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Autor Tema: La isla de Pohnpei  (Leído 3547 veces)

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La isla de Pohnpei
« en: Junio 18, 2010, 10:18:22 pm »


VIAJE AL SANTUARIO DEL PACíFICO
LA ISLA MíGICA DE POHNPEI Y EL SECRETO DE NAN MATOL
Debajo de la isla de Pohnpei, en el oceano Pací­fico, se esconde una página secreta de la historia de la Humanidad. Por esta razón, los iniciados de la hermandad de los ‘tsamoro’ le dan a su isla justamente este nombre: «Sobre el secreto». Un lugar que le sigue ocultando al extraño gran parte, precisamente, de sus conocimientos secretos.

El único que ha trascendido más allá de sus lí­mites, sigue sin estar resuelto: frente a sus costas se asientan las ruinas de la enigmática ciudad acuática de Nan Matol, construí­da —nadie sabe cuándo ni por quiíén— con gigantescos bloques de basalto sobre 91 islotes artificiales. Invadida por la jungla y los manglares, continúa siendo para los nativos una ciudad prohibida, que —de acuerdo con su tradición— acecha con la muerte a quien osa permanecer en ella despuíés de la caí­da del Sol.

En este enclave de las Carolinas orientales, en la Micronesia, averiguíé sobre el terreno cuanto allí­ se esconde. Acumulando vivencias en la jungla de los montes y en los manglares de las aguas litorales, conviviendo con los transmisores del conocimiento de la isla, he ido recomponiendo el rompecabezas de la desafiante historia de Pohnpei —descubierta por navegantes españoles en el siglo XVI— que mantiene a muerte un solo principio: no revelar jamás todo lo que alberga.

En 1939 habí­a aparecido en la Prensa alemana una curiosa noticia: afirmaba íésta que submarinistas japoneses habí­an efectuado inmersiones en la isla carolina de Ponape (la antigua Pohnpei) y habí­an sacado del lecho del mar trozos de platino. Pero no de alguna formación natural recubierta de coral, sino de un tesoro submarino. Noticias posteriores afirmaban que en la costa oriental de Pohnpei se hallaban diseminadas en una amplia área misteriosas construcciones cubiertas por la jungla: un sistema de canales, muros ciclópeos, ruinas de fortificaciones, ruinas de palacios…

« Última modificación: Junio 18, 2010, 10:20:28 pm por Scientia »



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Re: La isla de Pohnpei
« Respuesta #1 en: Junio 18, 2010, 10:21:10 pm »
UNA CIUDAD SUMERGIDA
Ya mucho antes de la primera gran guerra —explicaron los nativos— buscadores de perlas y comerciantes japoneses habí­an efectuado sondeos clandestinos en el fondo del mar. Hasta que los submarinistas regresaron con narraciones fabulosas: allí­ abajo se habí­an podido pasear por calles en parte bien conservadas, si bien recubiertas por moluscos, colonias de corales y otros habitantes marinos, amíén de algún que otro vestigio de ruinas. Desconcertante habí­a sido, según ellos, la visión de numerosas bóvedas de piedra, columnas y monolitos.

Esta misteriosa ciudad submarina albergaba tesoros concretos, debiíéndose hallar en el centro de la misma una especie de panteón de los nobles del lugar, cuyas momias yací­an allí­. Pero aquí­ viene lo asombroso: cada una de estas momias estarí­a encerrada en un sarcófago de platino. Estos son los sarcófagos que —ya en íépoca de la dominación japonesa de la isla, o sea entre las dos guerras mundiales— habrí­an localizado los submarinistas nipones. De acuerdo con estos testimonios, habrí­an ido extrayendo platino del fondo marino hasta el momento en que dos submarinistas ya no volvieron a emerger. Desaparecieron sin dejar rastro, llevándose consigo su moderno equipo de inmersión y de trabajo: jamás nadie volvió a verlos.


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Re: La isla de Pohnpei
« Respuesta #2 en: Junio 18, 2010, 10:22:21 pm »
RUMBO AL ENIGMA
Pohnpei se presentaba como un reto fascinante. Pero quedaba una sola duda: ¿se trataba de comentarios fantasiosos de gente ávida de sensacionalismo? Para despejarla, valí­a la pena estar volando, como lo estábamos haciendo Miquel Amat y yo, en pos del Sol.

