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Autor Tema: ... Y tras cuatro años de pesadilla, ahora quíé  (Leído 190 veces)

Zorro

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... Y tras cuatro años de pesadilla, ahora quíé
« en: Septiembre 10, 2011, 08:56:49 am »
... Y tras cuatro años de pesadilla, ahora quíé

por Iníés Abril en Cinco Dí­as
 
Por supuesto, el sentimiento era luctuoso, pero una cierta emoción reinaba en el ambiente. El espí­ritu de revivir Bretton Woods, de crear las instituciones internacionales del futuro, de poner coto a los desmanes del sistema financiero, de meter en vereda a los responsables del desastre, de hacer algo grande, en fin, para pasar a la historia planeaba sobre los participantes. Lehman acababa de caer y el mundo estuvo dí­as al borde del colapso, pero los lí­deres mundiales tení­an un plan para mejorar el planeta. "Reactivaremos la economí­a. Esa es la señal que mandamos a los mercados", se prometí­a, confiado, el presidente francíés, Nicolás Sarkozy. Era noviembre de 2008 y el mundo estaba de estreno.
 
Porque las crisis tambiíén se estrenan. La tragedia de Lehman cumplí­a dos meses e Islandia ya no era uno de los paí­ses más felices del mundo, sino uno quebrado, cuando los responsables de las principales potencias reunidas en el G-20 se concentraron en Washington en la primera gran cumbre contra la tormenta financiera mundial. Todo estaba por hacer. Tras año y medio mirando los signos inequí­vocos del huracán por encima del hombro (el tradicional sueño de que los miedos se pueden conjurar a base de negar la evidencia), estaban dispuestos a actuar. Un mundo de soluciones y medidas al alcance de la mano hací­an creer que existí­a una receta, que se podrí­a poner coto a la sangrí­a y recuperar la felicidad de los años pasados, cuando las crisis duraban un par de años y el globo estaba convencido de que, ahora sí­, se habí­a inventado la fórmula para vivir en un cí­rculo virtuoso de crecimiento sin fin.
 
Pero este estallido no era como los demás. "Es la peor crisis financiera desde la Segunda Guerra Mundial", habí­a advertido George Soros en enero de ese año.
 
Los lí­deres mundiales aprobaron la recapitalización del sistema financiero, herido entonces por las tristemente famosas hipotecas subprime (basura) y por el efecto en cadena de la caí­da de Lehman y el colapso de la aseguradora AIG; la creación de un colegio de supervisores para perseguir a las grandes entidades que operan en varios paí­ses, la aplicación de estí­mulos públicos multimillonarios para recuperar el crecimiento...
 
"Entonces se recapitalizó y se salvó la banca de Estados Unidos, de Reino Unido, de Holanda..., pero luego no se ha hecho nada más. Realmente, no se ha saneado el desastre de las subprime, que se hizo rápido y mal porque los bancos estaban intentando evitar que se endureciera la supervisión", explica Santiago Carbó, catedrático de Análisis Económico de la Universidad de Granada.
 
Llega la austeridad
 
Los ánimos empezaron pronto a enfriarse. La tan encomiada reforma financiera y la recapitalización de la banca aprobadas en la cumbre del G-20 en Washington estaban atascadas menos de un año despuíés. En junio de 2010, esta vez en Toronto, nada quedaba de las ansias de los estí­mulos fiscales masivos. La deuda y los díéficit disparados por las medidas para reactivar la economí­a pasaron a primer plano. La ola de la austeridad habí­a llegado.
 
El G-20 sabí­a lo que hací­a y sus peligros: "Hay un riesgo de que el ajuste fiscal sincronizado de varias economí­as pueda tener un impacto en la recuperación", señalaba el comunicado final de la cumbre de Toronto. Pero lo sacaron adelante. "No podemos dejar a las generaciones futuras un legado de díéficit y deuda pública", concluí­a el G-20. La canciller alemana, Angela Merkel, habí­a ganado la batalla. Solo la presidenta argentina, Cristina Fernández, clamó contra la polí­tica de austeridad.
 
Cuatro años y medio despuíés del primer indicio de la crisis, cuando todo se ha probado, las declaraciones solo despiertan escepticismo y el mundo vive incendiado por la ira de la sociedad ante sus gobernantes, el abismo vuelve a estar a la vuelta de la esquina. Y es una que está muy cerca, venga en forma de doble recesión o de un nuevo cataclismo en los mercados provocado, por ejemplo, por una bancarrota griega que arrastre consigo a otras naciones.
 
Pero, ¿quíé queda por hacer en un mundo que lo ha intentado todo, que se emocionó con los estí­mulos infinitos y las inyecciones públicas masivas para frenar en seco en cuanto las deudas soberanas se desmadraron y los mercados se tiraron a la yugular de los más díébiles?
 
