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Autor Tema: El Libro Perdido de Enki  (Leído 1313 veces)

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El Libro Perdido de Enki
« en: Noviembre 13, 2008, 11:29:03 pm »
INTRODUCCIí“N:
por Zecharia Sitchin



Hace unos 445.000 años, astronautas de otro planeta llegaron a la Tierra en busca de oro.


Tras amerizar en uno de los mares de la Tierra, desembarcaron y fundaron Eridú, «Hogar en la Lejaní­a». Con el tiempo, el asentamiento inicial se extendió hasta convertirse en la flamante Misión Tierra, con un Centro de Control de Misiones, un espaciopuerto, operaciones mineras e, incluso, una estación de paso en Marte.


Escasos de mano de obra, los astronautas utilizaron la ingenierí­a geníética para darle forma a los Trabajadores Primitivos - el Homo sapiens. Más tarde, el Diluvio barrió la Tierra en una inmensa catástrofe que hizo necesario un nuevo comienzo; los astronautas se convirtieron en dioses y le concedieron la civilización a la Humanidad, transmitiíéndosela a travíés del culto. Despuíés, hace unos cuatro mil años, todo lo conseguido se desmoronó en una catástrofe nuclear provocada por los visitantes en el transcurso de sus propias rivalidades y guerras.


Todo lo ocurrido en la Tierra, y especialmente los acontecimientos acaecidos desde el inicio de la historia del ser humano, lo ha recogido Zecharia Sitchin en su serie de Crónicas de la Tierra, a partir de la Biblia, de tablillas de arcilla, de mitos de la antigí¼edad y de descubrimientos arqueológicos. Pero, ¿quíé ocurrió antes de los acontecimientos en la Tierra, quíé ocurrió en el propio planeta de los astronautas, Nibiru, que les llevó a los viajes espaciales, a su necesidad de oro y a la creación del Hombre?


¿Quíé emociones, rivalidades, creencias, morales (o ausencia de íéstas) motivaron a los principales protagonistas en las sagas celestes y espaciales? ¿Cuáles fueron las relaciones que llevaron a una escalada de la tensión en Nibiru y en la Tierra, quíé tensiones surgieron entre viejos y jóvenes, entre los que habí­an llegado de Nibiru y los nacidos en la Tierra? ¿Y hasta quíé punto lo sucedido vino determinado por el Destino -un destino cuyo registro de acontecimientos del pasado guarda la clave del futuro?


¿No serí­a prometedor que uno de los principales protagonistas, un testigo presencial que podí­a distinguir entre Suerte o Hado y Destino, registrara para la posteridad el cómo, el dónde, el cuándo y el porquíé de todo, los Principios y los Finales?
Pues eso es, precisamente, lo que algunos de ellos hicieron; ¡y entre los principales de íéstos estuvo el lí­der que comandó el primer grupo de astronautas!


Tanto expertos como teólogos reconocen en la actualidad que los relatos bí­blicos de la Creación, de Adán y Eva, del Jardí­n del Edíén, del Diluvio o de la Torre de Babel se basaron en textos escritos milenios antes en Mesopotamia, en especial escritos por los sumerios. Y íéstos, a su vez, afirmaban con toda claridad que obtuvieron sus conocimientos acerca de lo acontecido en el pasado (muchos de ellos de una íépoca anterior al comienzo de las civilizaciones, incluso anterior al nacimiento de la Humanidad) de los escritos de los Anunnaki («Aquellos Que del Cielo a la Tierra Vinieron»), los «dioses» de la antigí¼edad.






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Re: El Libro Perdido de Enki
« Respuesta #1 en: Noviembre 13, 2008, 11:30:18 pm »
Como resultado de un siglo y medio de descubrimientos arqueológicos en las ruinas de las civilizaciones de la antigí¼edad, especialmente en Oriente Próximo, se han descubierto un gran número de estos primitivos textos; los hallazgos han revelado un gran número de textos desaparecidos -los llamados libros perdidos- que, o bien se mencionaban en los textos descubiertos, o se inferí­an a partir de ellos, o era conocida su existencia debido que habí­an sido catalogados en las bibliotecas reales o de los templos.