«Allí­ la gente no va». Que esto no lo hací­a nadie, que la gente se iba, pues… a Hawaii o a las Fidji, pero allí­ no: “Allí­ se comen a la gente”, me decí­a un oficial de inmigración en el aeropuerto neoyorquino John F. Kennedy. Mal informado estaba el funcionario yanqui sobre las actuales preferencias culnarias de los pohnpeyanos, pero menos aún sabí­an en las agencias de viaje de la otra costa americana: “¿Y eso dónde cae? Es la primera vez que lo oigo”, me confiesa un veterano empleado de la ‘Western Airlines’ en Los Angeles. En eso, parecí­a evidente que el inquisidor de New York habí­a tenido razón: a Pohnpei la gente no iba.

Ya en pleno Pací­fico, a mitad de camino entre Los Angeles y Pohnpei, con más de 15.000 km de vuelo a las espaldas desde nuestra partida de Barcelona y con todaví­a algo más de 4.200 km de sobrevuelo del oceano Pací­fico por delante, tampoco habí­an oí­do hablar nunca de Pohnpei. Ni siquiera el experimentado taxista hawaiiano que nos llevó del aeropuerto de Honolulu a la playa de Waikiki. Unicamente el gerente del restaurante ‘Tahitian Lanai’ en Waikiki supo aportar algo concreto; conocí­a Pohnpei: que si lo nuestro era el masoquismo, que fuíéramos allí­. Pero que el Pací­fico ofrecí­a mil rincones para visitar antes que íéste.


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Re: La isla de Pohnpei
« Respuesta #3 en: Junio 18, 2010, 10:23:31 pm »
EL NOVENO ATERRIZAJE
Al dí­a siguiente nos esperaba por fin nuestro noveno y definitivo aterrizaje desde que partimos de Barcelona. El volante correo del Pací­fico nos habí­a llevado de Honolulu al atolón de Johnston, de allí­ al de Majuro, y de íéste a la base de missiles de Kwajalein.

Despuíés de haber estado sobrevolando y aterrizando en atolones que eran superficies desíérticas y absolutamente planas que a duras penas rebasaban en algún metro el nivel del mar, el espectáculo que hora y media más tarde se ofreció a nuestros ojos a la izquierda del avión, cuando surgimos por debajo de la capa de nubes, fue realmente impresionante: una lúgubre mole de montañas totalmente cubierta de espesa jungla de un pegajoso color verde oscuro, aparecí­a envuelta en sus cúspides más elevadas por neblinas y nubarrones blancos, grises, pesados. Sobrevolamos los arrecifes de coral del extremo norte de la isla, e inmediatamente surgió un poco más a la izquierda el islote sobre el que se extiende el campo de aterrizaje de Pohnpei. Aterrizaje —huelga decirlo— sin ayudas de tierra: a ojo.


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Re: La isla de Pohnpei
« Respuesta #4 en: Junio 18, 2010, 10:24:15 pm »
VIGILANTES SOMBRAS NOCTURNAS
Al segundo dí­a nos instalamos en una cabaña de madera con cubierta de hoja de palma, cuyos lados ofrecí­an amplias franjas abiertas por las que pasaba el aire pero nunca la lluvia, abundante lluvia en esta isla, que cae intermitentemente durante 300 de los 365 dí­as del año. A una temperatura media permanente de 27-28°C, este tipo de alojamiento es el único idóneo para el lugar. Tuvimos que acostumbrarnos a compartir el interior del habitáculo con lagartos, lagartijas, sapos, caracoles gigantes y la visita diaria de una rata. Pero todo esto quedaba compensado por la magní­fica vista tropical que desde nuestra cabaña disfrutábamos sobre la Bahí­a de la Mala Acogida, como la bautizaron cuando la descubrieron en enero de 1828 unos navegantes rusos, a causa del poco hospitalario carácter de sus moradores.