"No cabe duda de que el margen de maniobra de las polí­ticas ahora es mucho más reducido que en 2008. No hay soluciones sencillas, pero eso no significa que no haya soluciones", animaba Christine Lagarde, directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), desde el tradicional encuentro veraniego en Jackson Hole (Estados Unidos).
 
Puede que el campo de juego sea ahora más estrecho y los llamamientos a recuperar los planes de estí­mulo caigan en saco roto en naciones escaldadas por ejemplos como el griego, pero al menos la sensación general es que el mundo no está igual que en los momentos posteriores a la quiebra de Lehman.
 
"Estamos en el mismo proceso que hace cuatro años, pero no en el mismo sitio", explica Tomás Garcí­a-Purriños, analista de economí­a y estrategia de Cortal Consors. "La tensión en el mercado interbancario es un hecho e incluso el propio Jean-Claude Trichet (el presidente del Banco Central Europeo) lo está reconociendo, pero estamos a niveles muy inferiores a 2008, cuando estaba disparado desde agosto Lehman quebró en septiembre. Así­ que es importante contextualizar las cosas. Hasta que no veamos un interbancario disparado, mejor no adelantar acontecimientos".
 
El alivio por la cierta contención del interbancario queda matizado cuando se echa un vistazo a las primas de riesgo y los seguros contra impagos de algunos paí­ses (Grecia, Portugal, Italia, España...) y los datos de crecimiento (o, más bien, de frenazo) de otros (Alemania, Francia, Estados Unidos...). "Estamos en un momento muy difí­cil porque la crisis de la deuda soberana, que es el aspecto que existe ahora de la crisis financiera, no tiene fácil solución y ha venido acompañada de unos claros signos de desaceleración de la economí­a mundial", señala el catedrático de Análisis Económico de la Universidad de Granada.
 
El fantasma de Lehman
 
Al menos, tampoco Carbó cree que la situación sea parecida a la era posquiebra de Lehman, "aunque estamos peor en algunas cosas, más fatigados, habiendo aplicado primero las medidas expansivas que luego fueron rechazadas porque es verdad que algunos paí­ses estaban viviendo por encima de las posibilidades..., con menos ases en la manga...".
 
Y, otra vez, el mundo se enfrenta a una vuelta de tuerca. Donde se dijo estí­mulos luego se pidió apretarse el cinturón. Ahora, el temor a que la crisis avance un capí­tulo más y se materialice la pavorosa W, la recaí­da en la recesión, fuerza otro cambio de rumbo. ¿Cuál? Nada menos que el regreso a los estí­mulos y a la recapitalización de la banca, pide el FMI. Sí­, exactamente el punto de partida.
 
Claro que hay matices, los estí­mulos no pueden ser generales ni para todos. Solo para los alumnos más aplicados. "Tiene que haber una coordinación internacional", señala Carbó, "porque si hay algunos paí­ses que deben desapalancarse otros tienen que tirar; no puede ser que Alemania estíé practicando una polí­tica restrictiva". Estados Unidos es otro de los paí­ses que debe arrimar el hombro y que vive un debate al rojo vivo sobre el tema. Por ahora, gana por goleada la austeridad, pero la tasa de desempleo, enquistada por encima del 9% en un paí­s nada acostumbrado a ello, está despertando algunas conciencias.
 
Y lo ha hecho en el mismo seno de la Fed, el banco central estadounidense. "Teniendo en cuenta lo realmente mal que estamos cumpliendo nuestro mandato sobre el empleo, propongo que la Fed tome en seria consideración acciones" para reducir el paro, ha señalado esta semana el presidente de la Fed de Chicago, Charles Evans. Incluso a costa de que "estas acciones incrementen el riesgo de que la inflación pueda superar temporalmente el objetivo a largo plazo del 2%".
 
Al menos, en los últimos dí­as hay dos lí­deres que parecen haber entendido el mensaje: Barack Obama por el lado del empleo en Estados Unidos y Merkel por la ví­a de reforzar la importancia del euro.
 
Pero entre las declaraciones y los hechos hay un largo camino por recorrer. "Sabemos lo que hay que hacer", admití­a Lagarde en su discurso del 27 de agosto. "Pero necesitamos un nuevo enfoque, uno que se base en decisiones polí­ticas eníérgicas, que considere todos los instrumentos de polí­tica, y que se ponga en práctica de forma coordinada a escala mundial", clamaba.
 
