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Autor Tema: El huracán que derriba las inmobiliarias: las quiebras se duplican  (Leído 574 veces)

Zorro

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El huracán que derriba las inmobiliarias: las quiebras se duplican

Por Carmen Canfrán y Alejandra Ramón en El Economista

¿Colapso en los juzgados? 2.864 empresas pidieron el concurso de acreedores
"No sabemos quíé va a pasar, ni siquiera sabí­amos que era un concurso de acreedores". Esta es la dramática situación que viven cientos de pequeñas constructoras e inmobiliarias. La realidad muestra locales vací­os en venta o en alquiler en los que todaví­a se puede leer el nombre de la compañí­a que se ha visto obligada a echar el cierre. En muchos casos, los negocios se han reconvertido y ofrecen servicios desvinculados del mundo inmobiliario.

Josíé, dueño de Construcciones Maldonado, es uno de esos afectados por la crisis que asola a todo el mercado de la promoción. Y lo cierto es que la liquidez y la paciencia con la que antiguamente se armaban las entidades de críédito parece haberse evaporado "antes los bancos te aguantaban un descubierto cuatro o cinco dí­as como mí­nimo, ahora, el mismo dí­a que toca pagar ya te persiguen" afirma el propietario de Construcciones Maldonado, que solicitó el concurso de acreedores en un juzgado de Santander ante la imposibilidad de lograr el capital imprescindible para pagar sus deudas con los bancos y reflotar su empresa.

No hay financiación
Construcciones Maldonado tiene más de 20 años. La inició el padre de Josíé, que era encofrador, y poco a poco se convirtió en constructora y promotora mientras continuaba como subcontrata en varias obras. Su plantilla de 60 empleados se ha visto reducida a cenizas y tan sólo quedan los administradores concursales, los abogados de la empresa y los dueños de la compañí­a.

Josíé y su padre no saben quíé va a pasar, "en julio el banco nos financió 1,8 millones para la compra de un solar en el que se iban a edificar 29 chalets, pero hoy nos niegan el críédito para construir, ¿cómo vamos a pagar nuestras deudas sino construimos?" se pregunta el empresario, que asegura que todos sus bancos "amigos" con los que tení­a lí­neas de críédito abiertas las han cancelado en cuanto han podido. Además, le han devuelto chalets que ya tení­a medio vendidos y los pagaríés con los que ha cobrado algunas de sus obras no se los aceptan.

"Podrí­amos haber evitado el concurso si hubiíésemos conseguido financiación para construir en el solar que compramos, pero ahora piden muchos requisitos como tener el 50% vendido y eso es imposible". Josíé pensó en rehipotecar todo, pero sus abogados le recomendaron el concurso de acreedores, ya que se considera incapaz de hacer frente a la deuda de 200.000 euros que pesa sobre sus espaldas "no sabemos quíé ocurrirá" se lamenta.

Las compañí­as que no sobreviven a la crisis económica
- Dónde cierran sus puertas.

- Quíé actividades son las más afectadas.

Sin compradores
Chema de la Quintana no cuenta con la misma experiencia que Josíé en el mercado inmobiliario. Lo que une a estos dos empresarios es que se han visto obligados a declarar insolventes sus empresas. Chema aterrizó en el sector de forma casual, ya que toda su vida laboral gira alrededor de la editorial que tiene desde hace muchos años. Este empresario es uno de los dueños de la Inmobiliaria Almagord, que se declaró en situación de insolvencia provisional por un pasivo de 2.304,84 euros. Ahora la compañí­a se encuentra inactiva.

¿Cómo dio el salto? Chema tení­a una amigo que era el dueño de una constructora y le animó para promover 54 viviendas en Colmenar Viejo (Madrid). "Me pareció interesante. De esa manera, me podrí­a yo quedar con una casa y a mi hija darle otra", señaló el empresario, quien además reconoció meterse en el desarrollo de esos pisos para ganar dinero. No se lo pensó dos veces y decidió zambullirse creando una sociedad.

Su amigo contaba con recursos propios para iniciar las obras. Ya estaba todo listo para empezar hasta que su sueño se rompió con la crisis del mercado residencial más la financiera. "Al final todo ha salido fatal, porque hay mucho arroz para tan poco pollo. Vendimos alguna casa, pero nada más", indicó Chema. Los ingresos brillaban por su ausencia y los compromisos financieros ahogaban a la inmobiliaria. Una situación que les llevó a declararse insolventes. "Los bancos no nos han ayudado nada, de hecho ni nos dan los buenos dí­as", asegura enfadado este empresario, que, tras su experiencia, ha decidido alejarse del mundo del ladrillo para dedicarse de lleno a su editorial.

Sin actividad
Raúl Moras, no era dueño de ninguna promotora, ni constructora, sino que era un directivo de OCCA que habí­a echado muchas horas en su trabajo y que de un dí­a para otro vio como parte de la pirámide que construyó se cayó. El grupo OCCA contaba con una constructora que operaba en Madrid y Alicante y contaba con una promotora.

El problema surgió cuando no se vendí­an las casas y habí­a que hacer frente al pago de la deuda. Por ese motivo, el grupo decidió echar el cierre a la constructora en Madrid, por lo que sus trabajadores se fueron a la calle, explicó Mora, que es uno de los afectados. Más tarde le tocó el turno a las oficinas de Alicante con un recorte de plantilla.

Lo único que se ha salvado ha sido la promotora, que está desarrollando su actividad junto a cooperativas de viviendas en concepto de gestora. Un solución segura, puntualiza Mora, que añade que en este caso la promoción va avanzando según los recursos económicos que aportan los propietarios. "No todos los bancos cierran el grifo. Todo depende del proyecto que propongas", explica este directivo. "En este mundo se cobraba a travíés de pagaríés, ahora han desaparecido porque se necesita dinero inmediatamente", dijo Mora, que señala que la banca no adelanta ni un euro.

¿Cambio de rumbo?
El caso de David es diferente al de sus otros colegas, pues no se ha visto obligado a declarar insolvente su empresa, pero ha tenido que congelar su actividad. Su compañí­a Edificamos El Mundo fue subcontratada por otra gran compañí­a, que era quien le daba obras para construir.

El problema es que esa empresa estaba ya en un concurso de acreedores, lo que ha supuesto un golpe muy duro para la cartera de trabajo de la constructora de David. "Confiíé en una compañí­a que habí­a solicitado el concurso de acreedores. Como no pagan, he paralizado mi empresa y sobrevivo con chapuzas" explicó a este diario el empresario.

La situación es tan desesperada que la antigua confianza y seguridad que mostraban los siempre adinerados magos del ladrillo ha pasado a mejor vida y en la actualidad toca dar un giro al negocio o confiar en un cambio de rumbo que todaví­a se divisa muy lejos.



Voy del oro a Squirrel Media y tiro porque me toca.