En ocasiones, los «secretos de los dioses» se revelaron en parte en relatos íépicos, como en la Epopeya de Gilgamesh, que desvelan el debate que tuvo lugar entre los dioses y que llevó a la decisión de que la Humanidad pereciera en el Diluvio, o en un texto titulado Atra Hasis, que recuerda el motí­n de los Anunnaki que trabajaban en las minas de oro y que llevó a la creación de los Trabajadores Primitivos -los Terrestres. De cuando en cuando, los mismos lí­deres de los astronautas fueron los que crearon las composiciones; a veces, dictando el texto a un escriba, como en el titulado La Epopeya de Erra, en el cual uno de los dos dioses que desencadenaron la catástrofe nuclear intentó inculpar a su adversario; a veces, haciendo de escriba el mismo dios, como ocurre con el Libro de los Secretos de Thot (el dios egipcio del conocimiento), que el mismo dios habí­a ocultado en una cámara subterránea.


Según la Biblia, cuando el Señor Dios Yahveh le dio los Mandamientos a su pueblo elegido, los inscribió en un principio por su propia mano en dos tablas de piedra que le entregó a Moisíés en el Monte Sinaí­. Pero, despuíés de que Moisíés arrojara y rompiera estas tablas como respuesta al incidente del becerro de oro, las nuevas tablas las inscribió el mismo Moisíés, por ambos lados, mientras permaneció en el monte durante cuarenta dí­as y cuarenta noches, tomando al dictado las palabras del Señor.


Si no hubiera sido por un relato escrito en un papiro de la íépoca del faraón egipcio Khufu (Keops) concerniente al Libro de los Secretos de Thot, no se habrí­a llegado a conocer la existencia de ese libro. Si no hubiera sido por las narraciones bí­blicas del í‰xodo y el Deuteronomio, nunca habrí­amos sabido nada de las tablas divinas ni de su contenido; todo esto se habrí­a convertido en parte de la enigmática colección de los «libros perdidos» cuya existencia nunca habrí­a salido a la luz. Y no resulta tan doloroso el hecho de que, en algunos casos, sepamos que hayan existido determinados textos, como que su contenido permanezca en la oscuridad. í‰ste es el caso del Libro de las Guerras de Yahveh y del Libro de Jasher (el «Libro del Justo»), que se mencionan especí­ficamente en la Biblia. En al menos dos casos, se puede inferir la existencia de libros antiguos (textos primitivos conocidos por el narrador bí­blico).

 

l capí­tulo 5 del Gíénesis comienza con la afirmación «í‰ste es el libro del Toledoth de Adán», traduciíéndose normalmente el tíérmino Toledoth como «generaciones», pero su significado más preciso es «registro histórico o genealógico». De hecho, a lo largo de milenios, han sobrevivido versiones parciales de un libro que se conoció como el Libro de Adán y Eva en armenio, eslavo, siriaco y etí­ope; y el Libro de Henoc (uno de los llamados libros apócrifos que no se incluyeron en la Biblia canónica) contiene fragmentos que, según los expertos, pertenecieron a un libro mucho más antiguo, el Libro de Noíé.


Un ejemplo que se menciona con frecuencia sobre el gran número de libros perdidos es el de la famosa Biblioteca de Alejandrí­a, en Egipto. Fundada por el general Tolomeo tras la muerte de Alejandro en el 323 a.C, se dice que contení­a más de medio millón de «volúmenes», de libros inscritos en diversos materiales (arcilla, piedra, papiro, pergamino). Aquella gran biblioteca, donde los eruditos se reuní­an para estudiar el conocimiento acumulado, se quemó y fue destruida en las guerras que se desarrollaron entre el 48 a.C. y la conquista árabe, en el 642 d.C. Lo que ha quedado de sus tesoros es una traducción al griego de los cinco primeros libros de la Biblia hebrea, y fragmentos que se conservaron en los escritos de algunos de los eruditos residentes de la biblioteca.


Y es así­ como sabemos que el segundo rey Tolomeo comisionó, hacia el 270 a.C, a un sacerdote egipcio al que los griegos llamaron Manetón para que recopilara la historia y la prehistoria de Egipto. Al principio, escribió Manetón, sólo los dioses remaron allí­; luego, los semidioses y, finalmente, hacia el 3100 a.C, comenzaron las dinastí­as faraónicas. Escribió que los reinados divinos comenzaron diez mil años antes del Diluvio y que se prolongaron durante miles de años, presenciándose en el último perí­odo batallas y guerras entre los dioses.


