir profundamente y durante bastante tiempo. Por eso es por lo que sugiero la elección de las dos horas que anteceden a la de irse a la cama. Y como la actividad mental que se usa durante cada sesión, da lugar a una tremenda combustión de cíédulas, es saludable facilitar su eliminación haciendo uso, en pequeñas dosis sucesivas y antes de entregarse al sueño, de un agua diuríética.