La Materia como Ondas de Pensamiento
Desde que mi mente puede recordar siempre tuve la impresión que algún determinado lenguaje oculto en símbolos esparcidos por lo largo y ancho de la Tierra y expresado con sonidos sagrados, es la fuente de conocimiento que guarda los secretos de la dominación de las fuerzas que rigen el universo. Sonidos rituales, melodías gratificadoras que se introducen en el alma produciendo una explosión química de sentimiento de felicidad, que en realidad es la demostración de la activación de las emociones. Un lenguaje que contiene el principio unificador de la realidad con el que podríamos manejar el tiempo y el espacio, abrir portales dimensionales que permitieran viajar a nuestra energía espiritual por todo el universo.
Recuerdo los sonidos de los ritos sagrados que practicaban los diferentes indígenas de culturas hoy ya olvidadas y que se nos presentaban en películas y programas a modo de circo humano. Los sonidos de tambores retumbando en lo más profundo del ser, melodías alentadoras de los grandes seres espirituales representados con el arpa y la lira sagradas. Los sonidos orientales del Gong que paralizan tu mente, con lo cual durante un momento estás en disposición de conectar con tu ser, con el Espíritu Humano.
Poco a poco me fui adentrando en el mundo esotérico en el que creía poder hallar los secretos del universo y las potestades que rigen los sistemas estelares. Estudios de todo tipo que me han hecho pasar por los tratados mágicos, estudios teosóficos, libros malditos, alquimia, arqueo astronomía y libros sagrados de la mayoría de las religiones actuales.
Buscando el Verbo, el lenguaje de los dioses que otorga el poder sobre la materia, el lenguaje revelado a los patriarcas de la antigüedad, tardé mucho tiempo en aceptar que era justamente en esos libros sagrados tan manipulados, donde podría ocultarse a la vista de todos el verdadero conocimiento. La fuente del conocimiento sagrado que tantos problemas ha traído a la humanidad. El conocimiento que buscaban entre otros Moisés el egipcio, Alejandro Magno “el europeo” o Gilgamesh el sumerio. Este conocimiento que camuflado en promesas de vida eterna malentendidas perdieron la esencia de la revelación principal, que no es la búsqueda de la vida sino la búsqueda de la conciencia, la fuente del conocimiento, la que activa la chispa del espíritu y otorga el poder sobre la materia, sobre la vida y por lo tanto la tan ansiada inmortalidad.
La física cuántica mantiene que los seres humanos traducimos los pensamientos en realidad física. La materia física es como un trozo de barro que moldeamos según nuestro deseo, en el que se ha volcado nuestra conciencia. Nosotros proyectamos nuestras ideas hacia fuera, para dar forma al mundo físico. Somos la materialización de los pensamientos y por lo tanto somos nosotros los que formamos el universo físico de manera inconsciente y le damos vida a los sucesos a los que luego reaccionamos. Proyectamos nuestra energía para formar el mundo físico.
Ese universo que con el paso de los eones se ha convertido en la prisión del alma, el territorio de la manipulación arcóntica y la incomprensión del espíritu, debido a lo cual estamos a merced de los acontecimientos que nos superan y dirigen nuestros designios.
La materia se forma con el objetivo de crear una realidad tridimensional para evolucionar desarrollando nuestras capacidades y ayudando a otros a que lo consigan. No solo formamos nuestra propia realidad en vida corporal, sino que continuaremos haciéndolo después de nuestra muerte física, por lo que es de máxima importancia antes del fenecimiento que entendamos la conexión que existe entre el pensamiento, la realidad y el espíritu. Este es el famoso despertar de la conciencia que nos apartará de la manipulación milenaria, en el que entenderemos que nuestra felicidad no depende del mundo físico ya que somos mucho más, seres sin temor a cambios, ya que estos se producen de manera natural en un universo vivo, no estático, cuestión que provocaría la muerte de cualquier forma de vida. Todo se debe mantener en movimiento, como el agua que fluye para seguir viva y aportarnos su energía y sus nutrientes.
Existen senderos por donde puedes viajar, expresando y reflejando tu energía, sintiéndote vivo a través del universo donde tu luz está creando y evolucionando permanentemente al mundo físico.