JON AGIRIANO.-
Pitó Ramírez Domínguez el final y la escena que se pintó sobre el cíésped de El Sardinero resumió el partido a la perfección. Los jugadores del Racing torcían el gesto despuíés de noventa minutos de impotencia. No habían tenido su tarde. El puntito, ni tan mal, oiga. A su lado, los del Athletic se hacían cruces por la oportunidad perdida. Camino de los vestuarios, Iraizoz y Amorebieta no tenían consuelo. El portero se había tragado en el minuto 83 el gol del empate racinguista, obra de Colsa en un centro chut. Prácticamente fue el único balón con un poco de veneno que le llegó a su portería.
El central, por su parte, dudaba entre tirarse de los pelos o cavar un agujero y enterrarse durante unos días, hasta que se le pasara el disgusto. Suya había sido la ocasión del partido, justo en el descuento, en la última jugada. El Athletic estaba con uno menos por la expulsión de Orbaiz y la defensa cántabra se vendió tirando un fuera de juego lastimoso en el saque de una falta lateral. Tres rojiblancos quedaron solos delante de Toño. Si a Muñiz no le dio un síncope en ese momento es que ese hombre no morirá en un banquillo. El balón le cayó a Amorebieta, que con todo a su favor no supo meterla. Y eso que tuvo dos intentos, uno con el pie y otro con la cabeza. Le pudo el víértigo.
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