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Autor Tema: La Riviera de Estados Unidos (III): Cómo crear una zona de vacaciones pija  (Leído 382 veces)

Orpheo

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Pablo Pardo | Montauk (East Hampton)Una de las ventajas de los blogs es que implican un diálogo con los lectores. Es un diálogo a menudo fructí­fero, en el que me he enterado de que deberí­a vivir en Rusia, Cuba, Venezuela o Argentina (prefiero Argentina, y animo a los lectores a realizar una colecta para comprarme un 'depto', como dicen allí­, en San Telmo). O de que estudiíé 'Ciencias Mixtas' en el Bachillerato (en realidad, estudiíé 'Ciencias Puras' en tercero de BUP y, despuíés de descubrir las matemáticas del espantoso profesor Valdíés tiríé por el latí­n y el griego de las 'Letras Puras' en COU).

Otras veces, los lectores mandan pequeñas joyas. Como íésta. Es un estudio de la Reserva Federal de Boston, cuyo tí­tulo 'Tom Sawyer y la creación de valor' hace referencia a la novela de Mark Twain 'Tom Sawyer', en la que el protagonista logra convencer a sus amigos de que una tarea ingrata—en ese caso, pintar una valla—es placentera, hasta el punto de que todos acaban ayudándole. Como escribe Twain, su personaje "sin darse cuenta, habí­a descubierto una gran ley de los actos humanos: que para que un hombre desee una cosa, sólo es necesario hacer que sea difí­cil de conseguir".

La primera consecuencia que se me ocurre al leer eso es que íésa es una de las claves del íéxito de los Hamptons.


Por quíé los Hamptons son tan exclusivos? Entre otras razones, porque todo aquí­ da apariencia de exclusividad. Un ejemplo: no hay hoteles. Sólo 'bed and breakfasts' (y algunos moteles en Montauk, pero me temo que es cuestión de tiempo que desaparezcan). ¿Por quíé no hay hoteles? Porque las autoridades locales no los autorizan.

Otro ejemplo: en los Hamptons no hay McDonald's o Pizza Huts. Es más: ni siquiera dan licencias a Starbucks's, a pesar de que esa cadena de cafeterí­as es un relativo sí­mbolo de estatus y sofisticación. Eso no quiere decir, sin embargo, que las cadenas de tiendas estíén prohibidas. En East Hampton, cuyo casco urbano no llega a los 5.000 habitantes, hay cinco tiendas de Ralph Lauren.

Ese aire de exclusividad puede ser decisivo. A primera vista, yo no veo mucha diferencia entre Chincoteague, en Virginia, y los Hamptons, aparte de que el primero está absolutamente infestado de unos mosquitos con los que no funciona ni el repelente que espanta a sus congíéneres de Kenia y Brasil. Pero el Chincoteague está lleno de gente de clase media, mientras que en los Hamptons no hay ni una sola persona con exceso de peso, lo que en EEUU es una señal inequí­voca de exclusividad. Pero, excluyendo a los mosquitos, Chincoteague es tan bonito como los Hamptons. Lo único que los diferencia es que en el primero hay campings y hoteles, y faltan tiendas de Ralph Lauren.

Probablemente el factor 'exclusividad' sea más decisivo que el 'precio'. Es algo que muchos artistas saben bien. Por ejemplo, un habitual visitante de los Hamptons, Andy Warhol, tení­a la costumbre de ser inaccesible al público y contestar con monosí­labos o frases inconexas las preguntas de sus seguidores cuando daba conferencias. Eso alimentaba su aura de misterio y, de paso, el valor de sus creaciones, algo muy importante para alguien tan obsesionado como íél por la fama. (El caso de Warhol tambiíén pone de manifiesto que de 'exclusivo' a 'imbíécil' solo hay un paso, y cualquiera que quiera ser lo primero corre el riesgo de convertirse en lo segundo).

Lo mismo pasa en los Hamptons, donde hay, por ejemplo, sitios relativamente baratos. Pero siempre exclusivos. Un ejemplo: en East Hampton hay una tienda que vende artesaní­a y productos procedentes de paí­ses en ví­as de desarrollo, incluyendo unas preciosas zapatillas de los maasai de Amboseli, en Kenia. No es algo caro, pero es algo exclusivo, que no se encuentra en otro sitio (dicho sea de paso, es increí­ble que los maasai de un sitio tan remoto como Amboseli vendan su artesaní­a a los multimillonarios de los Hamptons, pero creo que íésa es una de las ventajas de la globalización).


En individuos, la locura es rara; en grupos, partidos, naciones y épocas, es la regla", Nietzsche.