PABLO PARDO desde Pittsburgh
24 de septiembre.- El pasado mes de noviembre, cuando Josíé Luis Rodríguez Zapatero estuvo en Washington para participar en la primera 'cumbre' del G-20, comentó en privado: "A partir de ahora voy a venir más por aquí". Lo cierto es que acertó de pleno. Con un poco de morro y, sobre todo, por míéritos propios, España se ha ido colando en el G-20. En abril, logró un puesto en el
http://www.financialstabilityboard.org/Consejo de Estabilidad Financiera, el organismo que parece haberse convertido en el controlador informal de todos los acuerdos que se logren en el G-20 (esto es un poco esquizoide, porque tenemos un controlador informal de acuerdos no vinculantes adoptados por un grupo informal, lo que hace que la reforma de la arquitectura financiera internacional parezca la casa de tócame roque).
De paso, y pese a los agoreros que hemos visto la surreal ausencia del embajador de EEUU de España durante más de nueve meses como un mal presagio para las relaciones entre ambos países, Zapatero ha sido invitado a la Casa Blanca justo un día despuíés del Columbus Day y parece que Obama visitará España en la primera mitad del 2010. De paso, el futuro embajador estadounidense en España, Alan Solomont, tiene buenas relaciones con el entorno de Obama. De hecho, íél fue quien forjó la buena relación entre el fallecido senador Ted Kennedy y el actual presidente, y es amigo de John Kerry, otro firme defensor del presidente de EEUU en el Senado.
Así que España parece haber acabado por meterse en el G-20. Es una excelente noticia, porque es la primera vez desde Lepanto que España está en el primer momento y en primera fila en una coalición internacional que está cambiando el rumbo de la Historia.
Sin embargo, el ejemplo de Lepanto tambiíén amenaza con cumplirse ahora en el G-20. La batalla naval no sirvió de mucho a España en tíérminos de interíés nacional. Nuestro país siguió con su lenta decadencia pese a la victoria. Ahora, en el G-20 España corre el mismo peligro. Porque este grupo es un sistema por el que EEUU integra a China y a otros emergentes en el sistema multilateral mundial en detrimento de Europa. Y España está en Europa. O sea, en el caballo perdedor.
Por eso no estaría de más que los españoles, ahora que ya estamos en el G-20, lo utilizáramos algo más que para dar un toque neogótico a las cumbres internacionales. Hasta la fecha, la aportación más notable de España al G-20 ha sido darle una imagen que agradaría a Robert Smith o a Tim Burton pero, mientras no se demuestre lo contrario, el G-20 no hace discos ni películas.
Hace un año, cuando Zapatero fue a Washington, me preguntíé para quíé quería España estar en el G-20. Aún me lo sigo preguntando. Hasta la fecha, España sólo se ha preocupado por salir en la foto. Eso es tambiíén parte de nuestra tradición en los organismos financieros y económicos multilaterales, indiferentemente de quiíén gobierne: preocuparnos más de dónde estamos que de quíé hacemos. Ahora que Zapatero ha logrado que entremos, 'de facto' si no 'de iure' en el G-20, debería cambiar esa situación y hacer a España un miembro verdaderamente activo y no un florero del grupo.