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Autor Tema: Cómo afecta al consumidor una inflación baja: balón de oxí­geno a corto plazo....  (Leído 434 veces)

Zorro

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Cómo afecta al consumidor una inflación baja: balón de oxí­geno a corto plazo, catástrofe a largo

Fuente : Consumer Eroski   
   
 La bajada de la inflación está dando un pequeño respiro a los castigados bolsillos de los españoles. La escalada de los precios a lo largo los últimos meses de 2007 y la primera mitad de 2008, unida a la subida del Euribor durante el pasado año, colocó a muchas economí­as familiares al borde del colapso. La reducción de los precios, propiciada en parte por el descenso del coste del petróleo y de algunos alimentos básicos, ha dado un pequeño balón de oxí­geno a los ciudadanos que están sufriendo los rigores de la crisis, la destrucción de puestos de trabajo y la incertidumbre sobre su futuro inmediato. Sin embargo, a pesar de las positivas consecuencias que, en estos momentos, puede tener la caí­da de la inflación para los consumidores, si la bajada de precios continúa puede traer consigo efectos muy negativos.
Pequeño balón de oxí­geno

La inflación ha sido durante años uno de los peores enemigos de las economí­as europeas y los ciudadanos han sufrido sus efectos y han visto cómo con el dinero de sus salarios podí­an acceder cada vez a menos productos y servicios. La situación se agravó cuando comenzó la escalada de los precios del petróleo, un bien del que las sociedades occidentales son totalmente dependientes, y tuvo su punto álgido cuando el barril alcanzó los 147 dólares, su máxima cotización, en julio de 2008. Paralelamente, numerosos productos dispararon su precio, lo que obligó a muchas familias a hacer juegos malabares para llegar a final de mes. A esto se le unió la subida de las cuotas de las hipotecas con lo que miles de economí­as familiares llegaron al colapso.

Ahora la situación ha dado la vuelta. Los precios comenzaron a bajar a mediados de 2008 y la tasa de inflación ha pasado de un 5,3% en el mes de julio a un 0,7%(*) en febrero de 2009. Una de las causas de este desplome ha sido el descenso del precio del crudo, que se paga ahora a 44 dólares el barril. Arrastrado por esta bajada tambiíén ha disminuido el precio de productos considerados de primera necesidad. La caí­da de la inflación se ha dado tanto en España como en la gran mayorí­a de los paí­ses que integran la Unión Europea. De hecho, la inflación de la Eurozona se sitúa en el 1,1%.

Si estos dos factores -bajada de los precios del petróleo y de los alimentos- vinieran solos no habrí­a que preocuparse demasiado, pues se considerarí­a un ajuste natural tras una inusual subida. Tendrí­a, en este caso, consecuencias positivas para los consumidores, que contarí­an con mayor liquidez y podrí­an gastar más dinero y estimular así­ la demanda. Tambiíén serí­a bueno para las empresas porque abaratarí­a los costes de producción, algo que a su vez podrí­a redundar en la bajada de los precios de los bienes que fabrican, e incluso la demanda se mantendrí­a o podrí­a llegar a crecer.

Pero no hay que olvidar la recesión que padecen las economí­as mundiales y en concreto la española. Muchos ciudadanos han perdido su puesto de trabajo y otros viven bajo la amenaza de un futuro laboral incierto. Por este motivo, el consumo se ha retraí­do y ha sido otro de los factores que ha colaborado en la bajada de precios. Es precisamente este elemento uno de los que más preocupa por su influencia en la inflación, ya que puede provocar que la caí­da de los precios sea más duradera. Aquí­ es donde aparece otro de los grandes fantasmas de la economí­a, el reverso de la inflación en su lado más oscuro: la deflación.

El peligro de la deflación

La deflación se entiende como una caí­da persistente y general de los precios. Aunque en principio parezca algo positivo -la idea de poder comprar más con el mismo dinero siempre es atrayente- es uno de los grandes miedos a los que se enfrenta la economí­a, pues supone adentrarse en una espiral de difí­cil salida para la que los economistas no tienen recetas efectivas. Los expertos no se ponen de acuerdo en si es posible que España sufra una deflación en los próximos meses, pero el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Jean Claude Trichet, ya ha advertido de que es una posibilidad que se baraja tanto para nuestro paí­s como para el resto de la Unión.

Las consecuencias de la deflación para los trabajadores, las empresas y la economí­a en general serí­an nefastas. La espiral comienza con la bajada continuada y persistente de los precios. Esto crea unas perspectivas en los consumidores, que piensan que los productos pueden seguir bajando y, por tanto, prefieren esperar y gastar despuíés su dinero. Es el proceso contrario al ocurrido con la adquisición de vivienda en los primeros años de esta díécada. Los ciudadanos veí­an que el precio subí­a y que quien compraba en ese momento no tení­a que desembolsar despuíés cantidades mayores.

