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Autor Tema: “Es el estado del alma lo que determina la salud”  (Leído 563 veces)

Scientia

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“Es el estado del alma lo que determina la salud”




Entrevista a Ghislaine Lanctí´t sobre medicina y salud, ” Primero el alma se enferma y le sigue el Cuerpo “

Desde que Ghislaine publicó su primera obra en la que pone en tela de juicio el funcionamiento del sistema míédico –por ocuparse de la enfermedad, más que de la salud–, muchas conciencias han quedado inquietas. Para avivar estos temas, la autora, que transmite paz y seguridad, nos ha concedido un poco de su tiempo para compartir con los lectores su filosofí­a de vida.

Ghislaine Saint-Pierre Lanctí´t nació en 1941, su padre y su abuelo eran farmacíéuticos y ella empezó la carrera de Medicina para complacerles. «Yo querí­a ser filósofa. Pero creí­a que lo de pensar no iba a aportarle nada a la gente. Pensíé, voy a hacer algo útil, que beneficie a la población, y como me criíé en este ambiente decidí­ hacer la carrera de Medicina. Al final he dejado todo eso y lo que hago ahora es lo que querí­a hacer desde el principio».

Guislaine está divorciada y tiene cuatro hijos. «Lo que a mí­ me abrió los ojos –continúa la escritora– fue mi divorcio. Es lo que me despertó. Cuando los niños se marchaban a casa de su padre tení­a tiempo para mí­, no sabí­a lo que era eso, me habí­a olvidado de mí­ misma. Yo trabajaba pero me ocupaba mucho de la familia, para mí­ era la prioridad. Entonces, como un fin de semana de cada dos, no tení­a a los niños, estaba obligada a ocuparme de mí­ misma y es así­ como empecíé a evolucionar, a conocer gente y a descubrir cosas, a salir de la prisión de la familia. Despuíés de esto, viví­ seis años en Estados Unidos. Yo nací­ en Montreal (Canadá), pero entre 1984 y 1990 estuve en Estados Unidos. Esta experiencia me abrió los ojos sobre lo que es el negocio de la medicina porque es así­ como lo llaman allí­. Aquí­ en Europa y en Canadá hacen creer que es como trabajar por el bien del enfermo, que es un tema social.  A la vuelta de Estados Unidos, escribí­ La mafia míédica cuya primera edición se publicó en 1994».

El colegio de míédicos le puso una demanda, el proceso duró un año y desde entonces la escritora imparte seminarios para que la gente entienda y tome conciencia de que es el estado del alma lo que determina la salud mental. «Cómo mejorar el estado de mi alma para mejorar el estado de mi cuerpo», dice Ghislaine.

Pregunta: Su visión actual de la salud es completamente distinta a cuando era míédico ¿En quíé momento y por quíé dio usted un giro radical a su carrera?
Respuesta: A lo largo de los años empecíé a ver cosas que no me parecí­an sensatas, que no tení­an lógica, como por ejemplo, seguir dando medicamentos aunque no funcionaran, aunque no se curara la persona. Yo no entendí­a, por ejemplo, como en un cáncer se aplicaba la quimioterapia si lo que hace es enfermar aún más a la persona que acaba por morirse de todos modos.
Cuando aparecieron las medicinas suaves pensíé que eso era interesante, y yo he ido a encontrarme con personas que practicaban la medicina alternativa y entonces me di cuenta de que lo que hací­an era muy interesante, incluso mejor que lo que hací­amos nosotros en la medicina convencional. Esas personas me acogieron, me mostraron lo que hací­an, cómo actuaban. Y yo pensíé: ¿por quíé no nos han enseñado esto a los demás míédicos? ¿Cómo puede ser que no lo enseñen en la facultad y que además a estas personas las tachen de charlatanes y de estafadores? Yo me encontríé con ellos y vi que eso no era cierto, no eran charlatanes. Así­ fue como me empecíé a plantear cosas. Cuando acabíé la carrera de Medicina yo estaba convencida de que hacia el año 2000 ya no habrí­a más enfermedad en el mundo, tení­a una confianza ciega en la medicina que me habí­an enseñado. Sin embargo, veí­a que el tiempo pasaba y que la salud de las personas iba empeorando. Me percatíé tambiíén de que medicamentos que no funcionan se siguen recetando, y que se practicaba una guerra en contra de las medicinas alternativas. Además, yo era flebóloga y habí­a abierto centros de flebologí­a en distintos lugares del paí­s, lo que me llevó a experimentar de cerca el negocio de la medicina tradicional. Y ahí­ sí­ que entendí­ muchas cosas.

