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Autor Tema: Desaparecen los cincuentones en las oficinas...  (Leído 142 veces)

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Desaparecen los cincuentones en las oficinas...
« en: Mayo 31, 2016, 10:05:29 am »
Por... Lucy Kellaway



La desaparición de los cincuentones de las oficinas de Londres puede que no sea nada nuevo, pero yo he tardado en notarlo. Eso quizás se deba a que todaví­a es posible tener más de 55 años y ser periodista en el Financial Times sin sentirse demasiado estrafalario.

El otro dí­a di una charla a un grupo de banqueros de inversión. Hice lo que siempre hago cuando estoy en frente de una audiencia compuesta de empresarios: reviso el público y trato de calcular cuántos hombres hay por cada mujer. Si son abogados jóvenes de la City de Londres, las cifras son más o menos iguales, mientras que cuando se trata de banqueros y asesores financieros de mayor edad, la proporción puede ser de 20 a una.

En aquella tarde la proporción era algo mejor de lo habitual — como 4:1 — pero al mirar a mi alrededor se me ocurrió que no estaba evaluando el tema correcto. La minorí­a más pequeña no eran las mujeres. Ni siquiera eran las minorí­as íétnicas, ya que se trataba de un congreso global. Eran las personas de más de cincuenta años.

De 200 banqueros sólo pude ver a uno que parecí­a ser de mi edad — y íése era el jefe ejecutivo. Al caminar de regreso por la City, me fijíé en la gente que iba a casa: un mar de viajeros del trabajo de veinte, treinta y cuarenta años. Sólo ocasionalmente pude detectar a un contemporáneo, pasando cabizbajo. Me emocioníé por un instante cuando vi a dos personas que parecí­an tener cerca de 60 años, pero al mirar más de cerca a sus abrigos de colores brillantes y las maletas que arrastraban sobre ruedas supe que eran turistas.

La desaparición de los cincuentones de las oficinas de Londres puede que no sea nada nuevo, pero yo he tardado en notarlo. Eso quizás se deba a que todaví­a es posible tener más de 55 años y ser periodista en el Financial Times sin sentirse demasiado estrafalario. Es difí­cil sentirse demasiado expuesto cuando el mejor y más valioso columnista del FT tiene 10 años más que yo.

Lo mismo no es cierto en otros sectores de nuestro negocio. La semana pasada hubo una alarma de fuego en la oficina y me fijíé en la serpiente humana de los departamentos comerciales que descendí­a por las escaleras. El número de personas de mi edad: cero.

Posiblemente es un caso parecido al de los estudiantes que cada vez lucen más jóvenes, pero no lo creo. Un par de colegas de cincuenta años me aseguran que son las personas de más edad en los trenes que viajan a la City cada mañana desde St Albans y Muswell Hill.

Un amigo que está al cumplir 50 años en una gran empresa de productos de consumo se mantiene callado sobre su edad y espera que nadie se díé cuenta. Cuando fue contratado hace 20 años habí­an muchas personas cerca de los 60 años de edad, a menudo con un asistente personal de su misma edad o mayor. Ahora no ya no hay más asistentes de ninguna edad y los administradores mayormente se retiran cuando cumplen cuarenta años, despuíés de recibir un cheque gordo por hacerlo.

Los pocos que se aferran a los trabajos corporativos caen en dos campos diminutos: los de más alto nivel, que son jefes ejecutivos o esperan serlo; y los de más bajo nivel, que han logrado hacerse invisibles y han evitado todas las purgas por redundancia.

La eliminación de la vasta montaña de cincuentones de las oficinas de Londres contradice lo que se supone que estíé sucediendo: que las personas están trabajando más años, no sólo hasta la edad normal de jubilación pero más allá. En los últimos 10 años o algo así­, según las estadí­sticas, el número de personas en el Reino Unido que trabajan más allá de los 64 años se ha duplicado.

Dentro de poco, los departamentos de recursos humanos se estarán riendo del lí­o que han armado sobre el no problema de cómo satisfacer a la mimada generación del milenio.

¿Motivar a los cincuentones que ya se han hartado de las tonterí­as de la vida corporativa? í‰sa será la tarea administrativa más difí­cil que se haya inventado hasta ahora.


•... “Todo el mundo quiere lo máximo, yo quiero lo mínimo, poder correr todos los días”...
 Pero nunca te saltes tus reglas. Nunca pierdas la disciplina. Nunca dejes ni tus operaciones, ni tu destino, ni las decisiones importantes de tu vida al azar, a la mera casualidad...