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Autor Tema: Un pastel muy deseado: la caí­da de patentes de los biofármacos  (Leído 62 veces)

Eguzki

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Una de los grandes avances de la medicina en los últimos años han sido los medicamentos biológicos, normalmente anticuerpos, que han salvado miles de vidas, por ejemplo, a pacientes con cáncer. Su producción es cara, su coste para los sistemas sanitarios es alto y los ingresos que aportan a las compañí­as farmacíéuticas son muy considerables. Pero en los próximos cuatro años, gran parte de estos superventas habrán perdido su patente, y entonces entrarán los biosimilares (copias elaboradas por otras compañí­as). En juego hay miles de millones de euros en ventas por cada uno de ellos.

En la actualidad, el 27% de ventas de terapias en Europa corresponde a biofármacos, con un crecimiento superior al 5% anual, según datos de la consultora IMS Health, por encima del 1,9% del total del mercado. Comúnmente están enfocados a patologí­as como el cáncer o enfermedades autoinmunes.

El mercado actual de los biofármacos se mueve en unas cifras de alrededor de los 50.000 millones en el mundo. Para 2020 está previsto que los biosimilares (fármacos sin patente) se haya comido un parte de ese pastel de más de 6.000 millones, desde unos niveles prácticamente inexistentes en la actualidad.
El fármaco que más ingresos produce en el mundo es el antiinflamatorio Humira, que aportó 11.844 millones de dólares (10.740 millones en euros) en ventas al laboratorio Abbvie en 2014. De momento, esta compañí­a de EE UU puede estar tranquila hasta 2018, cuando finalice la protección de su patente. Pero cuando la pierda, previsiblemente algunos rivales ya tendrán preparado un biosimilar para quitarle cuota de mercado.

Los biosimilares son medicamentos biológicos que son aprobados cuando los originales pierden la patente, igual que un geníérico accede al mercado cuando un fármaco quí­mico cede sus derechos de exclusividad. El negocio es muy nuevo, donde pocas compañí­as cuentan con sustitutos.

Entre los 10 fármacos más vendidos en Europa, ocho son biológicos. De ellos, Herceptin y Mabthera (del laboratorio suizo Roche), Remicade (de Janssen) y Clexane (de Sanofi) ya han perdido la patente. Enbrel (de Pfizer), la cederá este año, Lucentis (de Novartis), el próximo año y, por último, Avastin (Roche) en 2019.

Aún así­, entre los que ya han perdido la patente, solo Remicade cuenta con un biosimilar, que en España comercializan la multinacional Hospira, cuya compra por parte de Pfizer se hará efectiva en los próximos dí­as, y la catalana Kern Pharma (con una licencia de la coreana Celltrion). Este biológico es un anticuerpo monoclonal para enfermedades como artritis reumatoide, colitis ulcerosa o psoriasis.

Los biosimilares han entrado a la sanidad pública española con una rebaja de alrededor del 25% del coste del original, lo que supone un importante ahorro en el gasto sanitario, ya que estos tratamientos tienen costes superiores a los varios miles de euros. Entre 2015 y 2019, según Aeseg (la patronal del geníérico), expirarán las patentes de los medicamentos biosimilares más vendidos en el mercado, liberando 1.500 millones para las arcas públicas.

El próximo biosimilar que se espera es el de Herceptin. Aunque desarrollar estas copias biológicas no parece tan sencillo como hacerlo con un geníérico convencional. De hecho, requiere entre 300 y 500 millones de inversión.

Actualmente pocos laboratorios se han lanzado a un reto tan exigente. El desarrollo y fabricación requiere nuevos ensayos clí­nicos con pacientes, que garanticen una seguridad y eficacia igual a la terapia original. Entre las grandes multinacionales que han decidido invertir en biosimilares, y así­ arrebatar cuota de mercado a los actuales lí­deres, se encuentran Pfizer, Sandoz, Mylan, Teva, Stada o Baxalta.

En EE UU, por su parte, la Corte Suprema aprobó el pasado julio el derecho del biosimilar Zarxio (de Sandoz) a competir con el original Neupogen (de Amgen). A partir de septiembre será el primer biosimilar en el mercado farmacíéutico más grande del mundo.

Alfonso Simón Ruiz