En la primera noche de estancia en la isla ya tuvimos una clara muestra de que allí­ nos preguntarí­an más de lo que nos dirí­an. Fuimos a dar una vuelta a pie para la primera toma de contacto con el nuevo entorno. La oscuridad, total. Solamente la tenue luz de alguna vela o quinquíé en las cabañas cercanas. Sin previo aviso rompió a llover bastante torrencialmente, a lo cual no tardarí­amos a acostumbrarnos. De la oscuridad surgió una figura igual de oscura que nos invitó por señas a seguirla. Nos ofreció cobijo en la cercana cabaña de reunión de los hombres del lugar. Estaba ocupada por unos quince individuos que nos fueron estudiando en silencio, mientras dos de ellos se alternaban en hacernos preguntas concretas sobre nuestra estancia en Pohnpei: quíé habí­amos venido a hacer aquí­, cuándo habí­amos llegado, quíé lugares pensábamos visitar, y —algo que parecí­a interesarles especialmente— cuándo volví­amos a abandonar la isla. Intentíé ganar tiempo con respuestas evasivas hasta que paró de llover.

Continuamos nuestro solitario deambular de exploración nocturna del terreno, cuando un silencioso movimiento oscuro a mi espalda coincidió con una pregunta: «¿Me das fuego?» Volví­a a ser el mismo individuo que nos habí­a invitado a la cabaña de los hombres, ahora acompañado de uno de nuestros interrogadores: «¿A dónde os dirigí­s por este camino?» Estaba claro que, al igual que en el Kim de Rudyard Kipling, tambiíén la noche de Pohnpei iba a estar llena de ojos…

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Re: La isla de Pohnpei
« Respuesta #5 en: Junio 18, 2010, 10:26:20 pm »
SUS ANTEPASADOS APLICABAN TECNOLOGIAS MAGICAS
Entre aventuras, con tiento y con paciencia, logríé conectar con el paso de los dí­as con algunos de los transmisores del conocimiento ancestral de la isla —a la que James Churchward consideraba asentamiento del santuario del supuesto continente hundido de Mu—. El enigma principal que ofrece son las ruinas de Nan Matol. Con respecto a ellas, la arquologí­a oficial reconoce abiertamente su desconocimiento absoluto sobre la finalidad de las más impresionantes ruinas del ocíéano Pací­fico; es más, de la única ciudad en ruinas que puede visitarse en los 166 millones de km2 de dicho ocíéano.

Pero además de este enigma principal, arqueológico, existe un foco mágico de la isla, oculto en la abrupta espesura de la jungla de Salapwuk, en las alturas montañosas del reino de Kiti, en el suroeste de Pohnpei. Allí­ y en otros puntos de la isla, la memoria de los pohnpeyanos perpetúa hasta hoy el recuerdo de gigantes, el recuerdo de personas que sabí­an volar, el recuerdo de una raza que recurrí­a a asombrosos poderes mágicos que permití­an el transporte aíéreo de grandes bloques de piedra. El recuerdo claro de la conexión celeste y de la realidad del vuelo posible, en la antigí¼edad.


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Re: La isla de Pohnpei
« Respuesta #6 en: Junio 18, 2010, 10:27:39 pm »
ORIGENES INICIATICOS
Pero vayamos a los orí­genes de esta isla absolutamente mágica: Pensile Lawrence, uno de los transmisores vivos de la historia esotíérica de Pohnpei, me contó por fin, al cabo de dos interminables semanas de evasivas y de negativas a la ansiada entrevista, esta historia de sus orí­genes:

«Nueve parejas —nueve mujeres y nueve hombres— erraban en una canoa por el ancho mar, buscando una tierra nueva en la que establecerse. En esto pensaban cuando se toparon con un pulpo hembra de nombre Letakika. Cuando íéste averiguó el motivo de su viaje, les indicó un lugar del ocíéano en el que habí­a una roca que surgí­a por encima de las olas. Las nueve parejas prosiguieron su camino y hallaron la roca. Sobre ella comenzaron a construir la isla. Luego, dejaron en ella a una pareja, un hombre y una mujer, mientras que el resto volvieron a marchar. El nombre del hombre que se quedó en la isla no tiene importancia; no tení­a nombre. Sí­ lo tení­a el de la mujer: se llamaba Lemuetu. Lemuetu es la primera madre de Pohnpei. Por ello sus habitantes se asientan sobre un matriarcado. En su canoa, las nueve parejas llevaban alimentos para comer y para plantar en la nueva tierra.»

