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Autor Tema: La playa de Obama (IV): Visita a Chappaquiddick, cuarenta años despuíés  (Leído 546 veces)

Orpheo

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PABLO PARDO desde Edgartown (Martha's Vineyard)
27 de agosto de 2009.- El puente de madera de siete pilastras que cambió la Historia de Estados Unidos -y, con ella, del mundo- mide apenas quince metros de largo y apenas se levanta medio metro sobre el agua de la laguna de Pouche, que en realidad no es una laguna, sino un brazo de mar. A un lado, está la isla de Chappaquiddick. Al otro, la Playa del Este (East Beach), una enorme extensión de dunas que se extiende durante unos 12 kilómetros. La gente de Martha's Vienyard y de Chappaquiddick llaman a la pista forestal sin asfaltar en la que está el puente 'carretera de Dyke' ('dyke' significa 'dique'). Así­ que el puente es, lógicamente, el puente de Dyke.

Como muchos puentes rurales en Estados Unidos, el puente es más elevado en el medio que en los extremos, lo que le da un aire como si fuera un puente colgante que se va a abrir. El lunes por la noche la resaca era tan grande que el agua se moví­a en una sola dirección a tal velocidad que parecí­a un rí­o en vez del mar. Salvo por unas canoas aparcadas en el lado de la playa del Este, no habí­a signos de seres humanos. Sólo mosquitos y, en el bosque del lado de Chappaquiddick, ciervos.

El puente y toda la zona seguí­an exactamente igual que hací­a 40 años, un mes y una semana, cuando Ted Kennedy estrelló el coche en el que viajaba, justo a la entrada del puente. Entonces el puente no tení­a la formidable barandilla que exhibe ahora, formada por maderas de un palmo y medio cada una atornilladas entre sí­, por lo que el Odsmobile de Ted Kennedy se fue al agua a la entrada del puente, justo junto a la orilla, en el punto en el que el lunes habí­a una acumulación como de un metro cuadrado de espuma producida por la contaminación. Una especie de homenaje a Mary Jo Kopechne, la abogada de Washington y ex asesora de Bobby Kennedy en su campaña electoral, a la que Kennedy dejó morir allí­.

Nadie se acuerda hoy de Kopechne más que para mencionar de pasada el incidente que marcó la Historia de Estados Unidos. Lo que pasó en Chappaquiddick arruinó las aspiraciones presidenciales de Kennedy, lo que no sólo supuso que Richard Nixon fuera reelegido, sino que despuíés vino Carter, y tras Carter, Reagan. En un alarde de neurosis conspiratoria, la izquierda estadounidense sigue echando la culpa de Chappaquiddick a... Nixon, al que acusan de haber ordenado que pusiera LSD en la bebida que Kennedy tomó en la juerga previa al accidente. Según esa tesis, Nixon liquidó polí­ticamente así­ a Kennedy -el representante del ala izquierda del Partido Demócrata-, mientras que a George Wallaceel -máximo exponente del ala conservadora- trató de asesinarlo.

Más allá de las paranoias, la visita al puente de Chappaquiddick es bastante demoledora para la imagen de Ted Kennedy, a quien los medios de comunicación hemos elevado a los altares desde su muerte. Lo primero que se descubre al llegar allí­ es que el senador o mintió o tenia algo que ocultar cuando dijo que no se habí­a dado cuenta de que se habí­a metido en la carretera de Dyke. Eso no es creí­ble, porque Kennedy iba por la carretera principal, que lleva al transbordador -en realidad, una barcaza- que cruza los 150 metros que separan Chappaquiddick de Martha's Vineyard. Para meterse en la carretera de Dyke, tuvo que hacer un giro de 90 grados y, lo que es aún más surreal, no advertir que habí­a dejado una carretera asfaltada para adentrarse en una pista forestal.

Así­ pues, ¿quíé iban a hacer Kennedy y Kopechne a la playa del Este? Evidentemente, nadie lo sabe. Pero no se me ocurren muchas cosas, aparte de la única. La playa es, como casi todas en EEUU, espectacularmente bonita, grande y salvaje. No tiene chiringuitos ni construcciones. De noche no se puede nadar en ella. Ni ver las ballenas, las tortugas marinas, los delfines o los tiburones que pueblan sus aguas. No parece probable que un senador con fama de mujeriego y con un matrimonio con problemas, y una joven staff volviendo de una fiesta paren en la playa del Este a analizar el futuro de la Guerra de Vietnam.

La segunda observación es más triste. Sobre todo ahora que Mary Jo Kopechne se ha quedado reducida a un pie de página en la historia de un presunto gran hombre. Cuando uno mira hacia el agua en el Puente de Dyke, queda claro que el mar aquí­ es poco profundo. Por tanto, es perfectamente posible que Kopechne tuviera una agoní­a espantosa, como señala su autopsia, durante casi una hora, atrapada en un coche semihundido y respirando de una bolsa de aire que habí­a quedado en el asiento de atrás. Entretanto, Ted escapaba vivo y se iba a su hotel a dormir. Sólo informó del accidente el dí­a siguiente, cuando el cadáver ya habí­a sido recuperado.

A los demócratas, de nuevo, no les gusta que les recuerden eso. "Oh, usted debe de ser republicano", me dijeron sonrientes dos jubilados de Chappaquiddick que me recogieron en su todoterreno y me llevaron al puente en íél, cuando les comentíé que "íésta es la carretera por la que Kennedy caminaba mientras Kopechne se ahogaba".

El puente de Dike marcó el final de una era en Estados Unidos. Los Kennedy quedaron para siempre fuera de la carrera por la Casa Blanca. La catástrofe demócrata en las elecciones de 1972 aún acosa a ese partido casi cuatro díécadas despuíés. La 'estrategia del Sur' de Nixon -la conquista por los republicanos de los conservadores blancos de los antiguos estados esclavistas- avanzó sin problemas, y sentó las bases para la transformación del Partido Republicano en una formación ultraconservadora.

Hay otras inquietantes similitudes. En 1969, Estados Unidos estaba tratando simultáneamente de lanzar una guerra en el exterior -Vietnam- y construir un Estado de Bienestar dentro de sus fronteras. En otras palabras: cañones y mantequilla al mismo tiempo. El resultado acabó en desastre, con una explosión de hiperinflación (en parte provocada tambiíén por el precio del petróleo), y la desaparición de la convertibilidad del oro y del dólar. Hoy, EEUU tambiíén persigue no una, sino dos guerras fuera (Irak y Afganistán), mientras trata de lanzar una amplia reforma de la sanidad.

Así­ pues, la sombra de Chappaquiddick sigue sobre Estados Unidos, cuarenta años despuíés.



En individuos, la locura es rara; en grupos, partidos, naciones y épocas, es la regla", Nietzsche.

pharma

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Re: La playa de Obama (IV): Visita a Chappaquiddick, cuarenta años despuíés
« Respuesta #1 en: Septiembre 04, 2009, 09:17:00 am »
Que gran artí­culo!!!!

Orpheo

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Re: La playa de Obama (IV): Visita a Chappaquiddick, cuarenta años despuíés
« Respuesta #2 en: Septiembre 04, 2009, 09:51:20 am »
Que gran artí­culo!!!!
Es buení­sismo, si. Los cuelgo porque como poco siempre me parecen interesantes y algo peculiares, se salen del arquetipo. 
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