En los dominios asiáticos de Alejandro, donde el cetro cayó en manos del general Seleucos y de sus sucesores, tambiíén tuvo lugar un empeño similar por proporcionar a los sabios griegos un registro de los acontecimientos del pasado. Un sacerdote del dios babilónico Marduk, Beroso, con acceso a las bibliotecas de tablillas de arcilla, cuyo centro era la biblioteca del templo de Jarán (ahora en el sudeste de Turquí­a), escribió una historia de dioses y hombres en tres volúmenes que comenzaba 432.000 años antes del Diluvio, cuando los dioses llegaron a la Tierra desde los cielos. En una lista en la que figuraban los nombres y la duración de los reinados de los diez primeros comandantes, Beroso decí­a que el primer lí­der, vestido como un pez, llegó a la costa desde el mar. Era el que le darí­a la civilización a la Humanidad, y su nombre, pasado al griego, era Oannes.


Encajando muchos detalles, ambos sacerdotes hicieron entrega de relatos de dioses del cielo que habí­an venido a la Tierra, de un tiempo en que sólo los dioses reinaban en la Tierra y del catastrófico Diluvio. En los trozos y en los fragmentos conservados (en otros escritos contemporáneos) de los tres volúmenes, Beroso daba cuenta especí­ficamente de la existencia de escritos anteriores a la Gran Inundación -tablillas de piedra que se ocultaron para salvaguardarlas en una antigua ciudad llamada Sippar, una de las ciudades originales que fundaran los antiguos dioses.


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Re: El Libro Perdido de Enki
« Respuesta #2 en: Noviembre 13, 2008, 11:30:59 pm »
Aunque Sippar fue arrollada y arrasada por el Diluvio, al igual que el resto de las ciudades antediluvianas de los dioses, apareció una referencia a los escritos antediluvianos en los anales del rey asirio Assurbanipal (668-633 a.C). Cuando, a mediados del siglo XIX los arqueólogos descubrieron la antigua capital asirí­a de Ní­nive (hasta entonces, conocida sólo por el Antiguo Testamento), hallaron en las ruinas del palacio de Assurbanipal una biblioteca con los restos de alrededor de 25.000 tablillas de arcilla inscritas. Coleccionista asiduo de «textos antiguos», Assurbanipal hací­a alarde en sus anales:

«El dios de los escribas me ha concedido el don del conocimiento de su arte; he sido iniciado en los secretos de la escritura; incluso puedo leer las intrincadas tablillas en sumerio; entiendo las palabras enigmáticas cinceladas en la piedra de los dí­as anteriores a la Inundación».

Sabemos ahora que la civilización sumeria floreció en lo que es ahora Iraq casi un milenio antes de los inicios de la íépoca faraónica en Egipto, y que ambas serí­an seguidas posteriormente por la civilización del Valle del Indo, en el subcontinente indio. Tambiíén sabemos ahora que los sumerios fueron los primeros en plasmar por escrito los anales y los relatos de dioses y hombres, de los cuales todos los demás pueblos, incluidos los hebreos, obtuvieron los relatos de la Creación, de Adán y Eva, Caí­n y Abel, el Diluvio y la Torre de Babel; y de las guerras y los amores de los dioses, como se reflejaron en los escritos y los recuerdos de los griegos, los hititas, los cananeos, los persas y los indoeuropeos. Como atestiguan todos estos antiguos escritos, sus fuentes fueron aún más antiguas; algunas descubiertas, muchas perdidas.


El volumen de estos primitivos escritos es asombroso; no miles, sino decenas de miles de tablillas de arcilla se han descubierto en las ruinas del Oriente Próximo de la antigí¼edad. Muchas tratan o registran aspectos de la vida cotidiana, como acuerdos comerciales o salarios de los trabajadores, o registros matrimoniales. Otros, descubiertos principalmente en las bibliotecas palaciegas, conforman los Anales Reales; otros más, descubiertos en las ruinas de las bibliotecas de los templos o en las escuelas de escribas, conforman un grupo de textos canónicos, de literatura sagrada, que se escribieron en lengua sumeria y se tradujeron despuíés al acadio (la primera lengua semita) y, más tarde, a otras lenguas de la antigí¼edad. E, incluso, en estos escritos primitivos, que se remontan a casi seis mil años, encontramos referencias a «libros» (textos inscritos en tablillas de piedra) perdidos.