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Re: La isla de Pohnpei
« Respuesta #7 en: Junio 18, 2010, 10:28:24 pm »
Este escueto y a la vez completo relato iniciático sobre los orí­genes de la roca prima de Pohnpei, es un compendio de conocimientos ocultos. Aquí­, en el breve espacio de un artí­culo, no ha lugar para explicaciones más amplias, que sí­ están recogidas en cambio en mi libro Sobre el secreto (Plaza & Janíés Editores, 1985). Apuntaríé aquí­ solamente que el 9 es —para las empresas de la especie humana— el sí­mbolo del nacimiento. Entre otras, lo refleja así­ claramente por ejemplo la cábala lingí¼í­stica de las voces «nueve-nuevo-nave-huevo» («novem-novum-navis-ovum»), que cobra todo su vigor en el gay saber de los argotiers, en el argot de aquellos que construí­an la obra en el paí­s del gallo, en la Galia: «neuf-neuf-nef-oeuf». En el relato pohnpeyano reaparecen estos mismos elementos: la nave, tripulada por nueve parejas, para construir un paí­s nuevo, lo cual significa un nacimiento, simbolizado por el huevo.


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Re: La isla de Pohnpei
« Respuesta #8 en: Junio 18, 2010, 10:29:11 pm »
EL VIAJE DE NOí‰
Ahora bien, las caracterí­sticas de la nave-canoa, con alimentos y plantas parta sembrar en el paí­s nuevo, el hallazgo de una roca de tierra firme sobre la cual establecer un nuevo núcleo humano, la indicación de la cercaní­a de la nueva tierra por parte de un animal —aquí­ es un pulpo—, la equiparan a la nave-arca de Noíé que navega igualmente en busca de la nueva tierra. Y en la misma cábala lingí¼í­stica de quienes construyen bajo el signo del gallo, Noíé es la radical de Noí«lle, la natividad, el nacimiento. Con lo que seguimos en la constante 9 indicada en el relato primo de Pohnpei: en 9 ciclos (=meses) se forma (= nace) el ser humano.

Y —como no podí­a ser menos— exactamente cada 9 meses se reuní­an en Salapwuk —en cuyas espesuras se conserva la roca original de la isla, aquella que sirvió para su nacimiento—, el principal lugar de culto de Pohnpei, todos los iniciados, para unas celebraciones a las cuales estaba vedada la asistencia a todo extraño.


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Re: La isla de Pohnpei
« Respuesta #9 en: Junio 18, 2010, 10:30:29 pm »
EN EL SECRETO SANTUARIO DEL PACIFICO
Aventurarse en las espesuras de los montes de Salapwuk, en el reino de Kiti, puede llegar a constituir una de las experiencias más cautivantes en la vida de cualquier persona que busca. Como puede tambiíén convertirse en un sendero sin retorno. O ser simplemente una excursión por la jungla. Todo depende de la motivación con que uno emprende la ascensión hasta el núcleo habitado más elevado de Pohnpei. Allí­ se halla el gíérmen inicial de todo cuanto tiene que ver con los misterios de la isla.

La lenta ascensión a pie a travíés de la jungla propicia el que solamente llegue hasta Salapwuk aquíél a quien los celadores del santuario se lo permiten. Tanto es así­, que Miquel y yo fuimos los primeros extranjeros que han llegado a pisar aquellos parajes ví­rgenes. En busca del lago de agua dulce en el que, en las alturas de Kiti, crecí­a la misma hierba que crece abajo en el mar.

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Re: La isla de Pohnpei
« Respuesta #10 en: Junio 18, 2010, 10:31:52 pm »
LA AVENTURA DE LA BUSQUEDA
Dí­as antes le habí­a preguntado a Masao —uno de los iniciados de la isla— por el significado del nombre ‘Salapwuk’: «Allí­ hay una roca. Cuando la veas, sabrás por quíé se llama Salapwuk», me contestó escuetamente, para advertirme a renglón seguido: «Si logras subir con los contactos adecuados a las montañas, los celadores del lugar te mostrarán algo si creen que eres merecedor de ello; pero jamás te permitirán acceder a las cosas secretas que allí­ hay.» Pronto tendrí­a que darle la razón.

