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Autor Tema: La Fuente de la eterna juventud.  (Leído 900 veces)

Scientia

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La Fuente de la eterna juventud.
« en: Agosto 27, 2010, 07:03:15 pm »
LA FUENTE DE LA ETERNA JUVENTUD

Abocados como estamos a la muerte, uno de los deseos más poderosos del ser humano es, sin duda, el de vivir para siempre, y, además, en un estado de eterna juventud. Este anhelo de inmortalidad y fortaleza aparece consignado en las más remotas mitologí­as: es antigua la creencia oriental de que en el centro del Paraí­so y al pie mismo del írbol de la Vida existe una fuente que otorga estos dones. Según la interpretación clásica, de ese manantial primordial brotan los cuatro rí­os de la vida que señalan, a su vez, los cuatro puntos cardinales. Se trata de la Fuente de la Juventud, y quien se baña en sus aguas o bebe de ellas alcanza esos preciados dones de inmortalidad y juventud eterna. Muchos son los que han buscado esta fuente maravillosa que sacia el deseo de vida. Entre ellos, Juan Ponce de León, hidalgo que, en 1493, acompañó a Cristóbal Colón en su segundo viaje a Amíérica y fue gobernador de Puerto Rico, donde fundó la ciudad de San Juan. Allí­ escuchó hablar a los indios borinqueños de la misteriosa isla de Bimini, lugar paradisí­aco que, según decí­an, albergaba la Fuente de la Juventud. De acuerdo con sus narraciones, dicha isla se encontraba al noroeste de Cuba, navegando hacia la puesta de sol, y el agua de su fuente tení­a propiedades portentosas. Quien la bebiera o se sumergiera en ella sanaba de inmediato de cualquier herida o enfermedad que tuviera y, si era anciano, recuperaba la lozaní­a de cuerpo y alma. A esas alturas, Ponce de León era un hombre de cierta edad y salud maltrecha por los rigores de una vida aventurera, de manera que se interesó muchí­simo por ese milagroso manantial. Tanto, que solicitó del rey Fernando el Católico los oportunos permisos para descubrir y colonizar la isla de Bimini. Y en su busca zarpó en 1513 con una expedición de tres barcos. Nunca encontró la Fuente de la Juventud, pero descubrió la tierra de Florida y el canal de Bahama. Murió en 1521 en Cuba, donde se habí­a refugiado tras ser herido en un enfrentamiento con los indios cerca de Charlotte Harbour. De haber alcanzado la isla de Bimini, las aguas de su prodigioso manantial habrí­an curado, sin duda, sus heridas, devolviíéndole la vida y la juventud que tanto ansiaba. Las leyendas y tradiciones han apostado por otros lugares para localizar la milagrosa fuente. El escritor romántico William Morris, en su obra El pozo del fin del mundo, publicada en Londres en 1896, la imagina en un impreciso lugar de la Europa septentrional. Para llegar al deseado manantial hay que cruzar una peligrosa cordillera de montañas llamada El Muro del Mundo, alcanzar la Tierra de los Inocentes, atravesar el bosque en el que se encuentra la Casa de los Hechiceros y llegar al mar. Allí­, en una playa de arenas negras, una gran concavidad de piedra recoge el agua de un manantial. Es el Pozo del Fin del Mundo y sus aguas deparan a quien las bebe larga vida y juventud perdurable. Al lado del manantial, dispuesta para que la utilice el viajero, espera una copa de oro con esta inscripción: “El fuerte de corazón beberá de mí­â€. Para alcanzar esa oportunidad hay que recorrer un verdadero camino iniciático hacia un destino que quizá sea espiritual y estíé en el interior de nosotros mismos.