Entre los hallazgos increí­bles (pues decir «afortunados» no transmitirí­a plenamente la idea de milagro) realizados en las ruinas de las ciudades de la antigí¼edad y en sus bibliotecas, se encuentran unos prismas de arcilla donde aparece información de los diez soberanos antediluvianos y de sus 432.000 años de reinado, una información a la que ya aludí­a Beroso. Conocidas como las Listas de los Reyes Sumerios (y exhibidas en el Museo Ashmolean de Oxford, Inglaterra), sus distintas versiones no dejan lugar a duda de que los compiladores sumerios tuvieron acceso a cierto material común o canónico de textos primitivos. Junto con otros textos, igualmente antiquí­simos, descubiertos en diversos estados de conservación, estos textos sugieren rotundamente que el cronista original de la Llegada, así­ como de los acontecimientos que la precedieron y la siguieron, habí­a sido uno de aquellos lí­deres, un participante clave, un testigo presencial.


Ese testigo presencial de los acontecimientos y participante clave en ellos era el lí­der que habí­a amerizado con el primer grupo de astronautas. En aquel momento, su nombre-epí­teto era E.A., «Aquel Cuyo Hogar Es Agua», y sufrió la amarga decepción de que el mando de la Misión Tierra se le diera a su hermanastro y rival EN.LIL («Señor del Mandato»), una humillación que no quedarí­a suficientemente mitigada con la concesión del tí­tulo de EN.KI, «Señor de la Tierra».

 


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Re: El Libro Perdido de Enki
« Respuesta #3 en: Noviembre 13, 2008, 11:31:48 pm »
Relegado de las ciudades de los dioses y de su espaciopuerto en el E.DIN («Edíén») para supervisar la extracción de oro en el AB.ZU (ífrica sudoriental), Ea/Enki fue, además de un gran cientí­fico, el que descubrió a los homí­nidos que habitaban aquellas zonas. Y, de este modo, cuando se amotinaron y dijeron «¡Ya basta!» los Anunnaki que trabajaban en las minas, fue íél quien pensó que la mano de obra que necesitaban se podí­a conseguir adelantándose a la evolución por medio de la ingenierí­a geníética; y así­ apareció el Adam (literalmente, «El de la Tierra», el Terrestre). Como hí­brido que era, el Adán no podí­a procrear; pero los acontecimientos de los que se hace eco el relato bí­blico de Adán y Eva en el Jardí­n del Edíén dan cuenta de la segunda manipulación geníética de Enki, que añadió los genes cromosómicos extras necesarios para la procreación.

 

Y cuando la Humanidad, al proliferar, resultó no adecuarse a lo que tení­an previsto los dioses, fue íél, Enki, el que desobedeció el plan de su hermano Enlil de dejar que la Humanidad pereciera en el Diluvio, unos acontecimientos en los que el híéroe humano recibió el nombre de Noíé en la Biblia, y Ziusudra en el texto sumerio original, más antiguo.
Ea/Enki era el primogíénito de Anu, soberano de Nibiru, y como tal estaba versado en el pasado de su planeta (Nibiru) y de sus habitantes. Cientí­fico competente, Enki legó los aspectos más importantes de los avanzados conocimientos de los Anunnaki a sus dos hijos, Marduk y Nin-gishzidda (que, como dioses egipcios, eran conocidos allí­ como Ra y Thot respectivamente). Pero tambiíén jugó un papel fundamental al compartir con la Humanidad ciertos aspectos de tan avanzados conocimientos, enseñándoles a individuos seleccionados los «secretos de los dioses».

 

En al menos dos ocasiones, estos iniciados plasmaron por escrito (tal como se les indicó que hicieran) aquellas enseñanzas divinas como legado de la Humanidad. Uno de ellos, llamado Adapa, y probablemente hijo de Enki con una hembra humana, es conocido por haber escrito un libro titulado Escritos referentes al Tiempo -uno de los libros perdidos más antiguos. El otro, llamado Enmeduranki, fue con toda probabilidad el prototipo del Henoc bí­blico, aquel que fue elevado al cielo despuíés de confiar a sus hijos el libro de los secretos divinos, y del cual posiblemente haya sobrevivido una versión en el extrabí­blico Libro de Henoch.


