JON AGIRIANO| BILBAO
Salió el Athletic con mejor color que en los dos partidos anteriores, más tenso y agresivo, y con ello le sobró para ganar sin agobios a un Valladolid pobrísimo, de lo peorcito que se ha visto por estos lares en bastante tiempo. No hace falta insistir en la importancia de la victoria. Que era básica para templar los ánimos ya un poco levantiscos y para levantar la moral del equipo y de la hinchada se comprobó al final del encuentro, cuando San Mamíés despidió a los suyos con una ovación que encerraba grandes dosis de alivio. Bien mirada, fue un poco como las que se escuchan a veces en los aviones cuando el comandante completa sin problemas el aterrizaje.
A diferencia de lo ocurrido ante el Almería y el Málaga, el partido dejó ayer algunas buenas noticias. La primera, sin duda, fue ver al Athletic cumpliendo el primer mandamiento de su juego, que no es otro que jugar con las pulsaciones debidas, presionando con energía y coraje. Con los decibelios necesarios. En ese sentido, puede decirse que el equipo de Caparrós despejó una duda que nos estaba corroyendo, la relativa al estado físico de la plantilla. Por lo visto ayer, la tropa rojiblanca tiene aire suficiente y es capaz de sostener un ritmo alto durante los noventa minutos, condición 'sine qua non' para competir con unas mínimas garantías de íéxito. Comparado con lo que se le vio ante el Almería, por ejemplo, Gurpegui pareció reciíén salido de una cámara hipobárica.
Un lateral izquierdo
Otra noticia magnífica, muy relevante pensando en el futuro, fue la confirmación de Balenziaga delante del jurado de 'La Catedral', que ya se sabe que es un tribunal muy viejo y muy serio, de los que todavía dictan sentencia con toga y peluca. Pues bien, en su primera intervención, el chaval estuvo impecable. Nunca perdió el sitio, demostró tener un gran juego por alto y supo irse hacia arriba no sólo con descaro -los temerarios sobran- sino con inteligencia y recursos. De hecho, tuvo una intervención decisiva en los dos goles del Athletic, en el primero con un centro perfecto al segundo palo y en el 2-0 provocando el penalti de Baraja. La impresión general es que el Athletic ha encontrado, de repente, en uno de esos golpes de sagacidad y fortuna que a veces depara el fútbol, un lateral izquierdo que puede hacer carrera. Hay que celebrarlo.
Como hay que celebrar una victoria cómoda y reconfortante, aunque íésta llegara ante un rival flojísimo. No es extraño que Josíé Luis Mendilibar reconociera en la sala de prensa que nunca había visto a sus pupilos jugar peor. La verdad es que la imagen de los blanquivioletas fue sorprendente por su pobreza. Nadie supo a quíé jugaban y, desde luego, nadie vio por ningún lado los famosos rondos de los que presumía íngel Fíélix Ibáñez. Lo que vio el personal fue justo lo contrario, un equipo deslavado, impreciso y sin pólvora -la ausencia de Joseba Llorente les pesa como una losa-, que deparó a Gorka Iraizoz la jornada más tranquila desde que defiende la portería del Athletic. De hecho, la mejor ocasión del Valladolid la fabricó en el minuto 71 el propio guardameta rojiblanco, con un despeje a la virulíé que pegó en la espalda de Ogbeche y no se coló de casualidad.
De este modo, tras un comienzo titubeante que se prolongó durante los primeros veinte minutos, el Athletic ni siquiera necesitó una buena caligrafía con el balón para comenzar a llegar con peligro a los dominios de Asenjo. Con poner ganas le fue suficiente para crear varias ocasiones de gol, la mejor una de cabeza de Llorente, que ayer tuvo un asistente magnífico en David López, perfecto en los córners.
Rubinos y la coherencia
Si el gol tardó en llegar fue por el acierto de Asenjo y tambiíén por la aportación de Rubinos Píérez, uno de esos árbitros desquiciantes, capaces de convertir en talibán al Santo Job. Su actuación fue un ejemplo de coherencia. Se confundió en lo fundamental (dos penaltis no señalados a favor del Athletic, otro señalado que fue dudoso y un gol anulado a Víélez por un fuera de juego inexistente) y en lo accesorio (faltas mal señaladas, saques de banda y de puerta que mandaba repetir, como hizo repetir el penalti de Iraola que supuso el 2-0...) Al final, con los tres puntos a buen recaudo, la gente se lo tomó a risa.
El caso es que hubo que esperar al segundo tiempo para firmar el cheque de la victoria, que se consiguió a base de insistencia y temperamento. Llorente avisó en el minuto 46 con un cabezazo que Asenjo salvó con un alarde, pero cinco minutos despuíés el portero visitante ya no pudo evitar el 1-0. De ahí en adelante, el partido fue un paseo, una de las sesiones de fútbol más plácidas que se han vivido en 'La Catedral' en bastante tiempo. Ya podría haber más.