Nunca se me ha dicho que me dirija a alguno de estos grandes Iniciados con el título de
Maestro. “Nosotros no somos nada, la obra lo es todoâ€, fuíé la contestación de un Maestro, al
preguntarle cómo debía dirigirme a íél; y al mirarme y tenderme su mano agregó: “Llámame
amigoâ€. Con esta contestación, una gran corriente de energía me invadió, y sentí que mi verdadera
obra había quedado grabada en mi mente.
No hace diferencia alguna donde uno ha nacido para atraer la atención de un Maestro.
Aunque al principio el estudiante no se de cuenta, el deseo y la oración producen un cambio
físico y el cuerpo y la mente se separan de las condiciones que antes los poseían. La Luz, que
brilla sobre la frente del estudiante que aspira, es reconocida por el Instructor, el cual atrae los
rayos de la misma a su propia atmósfera mental. Gracias a este símbolo, el Instructor reconoce
la inteligencia del estudiante; porque “por su luz el hombre es conocidoâ€. Esta atracción
viene de un deseo intenso de ayudar a otros y de la disposición de abandonarlo todo, a fin de
alcanzar el conocimiento de la Realidad. Son esta aspiración y este anhelo los que atraen la
ayuda de un Instructor.
Cuando nos encontramos realmente en presencia de un Instructor, íéste no exige nada de
nosotros; sin embargo, su presencia se presiente como algo que nos da un nuevo concepto, e
imprime nuestra atmósfera con un conciencia más nueva y más desarrollada.
El mundo está dividido en secciones, y cada Instructor tiene su división propia, en la
cual está mejor adaptado para trabajar; y la llamada del buscador no es desatendida por el Instructor
de su sección.
Los Instructores varían, de acuerdo con la densidad de la atmósfera mental en la cual
trabajan; por cuanto ellos han de ajustar sus cuerpos a sus localidades; adoptan un equilibrio
vibratorio y se entrenan ellos, lo mismo que a sus sistemas sensorios, para que armonicen con
su medio ambiente. Si observárais el rostro del Atlante o la gran Alma, que trabaja en Rusia,
quien tiene la apariencia de un finlandíés, os daríais cuenta del maravilloso trabajo, que están
realizando y de la tremenda tensión que han de soportar sus cuerpos físicos.
Los grandes Instructores nos desarrollarán, si estamos realmente ansiosos de ello; pero,
con frecuencia, estamos cegados por nuestra propia individualidad, y deseamos desarrollar la
expresión de la misma, en vez de reaccionar a la fuerza del Sol en nuestra atmósfera mental.
No se debiera aceptar a ningún Instructor, que no pueda demostrar su capacidad para
transferir sus actividades a sus pupilos. Muchos que enseñan no pueden hacer esto y, con frecuencia,
se rinden a la atmósfera mental de otros; de manera que, se les pueda dar la instrucción
que necesitan, por ser incapaces ellos mismos de ponerse en contacto con sus propias esferas
de inteligencia.
El pupilo espera que, al encontrar al Instructor desaparezcan todas las condiciones detestables,
y que se le dará poderes y el conocimiento de cosas maravillosas, colocándolo, inmediatamente,
en el Sendero hacia el adoptado; que se le enseñará la manera de producir fenómenos
y de ponerse en relación con los dioses y los Mahatmas. No se da cuenta de que, primero
ha de modelar y labrar su propia piedra; que ha de construir los propios cimientos y edificar
sobre ellos, con sus propias manos, y que no le está permitido hablar libremente, de cosas
que no pueda demostrar.
Aunque estos grandes Instructores saben que el número es limitado, no aceptan pupilos,
fácilmente, porque la atmósfera de estos no les es agradable; además, saben por experiencia
que los estudiantes son propensos a envanecerse, cuando quedan sumergidos en la atmósfera
del Instructor. Por quedar situado en condiciones que estimulan su mente, y por haberse puesto
en contacto con una inteligencia superior, dentro de su propia atmósfera mental, el estudiante
empieza a considerarse elevado a un conocimiento no revelado a sus compañeros.
La individualidad del Instructor se expresa en la atmósfera del estudiante, y aquíél es responsable
por las actividades de íéste, en las esferas en las cuales la Naturaleza equilibra la atmósfera
del cuerpo mental. Más tarde, todo intercambio se corta, y el estudiante ha de contar
con sus propios esfuerzos. Este es un período de oscuridad para íél; pues no está mentalmente
individualizado y ha de progresar por su propio Sendero.
Despuíés que el Instructor se ha puesto en contacto con la mente del estudiante, con las
actividades de su contraparte superior, íéste es, a veces, enviado a otro Instructor, porque cada
uno es un especialista, hasta que el estudiante queda, gradualmente, absorbido en el centro de
su propio universo autocreado y en la tri-unidad de la Naturaleza.
El estudiante, en el mundo material, clama que un Maestro lo acepte, pero no recibe respuesta;
porque la mente genera desarmonía y los sonidos vocales no llegan al Maestro. Pero si
el estudiante pide internamente recibirá respuesta; por cuanto el Instructor puede contestar a
su pupilo desde cualquier distancia.