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Autor Tema: Estas son las 10 perfecciones de las personas iluminadas  (Leído 506 veces)

Scientia

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Estas son las 10 perfecciones de las personas iluminadas
« en: Mayo 30, 2016, 09:50:03 pm »
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Estas son las 10 perfecciones de las personas iluminadas
soyespiritual.com

La  verdadera salud mental requiere  intensa determinación y esfuerzo para lograrla.
Como una bella flor,  brillante y fragante, son las palabras finas y veraces  del hombre que dice lo que piensa.
El Buda
El siguiente modelo referente a las cualidades del bienestar psicológico excepcional, se deriva de la tradición Theravadin, la escuela más antigua del budismo.  Describe diez caracterí­sticas, cualidades o atributos, que según dicen, caracterizan a la gente sana. Se dice que la persona iluminada posee estos rasgos llevados a la más alta perfección  y de ahí­ que los llamen “Las diez perfecciones”.
Todos poseemos estas cualidades en grado diferente y somos capaces de cultivarlas practicando un estilo de vida basado en la íética, la meditación y el desarrollo de la sabidurí­a.  Estas diez cualidades son:
La determinación :   El budismo establece que el grado de logro y la comprensión de uno se deben a la propia determinación, ningún agente externo puede intervenir por nosotros. El logro de la verdadera salud mental requiere una intensa determinación y esfuerzo.   Afortunadamente, las diez perfecciones son al mismo tiempo el medio y el fin. A medida que uno progresa se van consolidando, de forma que la determinación se desarrolla con la práctica.
La energí­a:   La determinación y la energí­a están í­ntimamente relacionadas. La energí­a y el esfuerzo son esenciales para superar la tendencia a la pereza y  a la inercia.  Recientes estudios encefalográficos han revelado que las personas que se inician en la meditación, a veces, presentan bajos í­ndices de agilidad cerebral y sí­ntomas de sueño.
iluminada
La íética :   La íética es un mecanismo funcional y práctico, esencial para el ejercicio mental y que no debe confundirse con la moralidad. El comportamiento poco íético tiene efectos nefastos sobre la actividad y el control mental. La falta de íética viene motivada por emociones poderosas como la avaricia, la ira y la aversión que aprisionan la mente y la hacen incontrolable, ocasionando estados aún más disruptivos como la agitación o la culpabilidad.  La práctica de la íética invierte este proceso y extingue esas emociones y adiciones, poniendo de manifiesto que las dicotomí­as entre el egoí­smo y el sacrificio, el tú y el yo, la ganancia y la perdida no tienen sentido.
La veracidad:   La mentira, al igual que la falta de íética, de la cual forma parte, consolida las adicciones, temores y torpes comportamientos que la motivan y trae consigo más emociones destructivas, como la culpabilidad, la agitación y la ira.   Además para justificar la primera mentira hay que seguir mintiendo. La práctica impecable de la veracidad, incita a la práctica de la íética, requiere un conocimiento preciso del lenguaje y la motivación, realza la percepción clara y la memoria de los acontecimientos, que de otra forma la mentira los distorsionarí­a. Tambiíén libera la mente de la culpabilidad y del temor de ser descubierta y por consiguiente hace que disminuya la agitación y la preocupación.
La renuncia :  La renuncia es un atributo algo extraño en nuestra manera occidental de pensar pues tiene connotaciones de ascetismo, sacrificio y renuncia al placer. Sin embargo en la psicologí­a budista quiere decir que, en realidad, se renuncia voluntariamente a la fuente del placer con objeto de tener acceso a placeres de una naturaleza más profunda y permanente. La psicologí­a budista reconoce cuatro tipos de placer: el placer sensorial, el placer que proporcionan los estados extremos de concentración, el placer de la intuición, es decir, el que procede de la claridad mental y el placer del Nirvana.
