Los microcríéditos en Bangladesh, la creación de sistemas de salud en Pakistán, la promoción de jóvenes con talento sin recursos en Colombia, las empresas sociales con fines de lucro se han erigido en nuevos modelos de desarrollo.
Estos nuevos empresarios "sociales" vivieron en su día una experiencia traumática que les hizo dedicar su energía a tratar de resolver los problemas de mucha gente en cualquier parte del mundo.
Como el colombiano Felipe Vergara, cofundador y presidente de Lumni, cuyo mejor amigo, una persona superdotada para las matemáticas no pudo estudiar en la Universidad por falta de recursos; o el padre de los microcríéditos, el bangladeshi Muhammad Yunus, o el paquistaní Asher Hasan, fundador y presidente ejecutivo de un seguro míédico para pobres, Naya Jeevan, despuíés de ser testigo de una catástrofe en una empleada domíéstica.
"Una vez que plantas una semilla, se reparte por toda la plantación", dice Yunus, economista y fundador del Banco Grameen, cuya política de microcríéditos se ha extendido por todo el mundo.
El Banco de Yunus, del que tuvo que dimitir hace unos meses tras un políémico proceso judicial que concluyó que había superado en diez años la edad permitida, cuenta con 8,3 millones de prestatarios, entre ellos cerca de ocho millones de mujeres, del que dependen la vida de 40 millones de pobres en Bangladesh.
Copiado en todo el mundo, este proyecto ha permitiendo a los pobres que no tenían acceso a las entidades bancarias tradicionales, a acceder a pequeñas cantidades de dinero por las que pagan intereses bajos que les han cambiado la vida.
Habría que hacer dos tipos de bancos, uno para los ricos y otro para los pobres, propuso el premio Nobel de la Paz 2006 este sábado en el Foro Económico Mundial de Davos.
Para Vergara, empezar un negocio social no es diferente a iniciar uno tradicional.
"Tienes una idea, necesitas saber cuál es el impacto, el modelo de sostenibilidad, evaluarlo y al mismo tiempo hay que echar adelante el prototipo", explicó a la AFP.
El resultado es que su empresa tiene 2.600 alumnos en Colombia, Chile, Míéxico y Estados Unidos, que se benefician de críéditos que despuíés tendrán que devolver al menos en parte.
Lumni, que recaba fondos de empresas y donantes, entre ellos su compatriota Juanes, ofrece el dinero a los jóvenes estudiantes, quienes una vez que trabajan tienen que devolver un porcentaje de sus ingresos.
"Si el salario es bajo, el pago será bajo, y si el ingreso es alto, pues lo puede pagar", dice.
Vergara considera que la "adversidad es una bendición, porque te permite sacar cosas de ti para mejorar".
La diferencia de una empresa social con una ONG es que la primera busca combinar impacto social con rentabilidad, lo contrario de las organizaciones no gubernamentales.
Y cualquier negocio puede ser rentable. Eso lo sabe bien Hasan, que ha instaurado un seguro míédico para los pobres por el que pagan 1,5 dólares mensuales o grandes empresas como la aseguradora suiza Swiss Re, que vende millones de seguros para los pequeños agricultores contra los desastres climatológicos.
Tras el fracaso de los estados no sólo en el campo de la salud sino en el de la educación, Hasan, educado en Inglaterra, considera que las empresas sociales pueden jugar un papel fundamental y actuar como catalizadores.