¿Se percibe en sus palabras un llamamiento a una polí­tica fiscal común en Europa? Parece que sí­. Y así­ lo reclaman la inmensa mayorí­a de los expertos nacionales (los alemanes seguro que piensan otra cosa). Un primer paso serí­a la creación de un Ministerio de Finanzas europeo con verdaderos poderes y desde ahí­ la aprobación de los eurobonos, aún muy lejos de despertar el consenso polí­tico y menos tras el portazo pegado este viernes por el economista jefe del BCE, el alemán Jí¼rgen Stark, por no admitir ni siquiera la compra de deuda de paí­ses con problemas por parte de esta institución.
 
Pero tampoco se puede descuidar el frente bancario. Las entidades estadounidenses necesitan recapitalizarse, pero las europeas tambiíén, para hacer frente sin miedo a la crisis de la deuda soberana. ¿Aunque para ello haya que volver a inyectar capital público? "Hay que empezar a romper el cí­rculo vicioso por algún sitio", argumenta Carbó. "Lo ideal serí­a un proceso ordenado que estimule la recapitalización privada, pero que sepan que el respaldo público esta ahí­".
 
Y no hay mucho tiempo para ello. Puede ser que el abismo no sea inminente (aunque eso depende de Grecia), pero tampoco está muy lejos.
 

La polí­tica llama a la puerta

Que la economí­a decide los designios de los paí­ses no es un secreto para nadie despuíés de la experiencia de la Gran Recesión, pero los conflictos polí­ticos internos tambiíén han funcionado como un palo en la rueda de dos de los principales paí­ses llamados a tirar de la recuperación.

En Estados Unidos, los problemas de Barack Obama para sacar adelante sus planes de estí­mulo por las reticencias no solo del Partido Republicano sino dentro de las propias filas demócratas han cortocircuitado las medidas de impulso económico. E incluso el plan de choque para generar empleo y reactivar el crecimiento reciíén anunciado tendrá un difí­cil paso por el Congreso estadounidense, como ya se han encargado de advertir los contrincantes de Obama.

En Alemania, Merkel gestiona la crisis fiscal europea más para sus votantes que para el beneficio continental y aun así­ cada vez pierde más respaldos. El apoyo del Tribunal Constitucional germano al primer plan de ayudas a Grecia permite respirar al Viejo Continente, pero la crisis griega no está ni cerca de solucionarse y el camino por delante es largo.
 

Fechas

Noviembre 2008. Por la recuperación. Los lí­deres del G-20 se reúnen en Washington en la primera gran cumbre para hacer frente a la crisis financiera mundial. Pese a las reticencias del todaví­a presidente de Estados Unidos, George Bush, la determinación del británico Gordon Brown, el francíés Nicolas Sarkozy y Barack Obama permite sacar adelante una declaración llena de promesas de planes de estí­mulo, de urgencia por la recapitalización de la banca y de supervisión de las entidades y productos financieros transnacionales.

Abril de 2009. Más expansión. La siguiente reunión del G-20 se celebra en Londres todaví­a con el entusiasmo inicial por los planes públicos de estí­mulo. Se aprueba una inyección masiva al FMI. En total, son 1,1 billones de euros adicionales para restablecer el críédito, el crecimiento y los puestos de trabajo en la economí­a mundial. El comunicado final de la cumbre reconoce expresamente que la crisis mundial se debe a fallos en el sistema financiero y en la regulación. Tambiíén se lanza la persecución a los paraí­sos fiscales y se crea el Consejo de Estabilidad Financiera, con poderes para alertar de riesgos macroeconómicos y financieros y actuar sobre ellos.

Septiembre de 2009. Se frena el entusiasmo. Solo un año despuíés de la caí­da de Lehman, el G-20 de Pittsburgh empieza a arrastrar los pies. Se prorroga la reforma financiera tan firmemente aceptada en la cumbre de Londres y se amplí­an los plazos para la completa puesta en marcha de mayores requisitos de capital a la banca.

Junio de 2010. Se impone la austeridad. El crecimiento de los díéficit y de la deuda siembra la alarma entre los paí­ses alíérgicos a la inestabilidad fiscal. Angela Merkel pone su influencia a trabajar a favor de un plan de austeridad que se impone en toda su extensión. La cumbre del G-20 en Toronto (en la foto, el presidente español, Rodrí­guez Zapatero) cambia el paso mundial.

Noviembre de 2010. Guerra de divisas. Las preocupaciones de la cumbre del G-20 en Seúl se centran en la guerra de divisas que se está produciendo, con China a la cabeza. Las medidas concretas para analizar la salud de los paí­ses y medir los desequilibrios externos quedan postergadas a la próxima cita del G-20, que se celebrará el próximo mes de noviembre en Parí­s


Estoy inmerso en la nueva fiebre del oro.