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Autor Tema: Los ricos de Haití­...  (Leído 445 veces)

OCIN

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Los ricos de Haití­...
« en: Febrero 14, 2010, 12:17:30 pm »
PUERTO PRíNCIPE - Toman aguas francesas, pueden comprar queso camembert de Normandí­a, adquirir un aromático aceite de oliva italiano e incluso distraerse con revistas de farándula francófona: son los ricos de Haití­, una minorí­a ilesa del sismo y que aprovecha el caos para hacer negocios.

'Era un paraí­so'

En el distrito de Píétion Ville, en la falda de las montañas de Puerto Prí­ncipe, una serie de supermercados fundados y administrados por sirios, están provistos con productos que van mucho más allá de la cesta básica de un paí­s pobre, e incluso con caprichos que son una cachetada en una sociedad con hambruna: productos y recetas en revistas para adelgazar.

Haití­, la isla de la desolación


"Vendemos comida, esto nunca va a andar mal. La gente siempre comprará para comer", se jacta Moussa Aballa Nahra, el propietario de 70 años de Royal Market, un supermercado sencillo por fuera pero atiborrado de bombones europeos, aceitunas portuguesas, vinos chilenos y exquisiteces enlatadas, casi todo a los mismos precios que en Estados Unidos, y a veces hasta más caro.

Nahra llegó a Haití­ en 1961: "Esto era un paraí­so, muy bonito y prometí­a prosperidad", dice al lado de su esposa, tambiíén originaria de Tartus que cuenta orgullosa que sus tres hijos "son haitianos".

Los Nahra pueden ser una de esas pocas familias sirias en las cuales uno de sus hijos, "el varón, se casó con una haitiana, no es negra, mulata, muy linda", aclara la madre del clan, que ahora es abuela de "estadounidenses, porque mis dos hijas se han ido allá a tener a sus hijos".

Suman 270 mil muertos en Haití­

Estas familias de comerciantes o propietarios de hoteles y tierras, son los que integran el 5 por ciento de los ricos de los casi nueve millones de habitantes de Haití­, una clase alta que casi no sintió el terremoto del 12 de enero en sus casas encaramadas sobre colinas con pinos que miran al Caribe.

"Yo vivo aquí­ sólo por el negocio", aclara Joseph Hanna, un joven de 28 años que habla más español que francíés porque se vino de Venezuela a Haití­ hace tres años.

"Este es un lugar tranquilo, la gente aquí­ es muy buena", dice Hanna en el Olympia Market, donde incluso hay comida y accesorios para perros, mascotas sí­mbolo de bonanza en una nación devastada por rebeliones, dictaduras, pobreza y ahora un terremoto que echó por tierra la poca infraestructura que habí­a.

Pero dentro de estas clases altas tambiíén están aquellos haitianos blancos o mulatos, cuyos abuelos extranjeros se mezclaron con nativos, como la familia polaca judí­a y libanesa de Alicia Bigio, dueña del Villa Creole, un hotel de la díécada del 60 en Píétion Ville, que el sismo casi derrumbó.

"El 21 de febrero cerraremos para tomarnos el tiempo de pensar quíé hacer. No pierdo la esperanza de que podamos recomenzar, con ayuda de críéditos estatales", dijo Bigio, que administra el negocio heredado de sus padres desde Washington, donde vive con su esposo italiano y dos hijos.

Una forma de ayudar

Bigio viajó a Puerto Prí­ncipe tras el sismo y se le llenan los ojos de lágrimas al hablar del impacto que ha tenido sobre la población.

Rememora su paí­s de "los 60 y antes, cuando tení­amos universidades, buenos profesores", dice la hija del oncólogo que trajo la radiologí­a a Haití­ y cuyo hotel está alojando hoy a gran parte de la prensa internacional que cubre la devastación de su nación, y tambiíén a sus empleados, refugiados en carpas en los jardines.

"Menos mal que tengo a mis dos hijos estudiando en Burdeos", suspira Patricia Steed Attiíé, la propietaria haitiana del Papaye, un restaurante-lounge que con un martini en mano, el funky electro de fondo y las caras europeas de su clientela, hacen olvidar que a sólo unos kilómetros hay más de un millón de personas sin techo subsistiendo entre escombros.

"Yo cerríé tres semanas, pero creo que es mejor abrir y así­ mantengo el trabajo a mis empleados, es una forma de ayudar, de no darse por vencido", agregó Steed Attiíé.

"Aquí­ no falta nada, no tengo problemas de seguridad, y el negocio va bien", dice Nahra afirmando que "nunca ha querido irse de Haití­, aunque ahora que estoy viejo me gustarí­a morir en Siria".



•... “Todo el mundo quiere lo máximo, yo quiero lo mínimo, poder correr todos los días”...
 Pero nunca te saltes tus reglas. Nunca pierdas la disciplina. Nunca dejes ni tus operaciones, ni tu destino, ni las decisiones importantes de tu vida al azar, a la mera casualidad...