A pesar de ser el primogíénito de Anu, Enki no estaba destinado a ser el sucesor de su padre en el trono de Nibiru. Unas complejas normas sucesorias, reflejo de la convulsa historia de los nibiruanos, le daba ese privilegio al hermanastro de Enki, Enlil. En un esfuerzo por resolver este agrio conflicto, Enki y Enlil terminaron en una misión en un planeta extraño -la Tierra-, cuyo oro necesitaban para crear un escudo que preservara la cada vez más tenue atmósfera de Nibiru. Fue en este marco, complicado aún más con la presencia en la Tierra de su hermanastra Ninharsag (la oficial míédico jefe de los Anunnaki), donde Enki decidió desafiar los planes de Enlil de hacer que la Humanidad pereciera en el Diluvio.




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Re: El Libro Perdido de Enki
« Respuesta #4 en: Noviembre 13, 2008, 11:32:32 pm »
El conflicto siguió adelante entre ambos hermanastros, e incluso entre sus nietos; y el hecho de que todos ellos, y especialmente los nacidos en la Tierra, se enfrentaran a la píérdida de longevidad que el amplio perí­odo orbital de Nibiru les proporcionaba incrementó aún más las angustias personales y agudizó las ambiciones. Y todo esto culminó en el último siglo del tercer milenio a.C, cuando Marduk, primogíénito de Enki con su esposa oficial, proclamó que íél, y no el primogíénito de Enlil, Ninurta, debí­a heredar la Tierra. El amargo conflicto, que supuso el desarrollo de una serie de guerras, llevó al final a la utilización de armas nucleares; aunque no intencionado, el resultado de todo ello fue el hundimiento de la civilización sumeria.


La iniciación de individuos escogidos en los «secretos de los dioses» marcó los inicios del Sacerdocio, los linajes de mediadores entre los dioses y el pueblo, los transmisores de la Palabra Divina a los mortales terrestres. Los oráculos (interpretaciones de los pronunciamientos divinos) se mezclaron con la observación de los cielos en busca de augurios. Y a medida que la Humanidad se vio arrastrada a tomar parte en los conflictos de los dioses, la Profecí­a comenzó a jugar su papel. De hecho, la palabra para designar a estos portavoces de los dioses que proclamaban lo que iba a pasar, Nabih, era el epí­teto del hijo primogíénito de Marduk, Nabu, que en nombre de su padre, exiliado, intentó convencer a la Humanidad de que los signos celestes indicaban la inminente supremací­a de Marduk.


Este estado de cosas llevó a la necesidad de diferenciar entre Suerte y Destino. Las promulgaciones de Enlil, y a veces incluso de Anu, que siempre habí­an sido incuestionables, se veí­an sujetas ahora al examen de la diferencia entre NAM (el Destino, como las órbitas planetarias, cuyo curso está determinado y no se puede cambiar) y NAM.TAR, literalmente, el destino que puede ser torcido, roto, cambiado (que era la Suerte o el Hado). Revisando y rememorando la secuencia de los acontecimientos, y el paralelismo aparente entre lo que habí­a sucedido en Nibiru y lo que habí­a ocurrido en la Tierra, Enki y Enlil comenzaron a ponderar filosóficamente lo que, ciertamente, estaba destinado y no se podí­a evitar, y el hado que vení­a como consecuencia de decisiones acertadas o equivocadas y del libre albedrí­o. í‰stas no se podí­an predecir, mientras que las primeras se podí­an anticipar (especialmente, si eran cí­clicas, como las órbitas planetarias; si lo que fue volverí­a a ser, si lo Primero tambiíén serí­a lo íšltimo).


Las consecuencias climáticas de la desolación nuclear agudizaron el examen de conciencia entre los lí­deres de los Anunnaki y llevaron a la necesidad de explicar a las devastadas masas humanas por quíé habí­a ocurrido aquello. ¿Habí­a sido cosa del destino, o habí­a sido el resultado de un error de los Anunnaki? ¿Habí­a algún responsable, alguien que tuviera que rendir cuentas?