P: ¿Quíé papel juegan para usted las medicinas alternativas?
R: Las medicinas alternativas producen un bienestar más interesante que el que proporciona la medicina convencional. La medicina convencional corta, quema y envenena. Corta con las operaciones, envenena con la “quicio” y con los rayos. Las medicinas suaves pueden poner orden de forma temporal en el cuerpo, pero como el problema está en el alma, antes o despuíés habrá que afrontar el problema del alma.
Es el alma quien enferma a los demás cuerpos. Por ejemplo: mi trabajo ya no me conviene, tengo náuseas por la mañana cuando pienso que tengo que ir a trabajar, entonces empieza a dolerme la espalda, las rodillas, la tripa… Puedo ir a ver a alguien que practique la medicina suave, va a ayudar a mi cuerpo, puedo tener tratamientos de tíécnicas energíéticas que ayuden a mi cuerpo emocional y mental; pero hasta que no solucione lo que pasa con mi trabajo voy a seguir enfermando porque mi alma me dice «sal de aquí­Â». Es interesante, porque el alma entrega un mensaje cada vez más fuerte y cuando no lo entiendes “te lanza un ladrillo a la cabeza”: un accidente de coche, un divorcio, alguien que muere en la familia, una enfermedad, perder el trabajo… Algo fuerte para que tú reacciones.

P: Desde su punto de vista como «míédica del alma» ¿cree que hay alguna solución a este tipo de enfermedades?
R: Nunca es demasiado tarde, la sanación puede ocurrir en cualquier momento.

P: ¿A usted le va bien esta filosofí­a de vida?
R: A mucha gente le funciona, no sólo a mí­. No es el míédico el que puede sanarme.

P: Cada vez hay más casos de cáncer cuyos enfermos reciben quimioterapia. ¿No cree que en algunos casos la quimioterapia cura?
R: La quimioterapia es veneno. Normalmente no hace bien a nadie. Hay que saber que hay siempre un conflicto, cualquier enfermedad es psicosomática. Siempre hay un conflicto a raí­z de una enfermedad, pero si yo identifico el conflicto y lo soluciono, la enfermedad se va. Así­ entendí­ que la medicina esta totalmente controlada por el dinero. Entonces, lo que nosotros hací­amos como míédicos era enfermar más a las personas para así­ generar ganancias para la industria. Entonces, ¿quíé es la salud? En la facultad sólo me enseñaron lo que es la enfermedad. Entonces, ¿quíé es gozar de buena salud? Yo lleguíé a la conclusión de que el cuerpo sólo manifiesta el estado del alma. Y cuando mi cuerpo está enfermo es porque mi alma está enferma. Entonces el cuerpo por sí­ solo no enferma, es como un espejo que refleja lo que pasa dentro. Para ver mi alma, miro mi cuerpo y veo lo que hay en mi alma. Entonces no sirve de nada tratar sólo el cuerpo. Hay que mirar el alma, ¿quíé es lo que no funciona en el alma, cuál es la enfermedad del alma? Es la guerra. Porque mi alma me dice internamente que haga algo y mi ego me dice que haga lo contrario. Entonces hay una guerra interna. La enfermedad es siempre la manifestación de un conflicto dentro de mí­. Hay dos aspectos: el cuerpo y el alma. ¿Quíé quiere el alma? El alma quiere la emancipación del Ser y el cuerpo quiere la seguridad del haber, del tener. Cada uno tira por un lado, el estríés significa la guerra interior. Cuando trato el alma, todo el cuerpo se alinea sobre este equilibrio. No quiero decir que no haya que cuidar el cuerpo fí­sico, sino hacer las cosas en el orden correcto. Primero el alma, despuíés el cuerpo mental, despuíés el cuerpo emocional y despuíés el cuerpo fí­sico. Y lo solemos hacer al revíés. La medicina convencional se encarga del cuerpo fí­sico, y no trata el resto.

P: ¿No cree que la propia sociedad demanda que el míédico se ocupe del cuerpo fí­sico y le díé una medicina para el dolor?
R: La sociedad misma, nosotros somos los que creamos esta mafia a nuestra imagen y semejanza. El problema es que damos prioridad al «tener» sobre el «ser», íése es el desorden, priorizar el cuerpo en vez del alma. Para volver al orden hay que dar prioridad al alma en lugar de otorgársela al cuerpo, eso genera orden, paz y salud.