Tras el largo ascenso hacia las cabañas de Pernis Washndon —el celador visible (que no máximo) de los selváticos montes de Kiti— la primera condición que íéste me impuso fue el mutuo silencio sobre lo que allí­ hablarí­amos, compromiso que por supuesto no voy a romper, por lo cual solamente reflejaríé aquí­ parte de aquello que no atañe al mismo. Despuíés de lo cual comprobarí­a que los distintos vigí­as de la jungla montañosa estaban informados de nuestra presencia. Entrada ya la noche, acudieron una serie de hombres, con alguno de los cuales nos habí­amos cruzado ya en nuestro camino de ascenso. Pero otros acudieron de zonas aún más altas. En un momento nos vimos acosados por primero tres, e inmediatamente dos más, en total cinco de aquellos guardianes de Salapwuk que, machete en mano y a dos palmos de nosotros —que estábamos hombro con hombro intentando captar aquella situación —imponí­an la prudencia por encima de cualquier otra reacción. Tuvimos el segundo justo para confirmarnos mutuamente que aquello se salí­a de lo normal y podí­a derivar en algo feo si dábamos un paso en falso, cuando comenzaron a someterme alternativamente los cinco a un severo interrogatorio acerca del motivo autíéntico de nuestra presencia en Salapwuk. Sólo al cabo de un buen rato de esfuerzos por no perder parte del terreno tan pacientemente ganado, logríé restarle gravedad a la tensión que evidentemente se habí­a creado.

Miquel y yo nos turnamos para dormir aquella noche tan fascinantemente intrigante como incómoda y al dí­a siguiente nos internamos desarmados en las espesuras de la parte superior de Salapwuk, guiados por lugareños armados, circunstancia que nos impidió adoptar una postura de fuerza cuando se repitió un grave episodio de tensión entre ellos y nosotros. “Un comentario más y os pueden matar aquí­ mismo”, nos avisó la bonita Carmelida, que nos hací­a de intíérprete y que la ví­spera, advertida por Pernis Washndon de que guardara silencio sobre el contenido de nuestra converaación, comentó: «Si estuviera loca, hablarí­a.»

Los guardianes cumplieron perfectamente su cometido, puesto que regresamos despuíés de un dí­a de caminata a pie descalzo por la jungla, sin haber visto el enclave que yo buscaba. El lugar en el que, en íépocas pasadas, cuando se producí­a alguna sequí­a anómala, los chamanes invocaban la llegada de la lluvia, que no tardaba en presentarse, despuíés de haber clavado el sacerdote una vara en una abertura del terreno. Era exactamente la historia que ocho años antes me habí­a contado el superior del santuario de Aishmuqam, en la antigua ruta de los mercaderes que desde el Afganistán se dirigí­an a la capital de Cachemira, Srinagar. Guardaban allí­ el bastón de Musa (Moisíés), que solamente se usaba en aquel extremo norteño de la India para invocar la llegada de la lluvia, o el fin de una epidemia, siempre con inmediato resultado positivo.


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Re: La isla de Pohnpei
« Respuesta #11 en: Junio 18, 2010, 10:32:57 pm »
EL TAPON DEL MISTERIO
De cuanto se puede explicar, lo más importante que me traje de las espesuras de Salapwuk fue la explicación de su celador visible, Pernis Washndon, de que estos montes y la isla misma no constituí­an más —como su propio nombre esotíérico («Sobre el secreto») indica— que un tapón que esconde, al tiempo que señaliza, el emplazamiento del autíéntico misterio que se oculta en sus profundidades.

No tardarí­a en averiguar que este misterio guardaba estrecha relación con las noticias aparecidas a finales de los años 30 en la Prensa alemana.

De regreso del reino de Kiti pude ya, con lo averiguado en Salapwuk, poner todo mi empeño en averiguar el motivo de la existencia en la isla de una ciudad construí­da sobre islotes artificiales, aprovechando su arrecife coralí­fero.