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Re: El Libro Perdido de Enki
« Respuesta #5 en: Noviembre 13, 2008, 11:33:14 pm »
En las reuniones de los Anunnaki en las ví­speras de la calamidad, fue Enki el único que se opuso a la utilización de las armas prohibidas. De ahí­ la importancia que tuvo para Enki explicar a los supervivientes quíé habí­a sucedido en la saga de los extraterrestres que, a pesar de sus buenas intenciones, habí­an terminado siendo tan destructores. ¿Y quiíén, sino Ea/Enki, que habí­a sido el primero en llegar y presenciarlo todo, era el más cualificado para relatar el Pasado, con el fin de poder adivinar el Futuro? Y la mejor forma de relatarlo todo era en un informe, escrito en primera persona por el mismo Enki.
Es cierto que hizo una autobiografí­a, por lo que se deduce de un largo texto (pues se extiende al menos en doce tablillas) descubierto en la biblioteca de Nippur, donde se cita a Enki diciendo:

Cuando lleguíé a la Tierra, habí­a mucho inundado.
Cuando lleguíé a sus verdes praderas, montí­culos y cerros se levantaron a mis órdenes.
En un lugar puro construí­ mi hogar, un nombre adecuado le di.

Este largo texto continúa diciendo que Ea/Enki asignó tareas a sus lugartenientes, poniendo en marcha su Misión en la Tierra.


Otros muchos textos, que relatan diversos aspectos del papel de Enki en los acontecimientos que siguieron sirven para completar el relato de Enki; entre ellos hay una cosmogoní­a, una Epopeya de la Creación, en cuyo núcleo se halla el propio texto de Enki, que los expertos llaman La Gíénesis de Eridú. En ellos, se incluyen descripciones detalladas del diseño del Adán, y cuentan cómo otros Anunnaki, varón y hembra, llegaron hasta Enki en su ciudad de Eridú para obtener de íél el ME, una especie de disco de datos donde se hallaban codificados todos los aspectos de la civilización; y tambiíén hay textos de la vida privada y de los problemas personales de Enki, como el relato de sus intentos por conseguir tener un hijo con su hermanastra Ninharsag, sus promiscuas relaciones tanto con diosas como con las Hijas del Hombre y las imprevistas consecuencias que se derivaron de todo ello.

 


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Re: El Libro Perdido de Enki
« Respuesta #6 en: Noviembre 13, 2008, 11:34:00 pm »
El texto del Atra Hasis arroja luz sobre los esfuerzos de Anu por prevenir un estallido de las rivalidades Enki-Enlil al dividir los dominios de la Tierra entre ellos; y los textos que registran los acontecimientos que precedieron al Diluvio reflejan casi palabra por palabra los debates del Consejo de los Dioses sobre la suerte de la Humanidad y el subterfugio de Enki conocido como el relato de Noíé y el arca, relato conocido sólo por la Biblia, hasta que se encontró una de sus versiones originales mesopotámicas en las tablillas de la Epopeya de Gilgamesh.


Las tablillas de arcilla sumerias y acadias, las bibliotecas de los templos babilónicos y asirios, los «mitos» egipcios, hititas y cananeos, y las narraciones bí­blicas forman el cuerpo principal de memorias escritas de los asuntos de dioses y hombres. Y por primera vez en la historia, este material disperso y fragmentado ha sido reunido y utilizado, de la mano de Zecharia Sitchin, para recrear el relato presencial de Enki, los recuerdos autobiográficos y las penetrantes profecí­as de un dios extraterrestre.


Presentado como un texto que hubiera dictado Enki a un escriba escogido, un Libro Testimonial para ser desvelado en el momento apropiado, trae a la mente las instrucciones de Yahveh al profeta Isaí­as (siglo vii a.C):

Ahora ven,
escrí­belo en una tablilla sellada,
grábalo como un libro;
para que sea un testimonio hasta el último dí­a,
un testimonio para siempre.
Isaí­as 30,8


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Re: El Libro Perdido de Enki
« Respuesta #7 en: Noviembre 13, 2008, 11:34:51 pm »
Al tratar del pasado, el mismo Enki percibió el futuro. La idea de que los Anunnaki, ejercitando el libre albedrí­o, eran señores de su suerte (así­ como de la suerte de la Humanidad) desembocó, en última instancia, en la constatación de que se trataba de un Destino que, despuíés de todo lo dicho y hecho, determinaba el curso de los acontecimientos; y, por tanto, como reconocieron los profetas hebreos, lo Primero será lo íšltimo.


El registro de los acontecimientos dictado por Enki se convierte, así­ pues, en el fundamento de la Profecí­a, y el Pasado se convierte en Futuro.