Las expectativas de bajada de precios hacen que la gente no consuma y, por tanto, los productos creados por las empresas no se venden. Esto es muy negativo para la industria de un paí­s porque la paralización de la demanda hace que, de nuevo, tengan que bajarse los precios para estimular la compra. Llegado este momento, la empresa ve reducidos sus beneficios y tiene que disminuir el número de productos que hací­a. Algo similar se está viviendo actualmente en el sector del automóvil. Los ciudadanos no compran -por la crisis, por la falta de liquidez, porque no tienen financiación o porque se habí­a llegado a una situación de consumismo poco razonable- y las factorí­as tienen que parar. Las empresas reaccionan haciendo reajustes y esto afecta, claro está, a las plantillas de los trabajadores, que son despedidos.

La espiral deflacionista continúa porque si hay elevadas tasas de paro la gente no consume, bien porque ya no tiene dinero o porque prefiere ahorrarlo ante el negro panorama que se presenta. Pero el problema no termina ahí­. El cí­rculo vicioso continúa porque, ante la nueva situación de desempleo masivo y parón de la demanda de productos, los precios siguen bajando lo cual trae consigo el cierre definitivo de numerosas empresas, que ya no pueden hacer frente a los gastos sin percibir apenas ingresos. El cierre supone una nueva oleada de despidos y una nueva restricción de la demanda en una complicada espiral de difí­cil salida.

Para evitar esta situación no hay demasiadas opciones de maniobra. Cuando no existí­a el euro cabí­a la posibilidad de devaluar la moneda, una alternativa que hoy en dí­a no existe, pues la polí­tica monetaria depende de la Unión Europea. Algunos expertos apuntan al aumento de la inversión y el gasto público, principalmente con la actual coyuntura de desempleo, incertidumbre y paralización de la demanda.

Los beneficiados por la baja inflación

No todo el panorama es tan negro. La caí­da de los precios tiene aspectos positivos. El continuo descenso de la inflación en la Unión Europea ha obligado al Banco Central a rebajar los tipos de interíés una y otra vez. El 5 de marzo sufrieron un recorte de medio punto y alcanzaron el 1,5%, la tasa más baja de su historia, y se prevíé que sigan bajando durante este año.

¿Cómo afecta esto a los consumidores? El descenso de los tipos de interíés genera, a su vez, una bajada del Euribor con lo que los principales beneficiarios de esta medida son los millones de españoles que están pagando una hipoteca y que ven cómo las cuotas mensuales descienden notablemente, en una bajada similar a la espectacular subida que sufrieron el año pasado. Esto alivia, en parte, a las economí­as domíésticas y podrí­a servir para incentivar relativamente el consumo si no fuera por la cautela con la que ahora viven los españoles. Aunque no todos los titulares de una hipoteca se van a ver beneficiados por la rebaja del Euribor pues muchos de ellos, sin saberlo, tienen firmadas cláusulas en su contrato con el banco en las que figura un "suelo" y aunque el referencial europeo siga bajando, los consumidores no pagarán por debajo del porcentaje firmado.

Tambiíén se ven favorecidos por el descenso de los precios los ahorradores, las personas que no han gastado su dinero durante la íépoca de bonanza y ahora cuentan con un capital para poder gastar. Su dinero ahora "vale más" porque pueden adquirir más productos o comprarlos de mejor calidad. Sobre todo pueden beneficiarse si quieren adquirir bienes en determinados sectores como el inmobiliario o el automovilí­stico. Los precios de las viviendas han descendido considerablemente en algunas zonas, como las localidades costeras en las que proliferan las segundas residencias -aunque muchos posibles compradores aún esperan a que el precio se reduzca más-, y otro tanto ha pasado con los coches, donde las rebajas son continuas.

En una situación similar se encuentran aquellos que cuentan con un trabajo fijo. La inestabilidad laboral no les influye personalmente; disponen de un sueldo todos los meses -ya sea alto o bajo-, y pueden adquirir los productos más baratos, al contrario que les ocurre al resto de los trabajadores a quienes quizá les gustarí­a comprar tras la caí­da de los precios pero saben que pueden perder su empleo y tienen que dejar el consumo para más adelante, cuando la situación mejore.

La bajada de los precios, por tanto, puede ser muy beneficiosa para los consumidores siempre que se trate de una situación transitoria y pasajera fruto de un ajuste, como ha sucedido con la espectacular subida y actual reajuste del precio del petróleo y productos de primera necesidad. Lo mismo sucede con la bajada de los tipos de interíés que arrastran al Euribor, porque favorece a gran parte de las familias españolas que hoy en dí­a están pagando una hipoteca. Beneficia a los consumidores y puede incentivar la demanda de productos y servicios. El problema viene cuando el descenso de la inflación viene acompañado por una recesión, la destrucción de empleo y negras expectativas económicas porque, en ese caso, la bajada de precios es sí­ntoma de que algo va mal en la economí­a de un paí­s o de un grupo de Estados como la Unión Europea. Cuando el fantasma de la deflación planea sobre el futuro de una economí­a, los efectos que podrí­a tener la bajada de precios para los ciudadanos y para el tejido empresarial son realmente perjudiciales y preocupantes.







Voy del oro a Squirrel Media y tiro porque me toca.