P: Eso es mucho más complicado que tomarse una pastilla…
R: Cierto, pero ¿quíé hace una pastilla? Te da la ilusión de que estarás mejor, pero con el tiempo reaparecen los sí­ntomas.

P: En el caso del paludismo, por ejemplo, alguien sano se enferma por beber agua contaminada, ¿tambiíén en este caso insiste en su teorí­a?
R: Esto es válido para todo. No hay ningún microbio exterior que haga enfermar, soy yo la creadora de mis enfermedades. Y íésta es la verdadera enfermedad del alma, el no saber que soy yo quien la está creando. Como yo pienso que no soy responsable, me imagino creadores exteriores: microbios, tumores, etc. Por ejemplo un simple catarro: hace frí­o, me cojo un catarro. Y puedes tener un catarro en verano, es un sinsentido, no tiene nada que ver con el frí­o. Con esta estructura de pensamiento voy generando la guerra hacia los factores exteriores. Y por eso se crearon las vacunas. ¿Quíé son las vacunas? Dar la enfermedad de forma más debilitada para que el cuerpo reaccione. Es decir, no tengo la enfermedad pero si algún dí­a la contraigo, serí­a menos grave porque ya me he puesto la vacuna. Te voy a dar otro ejemplo, tengo miedo de que mi hija sea violada. Entonces le voy a dar un violador debilitado, entonces si un dí­a la violan será menos grave porque habrá tenido un pequeño violador y entonces estará preparada. La vacuna funciona igual. Es algo de locos. Vivir en el desorden lleva a este tipo de locuras. Por ejemplo, la gripe aviar. ¡Es extraordinario! Cerca de donde vivo habí­a una experta muy seria que vino de parte de las autoridades míédicas y nos ha dado cifras: en el plazo de nueve años se murieron cerca de 152 personas de gripe aviar en el mundo, solo en Canadá mueren cada año 10.000 personas por errores míédicos, no de enfermedad sino de equivocaciones. ¡Yo creo que más bien habrí­a que vacunar a los míédicos! No hay epidemia, no hay nada. Entonces se ha creado una pandemia a escala mundial, en la cual se han gastado millones de dólares para tratarla pero no hay nada. Esto está en preparación desde hace muchos años. Llevamos de cinco a siete años oyendo hablar de una pandemia. ¿Cómo se puede anunciar que va a haber una pandemia? Una epidemia surge, ocurre, pero no la puedo prever, es un montaje.

P: Pero la gente tiene miedo…
R: Sí­, es una forma de manipulación mental para llevarles a pensar que va a ocurrir una epidemia. Y un dí­a, cuando ocurra, las autoridades dirán que ya lo habí­an previsto. Es algo que está preparado desde hace mucho tiempo, hay un proceso escondido detrás de esto. Yo no síé exactamente lo que es, puede ser, por ejemplo, ponerle a todo el mundo un chip electrónico porque cuando hay una campaña de vacuna se puede poner cualquier cosa en la jeringuilla. Así­ que es posible que haya una estrategia que consista en decir que hay una epidemia y que hay que vacunar a todo el mundo y entonces pondrí­an el microchip. Yo estoy segura de que hay algo detrás, un propósito escondido en decir que hay una epidemia y que hay que tener cuidado. Es una hipótesis. De todos modos sea para lo que sea el propósito es el control sobre la población.

P: ¿Tiene todo esto algo que ver con la trilogí­a de la mentira de que habla en su libro La mafia míédica?
R: Hablo mucho de las vacunas en el libro y lo que yo digo a este respecto en el libro, es lo que desencadenó la ira del colegio míédico. Porque las vacunas no se tocan, son sagradas, puedes hablar de cualquier cosa; la industria, los medicamentos… pero cuidado con las vacunas. Porque las vacunas otorgan importantes ganancias a la industria, pero a las personas les puedes transmitir cualquier cosa. La vacuna es un medio para producir genocidios con un blanco especí­fico.
Cuando se quiere distribuir a un pueblo o a una raza, la administran, mira lo que está ocurriendo en ífrica. Ellos lo llaman sida, pero ¿quíé significa sida? «Sí­ndrome de Inmunodeficiencia Adquirida». Entonces es el propio sistema inmunitario que se ha debilitado, de modo que cualquier afección es mucho más grave.

