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Autor Tema: "Si cae Goldman, caerán los demás"  (Leído 431 veces)

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"Si cae Goldman, caerán los demás"
« en: Diciembre 20, 2009, 11:43:56 am »
"Si cae Goldman, caerán los demás"

por John Arlidge

El número 85 de Broad Street, un edificio de un deslucido color tierra situado en el bajo Manhattan (Nueva York), no parece un lugar que invite a pararse y mirar, y es precisamente la imagen que quieren dar aquellos que trabajan ahí­. Los hombres y las mujeres que llegan bajo el sol del amanecer, vestidos de color negro Wall Street, con sus maletines negros y BlackBerrys asidos a sus manos, son muy, muy reservados. No hay ningún rótulo, no hay ningún nombre ni señal en la fachada y el guardia de seguridad de la entrada no dice ni una palabra sobre quiíén trabaja ahí­ dentro. Pero hay una buena razón para tanto secreto. En el número 85 de Broad Street es donde está el dinero. Todo el dinero.

Es el lugar donde se encuentra la mejor máquina de hacer dinero que jamás ha creado el capitalismo, y, según dicen, una fuerza polí­tica más poderosa que los gobiernos. Las personas que trabajan detrás de las puertas de cristal hacen más dinero que algunos paí­ses. Sus activos ascienden a un total de un billón de dólares, sus ingresos anuales corren hacia los 10.000 millones y sus beneficios han llegado a los miles de millones, los cuales se repartirán libremente en forma de bonus. El número 85 de Broad Street es la casa de Goldman Sachs.

La reputación de Goldman está tan intoxicada como los seguros contra el riesgo de impago (CDS) y otros inexplicables y exóticos instrumentos financieros. Esta situación es muy negativa para aquello que valoran más que cualquier otra cosa: los negocios. Y es eso y los políémicos bonus los que han puesto a Goldman primero en la lí­nea de la nueva y draconiana regulación. Por ello, han decidido que ha llegado el momento de hablar claro. Así­, en una otoñal mañana neoyorquina, me encontríé caminando al lado del guardia del seguridad y entrando en el edificio sin nombre.

"¡Aha! Nos has pillado conspirando", dijo Lloyd Blankfein mientras se alejaba de la cábala de directivos que discutí­an sobre su viaje a Washington del dí­a anterior. Blankfein,el presidente y director ejecutivo (CEO) de Goldman Sachs, luce un traje gris con una alegre corbata de Hermíés estampada con pequeñas bicicletas rojas. No tiene el aspecto de un hombre al que todo el mundo parece odiar. "Esto es como un safari", bromea. "Has venido a ver a los animales".


La actuación del CEO
Blankfein es el rey Midas de Wall Street, pero, con las tormentosas perspectivas económicas, no quiere ser ostentoso. Lleva de forma discreta su estatus social y no hace patente su estilo de vida.

En su oficina de la planta 30, las sillas son las mismas de cuando fue nombrado CEO hace tres años y no hay ni rastro de alfombras hechas a mano de a 87.000 dólares la unidad ni de las papeleras de 5.000 dólares tí­picas de Wall Street. No hay ninguna señal de una exuberancia irracional. El gran mago de Wall Street se armó de valor para la venta más dificil de su vida: el está aquí­ para abogar a favor del capitalismo, de los bancos de inversión y de Goldman.

Por suerte para íél y para su firma, Blankfein es condenadamente bueno vendiendo. Empezó con un toque de humildad. Entiende que la gente estíé "enfadada y disgustada" con las acciones de los bancos. Jugó su papel en la catástrofe económica que casi destruye el sistema financiero mundial. La entidad, como otros bancos, prestó demasiado dinero, lo que le hizo perder en un trimestre más que en todos los años de la última díécada y terminar cogiendo el dinero del rescate financiero de Washington.

"Si el sistema financiero cae, nuestros negocios tambiíén caerán y, confí­a en mí­, vosotros y todo el mundo caerá detrás", aseguró el CEO de Goldman. Como un paciente que ha sobrevivido a una experiencia cercana a la muerte, a Blankfein la crisis crediticia le ha reavivado su innata pasión por hacer dinero. Hablar con íél es como hablar con un hombre por el que corren dólares, en vez de sangre, por sus venas. Cree que es bueno en lo que hace y que todo lo que hace está bien.

Ayuda del Gobierno
Blankfein desestima cualquier insinuación sobre que Goldman necesitara ser rescatado, y, por extensión rechaza cualquier idea que diga que la firma ahora obtiene beneficios gracias a la ayuda pública.

Por supuesto, cogieron 10.000 millones del programa creado por la Fed para reforzar la liquidez de los bancos, el Washington´s Troubled Asset Relief Program. Pero la entidad financiera ya ha devuelto el príéstamo con unos intereses del 23%.

Goldman, a su vez, salió beneficiado de las ayudas del gobierno federal a la maltrecha firma AIG. Compró productos emitidos por AIG por valor de 20.000 millones de dólares y recibió miles de millones -unos 13.000 millones- cuando Washington inyectó 90.000 millones en el gigante.