Los modelos occidentales reconocen los del primer tipo, los del reino sensorial, entre los cuales la psicologí­a budista incluye los placeres mentales, como la memoria y la fantasí­a ya que los considera como entradas sensoriales.  La renuncia se considera,  como el abandono de los placeres sensoriales para cultivar los tres restante, algo que coincide con la prioridad de necesidades de Maslow.   La renuncia conlleva tambiíén un estado de vida voluntariamente sencillo.
La paciencia:   La impaciencia es la consecuencia de la insatisfacción causada por la experiencia presente y por el ansia de la experiencia anticipada. El resultado es un estado mental de inquietud caracterizado por el desasosiego y la fantasí­a.   La palabra paciencia, la relacionan los budistas con la tolerancia, la indulgencia y la clemencia.   La mente paciente no se irrita con facilidad, perdona rápidamente, es íética, indulgente consigo mismo e incluso perdona a aquellos que no lo son; dicho de otro modo, es paciente no sólo con situaciones y cosas, sino tambiíén con las personas y sus dificultades.
La ecuanimidad :  La mente que reacciona mediante condicionamientos automáticos de agrado y desagrado está dominada por el placer y el dolor. Dicha mente está a merced del entorno, es turbulenta, difí­cil de controlar, no tiene poder de concentración, es inconstante en el propósito y la orientación. Se vuelve insensible  a la percepción y a la intuición.  A fuerza de entrenamiento, la  reactividad condicionada por fuertes impulsos afectivos disminuye y poco a poco la mente se vuelve menos susceptible y más serena.De esta forma, es más fácil controlarla y permanece imperturbable frente a múltiples experiencias, es capaz de ser ecuánime.
La generosidad:   Desde tiempos inmemoriales se ha considerado la generosidad como el medio y el fin de todas las disciplinas más importantes de la conciencia y de todas las grandes religiones.  Parece ser que es un poderoso inhibidor de hábitos mentales como la avaricia, la ansiedad y el odio. Según las investigaciones contemporáneas, las personas psicológicamente maduras son más caritativas y ayudan más al prójimo que las inmaduras.
El ser totalmente iluminado actúa espontáneamente y de la mejor manera para servir al prójimo. Por lo tanto, el dar ya no es un sacrificio, sino una expresión natural y alegre de la perfecciones de bondad, renuncia y íética que comúnmente están relacionadas entre sí­.
La bondad:   La psicologí­a budista describe varias prácticas para cultivar la bondad. Algunas son similares a ciertas tíécnicas de cambio de comportamiento, como la insensibilización sistíémica. Sin embargo en lugar de que la serenidad reemplace a la ansiedad, en las prácticas budistas de bondad se reemplazan los estados perniciosos como la ira y el odio. Estas prácticas están basadas en los poderes estrictos de la concentración, donde uno puede percatarse de la experiencia de la bondad u otras cualidades deseadas.
Se recomiendan cuatro cualidades: la bondad universal, la misericordia universal, la alegrí­a de conocer el bienestar de los demás y la ecuanimidad. Cuando la mente totalmente concentrada está en posesión de estas cualidades sin vacilaciones, se dice que produce estados sumamente positivos y beneficiosos.  Cuando la estricta concentración se relaja, estas cualidades tienden, en parte, a disiparse aunque queda la predisposición para el futuro y desaparece la ira. Cuando la bondad se ha perfeccionado, ya no depende de los estados especí­ficos de conciencia, sino que surge espontáneamente.
La sabidurí­a:   La sabidurí­a tiene muchos niveles, se necesita una cierta cantidad de ella para iniciar cualquier ejercicio mental.  Estos ejercicios disminuyen las distorsiones perceptivas, los hábitos, los sentimientos y el comportamiento pernicioso y conducen a una percepción más clara y a una mayor concentración.  El resultado es un ciclo de retroalimentación positivo, en el cual se reconoce, gracias a la sabidurí­a, la necesidad de desechar los hábitos perniciosos y cultivar los buenos, que a su vez conducen a una mayor sabidurí­a.  Llegando así­, a una profunda intuición y entendimiento, y a una comprensión de la naturaleza contraproducente de los medios a travíés de los cuales buscamos la felicidad.
La persona que así­ lo comprende se convierte en Boddhisattva, o sea el que siente comprometido con la total iluminación y con la ayuda desinteresada al prójimo.
Fuente: Roger N. Walsh        Mamen Lucas    Ona Daurada