P: ¿Quiíén está detrás de toda esta estrategia?
R: Los que mandan. Hay un gobierno mundial que tiene todos sus ministerios, para la salud es la OMS, pero tambiíén están la UNESCO, UNICEF, FAO, FMI, Banco Mundial, etc. Todos los paí­ses miembros de la ONU obedecen las órdenes del gobierno mundial.

P: ¿Ve solución para esta situación?
R: Sí­, sino mal vamos. La solución que yo propongo en el libro es la soberaní­a individual. Es tomar conciencia como persona individual de que soy yo la que tiene el verdadero poder. Por ejemplo, los McDonald’s, cuando la gente deja de ir a estos restaurantes. Si yo dejo de comprar y de dar dinero a las multinacionales ya no valen nada, no ganan dinero. Si los enfermos dejan de ir al míédico, se derrumba el sistema míédico, si dejo de pagar impuestos no hay gobierno. Entonces ¿dónde está el verdadero poder?, en la persona y la palabra SOBERANíA, significa el poder último, el más alto, que siempre hemos pensado que estaba fuera y está dentro de nosotros.
Si pensamos en el poder más elevado, pensamos en Dios. Y ¿quíé es Dios? Es el espí­ritu que crea todo el universo y esto está dentro de uno, no fuera. La solución viene cuando yo tomo conciencia de quiíén soy verdaderamente y que voy a comportarme tal y como yo soy, encontraremos la salud perfecta y la inmortalidad, que es más interesante que morir ¿no?

P: Y ¿Cuál es el primer paso que debemos dar?
R: Primero empieza por tomar una decisión, que consiste en dar rienda suelta a mi alma, es mi alma quien manda y no el ego, entonces dejo de pelearme, escucho lo que me dice mi alma. Por ejemplo, mi alma me dice: «deja este trabajo, ya no resuena contigo, deja de hacer eso»; pero el ego me dirá: «No, ¿estás loca?, tienes que pagar el alquiler, sostener la familia, ser buena madre…». Esa es la guerra, entonces dejo de pelear y escucho a mi alma. Y el ego empieza a agitarse y a ponerse inquieto ¿quíé va a pasarme? Quiere controlar, es su función. ¿Quíé va a ser de mí­? Pues no lo síé, soy yo la que va creando quíé va a pasarme. ¿Me voy a pelear conmigo misma? No, voy a hacer las paces.
Algo que se puede hacer varias veces al dí­a y que mejora automáticamente cada vez la salud, es decir la verdad. Mentimos todo el tiempo, pero incluso sin darnos cuenta, estamos tan acostumbrados a hacerlo… tenemos mentiras gordas y otras que se llaman «medias verdades», pero la mitad que falta es una mentira. Y hay otra categorí­a de mentiras que son por omisión. Y esto se llama un secreto. A veces mi hijo viene a verme y me dice: «Mamá, tengo que decirte algo, pero no se lo digas a nadie». Si es un secreto y tú no puedes guardarlo, no me pidas a mí­ que lo guarde. Si para ti es un secreto y me lo transmites a mí­ porque pesa mucho sobre tus hombros, yo tampoco lo voy a guardar.
Son cosas del dí­a a dí­a. Si me quedo en la mentira y siempre estoy mintiendo, poco a poco voy destruyendo mi salud. Miento y me miento porque tengo miedo, es el ego el que miente, el alma nunca miente.
Si voy buscando el amor exterior, sufro. Si vivo con amor por mí­, enfocado hacia mi interior, no por miedo de lo que la gente pueda pensar de mí­, mi salud mejora.
Por ejemplo, toco aquí­ y siento un bulto en el pecho. Tengo dos posibilidades o me quedo aquí­ quieta y no hago nada, o me voy corriendo al míédico. Si voy al míédico me va a decir que tengo un cáncer. En la mente está escrito «Cáncer igual a muerte». Entonces si yo he sentido miedo y he ido al míédico, el doctor me ha asustado aún más y me recomienda quimioterapia. A mí­ eso no me agrada porque la gente que conozco que se la ha hecho se pone verde, siente náuseas, no tiene pelo y tienen un estado muy debilitado y triste. Entonces cada vez tengo más miedo, cada vez estoy más enferma y cada vez me acerco más a la muerte.
Eso ocurre si tomo la opción del míédico. En el otro caso mi cuerpo me muestra que hay un conflicto interno, el bulto en este pecho es un regalo que me hago a mí­ misma, no quiero quitármelo, es mi espejo el que me está indicando algo. Le voy a decir al bulto: ¿quíé tienes que decirme?, háblame. Gracias por manifestarte. Te escucho, háblame de mi conflicto. Entonces yo digo a mi alma: te dejo libre. Voy a vivir y sentir el miedo a morir. De esta forma yo puedo sanar definitivamente, no una remisión temporal si no una verdadera sanación.
Por ejemplo, ¿quíé es un divorcio? Una ruptura. Algo me dice: «no, no te tienes que divorciar, quíédate junto a esa persona» y algo me dice: “no, ya se acabó”. Actualmente hay más divorcios porque la conciencia se eleva y la gente hace más caso a sus sentimientos. El divorcio y dejar un trabajo no son buenas opciones para la seguridad del haber. Hay cada vez más personas que dejan carreras brillantes porque ya no le encuentran sentido a lo que hacen. Es normal porque la conciencia se eleva.
Si no hago caso a mi alma y sigo en ese trabajo me enfermo y cuando voy al míédico me manda antidepresivos. ¿Y quíé son los antidepresivos? Son drogas que hacen que yo ya no sienta nada. «Mi trabajo bien, seguiríé con íél». Con ayuda de estas pastillas soy efectivo y puedo seguir pagando la hipoteca.
Algo que causa mucho estríés es el endeudamiento de las familias. Una manera de sanarse es salir de este sistema de endeudamiento porque supone esclavitud. Es la «simplicidad voluntaria», es un movimiento social de gente que lo adopta deliberadamente. Yo no lo recomiendo como movimiento social, pero sí­ como medida temporal para salir de esta trampa. De forma que, las necesidades materiales dejan de ser la prioridad en mi vida y más bien es el alma lo prioritario. La «simplicidad voluntaria» consiste en reducir las necesidades materiales. Por ejemplo si tengo una casa grande con una hipoteca muy elevada, un cochazo a juego con la casa, hijos que visten de marca, van a una escuela privada, etc. Todo eso cuesta dinero y tengo que seguir trabajando, pero ya no me gusta mi trabajo y ahí­ estoy preso… y eso es un estríés tremendo. La persona piensa que no tiene salida: «si dejo mi trabajo ya no seríé capaz de ofrecer caprichos a mis hijos, perderíé a mis amigos “pijos”, mi prestigio, mi mujer, reputación…» No se puede imaginar la vida sin nada de eso, pero es posible. Vendo la casa, vendo el coche, vamos a una casa más pequeña, los niños dejan de ir al colegio privado y se les manda a uno público y así­ tengo tiempo para mi alma. Eso es realmente la salud, esas cosas de la vida cotidiana son las que hacen que mi salud estíé mejor o peor.