Blankfein insiste en que la sociedad deberí­a celebrar el íéxito del banco en vez de condenarlo, tal y como está haciendo la opinión pública. "El rendimiento de Goldman es una firme señal de que la economí­a se está recuperando y eso es algo que nos beneficia a todos", aseguró el CEO. "El sistema financiero nos metió en esta crisis y íél es el único que puede sacarnos", sentenció.

El ingrediente secreto
Nos guste o no, una cosa es indiscutible: Goldman parece saber señalar cuál es la mano ganadora en los buenos tiempos, y según parece, en los malos tambiíén. Se pide una sola pregunta. ¿Cómo? ¿Cuáles son los ingredientes de la salsa secreta? Para intentar encontrar la respuesta hay que abandonar el despacho de Blankfein y coger el ascensor hasta la planta 17.

Durante el camino, se oye a los banqueros, comerciantes, estrategas y contables, los mejores cerebros de la compañí­a, trabajando para dar con las mejoras fórmulas comerciales, discutiendo sobre ratios de intercambio, productos financieros exóticos o comunes, bonos, y quiíén sabe quíé más. En una oficina con una mancha de tinta sobre la alfombra, está Liz Beshel. Es el ingrediente principal de la poción de Goldman.

Beshel, madre soltera de unos 40 años, habla muy deprisa, y con unos conocimientos de los mercados financieros tales que es necesario haberse graduado en Harvard para poder entenderla. Fue contratada por Goldman cuando estaba terminando la universidad y ascendió tan rápidamente dentro de la empresa que en poco tiempo se convirtió en la tesorera más joven de la firma.

Hoy en dí­a, cada libra que la entidad invierte, cada yen que presta y cada dólar que sale de su balance lo hace bajo su supervisión. ¿Cuánto dinero tiene el banco actualmente?, pregunto. "164.200 millones de dólares en efectivo o equivalentes", contestó tan rápidamente que ni se paró a pensar o a respirar.

Gracias a talentos como Beshel, Goldman no sólo tiene mucho dinero, sino que sabe como manejarlo. El personal controla rigurosamente el precio de los activos del banco cada dí­a. Hasta el último cíéntimo, realizan un análisis forense diario sobre cada beneficio y píérdida. Esto ayuda al banco a ver antes que nadie la tendencia que sigue el mercado, lo que, según aseguran, les ayuda a manejar y prever los riesgos antes que cualquier otro banco. "Tomamos mejores decisiones", dijo Beshel.

Buenas predicciones
Existe una evidencia que respalda esta forma de trabajar. Un año antes de que estallara la crisis subprime, el análisis diario de Goldman reveló que habí­an sufrido una serie de modestas píérdidas en sus holdings hipotecarios.

Aunque el mercado inmobiliario e hipotecario aún seguí­a boyante, al banco no le gustó lo que vio y empezó a reducir sus inversiones. Cuando estalló la crisis, las píérdidas de la entidad en el sector hipotecario fueron de 1.700 millones, frente a los 85.000 millones que perdió UBS.

Ser más listo que la media es una de las condiciones, pero, además, para formar parte de la familia de Goldman tambiíén hay que trabajar por encima de la media. "Hay que estar disponible 24 horas dí­a, siete dí­as a la semana", explicó Sarah Smith, jefa de contabilidad de la entidad. "Cuando te necesitan tienes que estar ahí­. Y si te necesitan y no estás no volverás a ser necesario nunca más", sentenció.

Grandes mentes y trabajo en equipo
Smith, cuya oficina es la BlackBerry que lleva siempre consigo, hasta cuando duerme, tan sólo tuvo unos cuántos dí­as de vacaciones el año pasado. "Nadie sabe realmente cuantas vacaciones tiene la gente, ya que nadie las coge", explicó Smith. En Goldman la gente es dinero.

Los grandes cerebros y la brutal íética laboral ayuda a Goldman a captar a los mejores y más ricos clientes. El personal del Goldman está entrenado para exprimir los conocimientos de sus contactos y clientes más intensamente que otros chicos.

"Preguntas cuál es su mejor comercio. Cómo ven el mercado", dijo un trabajador. "Ofreces algo a cambio, pero siempre vuelves con alguna cosa que utilizas para alimentar a tus colegas que trabajan con esa información para hacer dinero". En Goldman se valora el trabajo en equipo por encima de todo. "El estilo de la entidad no pasa por machacar a tu compañero. Se puede tener una gran carrera como banquero en solitario, pero no será aquí­. Este sistema elimina a aquellos que no saben trabajar en equipo", explicó Dane Holmes, jefe de relaciones con los inversores.

La firma es la mejor red de talentos del mundo. La lista de antiguos ejecutivos de Goldman que ocupan o han ocupado puestos clave en la Administración de EEUU o en instituciones vitales en Nueva York o Washington es alucinante.

Robert Robin, secretario del Tesoro con Clinton, Hank Paulson, secretario del Tesoro con Bush o el actual presidente, William Dudley, y el antiguo jefe de la Reserva federal de Nueva York, Stephen Friedman, son un ejemplo de las personas que han usado Goldman a modo de trampolí­n para entrar en el gobierno. Los crí­ticos dicen que tener amigos en las altas esferas es fundamental para el íéxito de la firma.


Estoy inmerso en la nueva fiebre del oro.