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Autor Tema: Cara y cruz del primer reality show 'verde'  (Leído 333 veces)

Orpheo

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Cara y cruz del primer reality show 'verde'
« en: Septiembre 23, 2009, 08:39:13 am »
PABLO PARDO desde Washington
22 de septiembre de 2009.- Obama cada dí­a recordarí­a más a Bill Clinton (un presidente cuya popularidad se desploma debido en buena parte a que su propio partido le está abandonando) si no fuera porque la realidad a la que se enfrenta (crisis y guerras en el exterior y en la economí­a) recuerda más a Jimmy Carter, un ex jefe de Estado cuya sola mención provoca escalofrí­os en muchos estadounidenses, empezando por los propios demócratas, que recuerdan que ese presidente les trajo 12 años de republicanos y la 'revolución' de Reagan.

Un ejemplo de cómo los demócratas están torpedeando a conciencia la agenda del presidente es el bloqueo de una ley que cree un mercado de emisiones de CO2*. Con esa actitud del Senado, y con el permanente rechazo de China a reducir sus emisiones, el clí­max del clima de la ONU ha sido un mero ejercicio de relaciones públicas. Entretanto, la televisión está adelantando por la izquierda a los polí­ticos. El reality show verde Living with Ed, de la cadena de televisión Green Planet ('Planeta Verde'), una subsidiaria de Discovery Channel, ya va por su segunda temporada.

Nunca he visto 'Living with Ed' pero, por lo que he leí­do y me han contado, trata de una familia dominada por la tensión entre obsesión del padre (el actor y activista medioambiental Ed Begley que, cierto, participa en la última pelí­cula de Woody Allen) para lograr un vida totalmente acorde con el medio ambiente y la indiferencia de su esposa, Rachelle Carson. La web del show se acompaña de links con ideas y recursos para reducir el impacto ambiental de la vida de cada uno.

Ahora bien, los crí­ticos de la serie —y de lo que defiende— recuerdan un par de cosas. Una, que la casa en la que viven los Begley es relativamente pequeña para los parámetros californianos. Otra, que Ed Begley, por muy ecologista que sea, y por mucha electricidad que saque de sus palcas solares, de la turbina eólica que tiene frente a casa y hasta de una bicicleta con la que hace funcionar algunos de sus electrodomíésticos, todaví­a tiene alrededor de 300 dólares al año, o sea, poco más de 200 euros, al año de recibo de la luz.

En otras palabras: aún no es posible ser del todo 'verde', al menos en lo que se refiere a la energí­a. Es más, la revolución tecnológica de la que hablamos cuando alegremente pretendemos dejar de lado los combustibles fósiles es sencillamente inimaginable. Porque estamos hablando de cambiar todo nuestro sistema económico y nuestro modelo de vida. Y eso no se logra aislando la casa para que se escape menos calor, o elevando el termostato del aire acondicionado.

Un ejemplo: para que EEUU logre reducir sus emisiones de CO2 en un 80% en 2050, deberá situar sus emisiones en el mismo nivel que en 1875, cuando el paí­s tení­a 44,4 millones de habitantes, un 14% de la que tiene hoy en dí­a. Ese objetivo del 80% no es ninguna quimera de un grupo ecologista, sino que está fijado en un proyecto de ley aprobado en junio por la Cámara de Representantes de ese paí­s, aunque parece extremadamente improbable que se convierta en ley.

Así­ que, mientras los polí­ticos hablan del 'efecto invernadero' en la ONU, cabe preguntarse si efectivamente es posible cambiar nuestro modelo energíético. Para Stephen Hayward, del American Enterprise Institute —un think tank muy próximo a la Administración Bush— la respuesta es un rotundo 'no'. Robert Stavins, de la Universidad de Harvard, opina exactamente lo contrario, y cree que el uso de mecanismos de mercado (sobre todo, un mercado de emisiones) puede permitir una transición relativamente suave a un nuevo modelo energíético en unas pocas díécadas.

¿Quiíén tiene razón? Por ahora, lo único claro es que, como afirma Daniel Yergin (autor del delicioso libro 'The Price', con el que ganó el Pulitzer, y que en España se tradujo como 'Historia del Petróleo'), la despedida del petróleo nos va a llevar díécadas. Y Ed Begley va a tener que seguir pagando factura de la luz.



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* A menudo hablamos de los mercados de emisiones sin explicar lo que son. Así­ que aquí­ va una explicación rápida.

En un mercado de emisiones, hay dos activos:

1) Permisos.

Todos los años, el Estado da a cada empresa un determinado número de críéditos, o permisos de emisión de CO2, el gas que provoca el calentamiento global. Cada críédito suele suponer una tonelada de CO2.

Si la empresa emite menos CO2 del que está autorizada, puede vender los permisos sobrantes en el mercado. Pero, si va a contaminar más de lo que le ha sido permitido, deberá comprar permisos. Así­, las compañí­as tienen un incentivo económico para contaminar menos. Con el tiempo, el número de permisos se va reduciendo, de modo que las emisiones disminuyen. Y, al igual que en cualquier mercado financiero, existe la posibilidad de especular, con opciones y futuros y otros derivados.

Este sistema es cualquier cosa menos nuevo. De hecho, en EEUU lo implantó George Bush 'padre', en 1990, con un mercado para limitar la emisión de gases sulfurosos que provocan lluvia ácida. La UE lo aplica desde 2006 en las emisiones de gases de 'efecto invernadero', y ha logrado que ese mercado moviera en 2007 casi 30.000 millones de euros. Según la revista 'New Scientist', el plan de Obama podrí­a crear un mercado financiero de 700.000 millones de euros en 2020.

2) Críéditos.

Los críéditos son actuaciones que permiten reducir el CO2 que ya se ha emitido a la atmósfera. Por ejemplo, alguien puede plantar en su propiedad árboles, y lograr que eso se considere un críédito de CO2 en función del dióxido de carbono que esa plantación va a absorber. Normalmente, los críéditos cotizan a un precio de sólo el 80% o el 90% de los permisos dado que, si tienen que elegir entre ambos, las empresas, lógicamente, optan por los segundos.



En individuos, la locura es rara; en grupos, partidos, naciones y épocas, es la regla", Nietzsche.