Para ello habí­a que remontarse a la aparición en la isla, en íépocas remotas, de una pareja de instructores llegados desde el aire, en una nube, con la finalidad de buscar un emplazamiento idóneo para la construcción de una ciudad-santuario.

Hallaron este emplazamiento en un lugar en el que vieron luces bajo el agua, en el mar. Supieron por ellas que era íéste el lugar en el que debí­an construir una ciudad provocativamente distinta, sobre islotes artificiales, para señalizar la singularidad de aquel lugar.

Porque las luces que vieron les indicaban la existencia, allí­, de construcciones artificiales muchí­simo más antiguas, sumergidas bajo las aguas litorales de Pohnpei. Allí­ estabael inicio del ovillo que conducí­a al secreto que daba nombre y significado a la isla.

Todo un reto para esoteristas, arqueólogos e historiadores.


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Re: La isla de Pohnpei
« Respuesta #12 en: Junio 18, 2010, 10:34:13 pm »
LOS GRANDES INICIADOS
El Corán, en la Sura 18, habla de Al Raqim, la tabla que contiene las claves de la iniciación en la cueva. En Pohnpei los Sau Rakim fueron antiguamente los grandes iniciados —ya no queda ninguno hoy en dí­a— que guardaban los secretos y no los compartí­an con las demás personas. Los mantení­an ocultos, ya que de otra forma eran castigados con la muerte. Cuenta la tradición que conocí­an todas las antiguas historias de Pohnpei, y que cuando morí­an comenzaba a llover, a relampaguear y a tronar. Algo similar —se suceden en esta isla las conexiones planetarias— a lo que sucedió con motivo de la crucifixión de Jesús.

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Re: La isla de Pohnpei
« Respuesta #13 en: Junio 18, 2010, 10:35:19 pm »
LOS TSAMORO, SOCIEDAD SECRETA DE POHNPEI
Por debajo de los Sau Rakim, que eran los máximos iniciados de la isla, existí­a una sociedad secreta, la sociedad de los tsamoro. Los jefes de tribu se constituí­an automáticamente en miembros de esta sociedad, mientras que a los demás tsamoro se les exigí­a una demostración de sus aptitudes en el plazo de un tiempo de prueba de varios años de duración. Esta demostración consistí­a en el conocimiento de la lengua de la sociedad, que no era la del pueblo. Era por lo tanto un argot, una lengua de los argotiers, por lo tanto de los argo-nautas. Los tsamoro se reuní­an una vez al año en un lugar sagrado, rodeado de muros de piedra. El acceso les estaba vedado a los no iniciados, bajo pena de muerte inmediata. Durante sus reuniones secretas, los elegidos bebí­an sakau y cada uno ofrecí­a un recipiente de esta bebida sagrada a los seres superiores. Explicaríé enseguida en quíé consiste esta bebida. Valga decir antes aún que el jefe de la hermandad secreta de los tsamoro tení­a su sede en estos montes de Salapwuk en cuya jungla me hallaba, y en donde cada nueve meses se reuní­an todos los iniciados para un encuentro de cuatro dí­as de duración.

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Re: La isla de Pohnpei
« Respuesta #14 en: Junio 18, 2010, 10:36:21 pm »
UNA VEZ MAS EL CLICHí‰ DEL DILUVIO
Averiguíé en las oscuras noches de la jungla que existen allí­ naraciones legendarias que apuntan claramente hacia el recuerdo de una inundación total de la isla, o sea de un diluvio (para ellos obviamente universal). Literalmente: “Las inundaciones arrancaron toda la tierra de la isla” — dicen las tradiciones. Despuíés de haberse retirado nuevamente las aguas, alguien procedió a reconstruir un túmulo de rocas en Salapwuk, en el reino de Kiti. Pernis Washndon (el celador de los misterios de estos montes) me dijo en este contexto que Salapwuk no era más que el tapón que tapaba un secreto que se encerraba debajo del lugar que estábamos pisando. Y considerando que Salapwuk debe su razón de ser —como ya vimos en el anterior número de “Más Allá”— a la primera piedra, a la piedra angular, obligado es aportar aquí­ el dato de que en el texto apócrifo Testamento de Salomón, la piedra angular es aquella que se pone encima de la puerta del templo.