P: Usted demostró ser muy valiente cuando escribió el libro “La mafia míédica”, que le costó la expulsión del colegio de míédicos, supongo que vivió un conflicto importante. ¿Cómo se decidió a dar el paso?
R: Yo sabí­a que publicando ese libro se acababa para mí­ la carrera de medicina. Yo me acuerdo de ese momento y me dije: «Si no escribo este libro, me muero». Quizás no hubiera muerto rápidamente, pero sí­ a nivel del alma. No fue tan difí­cil, más difí­cil fue dejar mi papel de «buena madre».

P: ¿A quíé se refiere?
R: Mis niños ya no lo son, ya no soy madre. Tuve que dejar de preocuparme por mis hijos. Un pasaje importante fue que mi casa ya no era más su casa. Yo tengo dos hijas y cada una de ellas habí­a dejado en mi casa dos tazas para el desayuno. Hace más de un año llegó una amiga y me ofreció dos tazones, no tení­a sitio para ponerlas todas y decidí­ quitar las tazas de mis hijas. ¡Eso fue tremendo! Era un sí­mbolo del ví­nculo con mis hijas y se trataba de cortar ese tipo de lazos. Entonces una dijo que “vale” y la otra dijo que “ni hablar” y volvió a colocar la taza en su sitio. Yo le dije: «pues tú haz lo que quieras, pero yo ya he hecho lo que tení­a que hacer».

P: El desapego, entonces, ¿tiene que ver con conseguir una buena salud?
R: Sí­, cuando estoy apegada a algo es que tengo miedo de perderlo y si tengo muchos apegos no puedo avanzar. Con mi libro “La mafia míédica” todo se fue: el tí­tulo de míédica, la profesión… Cada uno tenemos cargas y apegos distintos.

 fuente: balorum.wordpress.com
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