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Autor Tema: El lenguaje del rostro  (Leído 1160 veces)

Scientia

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El lenguaje del rostro
« en: Junio 04, 2009, 08:40:01 pm »
 El lenguaje del rostro




El lenguaje del rostro es un lenguaje infinitamente profundo, la forma de mirar, el brillo de los ojos, la expresión de las cejas y la entonación de la voz, son mensajes que nada tienen que ver con las palabras que se dicen, mensajes que complementan la idea inicial, mensajes que nos abren la puerta al mundo interior.


La persona que ha decidido seguir el camino de la felicidad, no puede equivocarse, la experiencia que está sintiendo en su interno es reflejada a travíés de cada poro de su piel, es mostrada al mundo con sus ojos, con sus palabras, con sus movimientos, con su sonrisa, con la tranquilidad de su rostro.


La armoní­a es una fuerza cósmica que normaliza el flujo energíético entre todos los vehí­culos del hombre y, por lo mismo, el vehí­culo fí­sico se convierte en una expresión perfecta de esta misma armoní­a, como es adentro es afuera.


La expresión se torna dulce, serena, armónica, los rasgos se suavizan, la mirada se llena de un sentimiento de amor, la misma entonación de la voz nos habla de esa fuerza, de esa armoní­a, de esa tranquilidad que la persona está sintiendo en su interno; el ser humano se hace congruente con su realidad interna, y aunque permaneciera callado, su rostro hablarí­a por íél, y aún cuando sus palabras estuviesen recriminando suavemente a una persona, sus ojos le estarí­an hablando del inmenso amor con que lo hace, su mirada penetrarí­a las más cerradas cárceles de los corazones lastimados; la forma de hablar y conducirse inspirarí­an tal confianza en el resto de las personas, que todos los temores y todos los prejuicios caerí­an derrumbados ante este magnetismo que irradia.


Por eso es importante cuidar el rostro y entender que las emociones internas se ven reflejadas en ese espejo que todos tenemos en la cara.


Cultiven miradas dulces, profundas y escrutadoras, no descuiden el lenguaje y víéanlo siempre como la más perfecta manifestación, que el hombre ha desarrollado para acercarse los unos a los otros.


Usen sus manos para trabajar y para explorar los caminos hacia el corazón de sus semejantes; un apretón de manos, una palmada en la espalda, tal vez sean capaces de romper los más duros cerrojos.


Acíérquense sin temor hacia aquellos a quienes aman y muíéstrenles algo de esa paz interior que ahora experimentan.


El amor es una irradiación de persona a persona.


Los discí­pulos del mundo conocen perfectamente las maravillas que el amor obra entre los seres humanos, pero ese amor no puede ser expresado a travíés de libros, o a travíés de cassettes, tiene que ser mostrado para que la irradiación sea real, para que ese influjo que es emitido a travíés de la mirada, a travíés del aura de la persona, pueda envolver al ser con quien queremos comunicarnos.


¿Saben ustedes que los corazones que se han abierto el uno al otro no necesitan de palabras, no necesitan incluso de miradas?, la comunión total no tiene que ser explicada, no tiene que ser reafirmada, tan sólo se vive, se experimenta, se disfruta.


De cuando en cuando encontraremos corazones con quienes podamos experimentar la identificación total; de cuando en cuando encontraremos seres que son para nosotros como dos gotas de agua, podremos estar con ellos y reconfortarnos y sentirnos dueños del universo; podremos permanecer, mandar y recibir mensajes sin palabras, y despuíés de esos momentos mágicos, seguiremos sabiendo que la distancia es tan irreal como el mundo que nuestros pies pisan.


Y transitaremos el camino buscando reflejar esa verdad interior a travíés del rostro, siendo como los faros de luz que alumbran las tinieblas de aquellos que aún no han aprendido a encender la mí­stica lámpara del espí­ritu. Y nuestros pasos nos llevarán sin prisas, hacia ese ocíéano de paz en el que se funden todas las almas una vez que han encontrado el camino de la felicidad.