Por… Beatriz De majo C.
La noticia de que la India sobrepasó el hito poblacional de los 1.200 millones de habitantes nos lleva a interrogarnos sobre la razón por la que este enorme país sigue a la zaga del progreso de China.
Su democracia, su libertad económica y su esquema de desarrollo capitalista, podrían haberla catapultado a exhibir una expansión económica similar. Los analistas se entretienen en comparar los dos esquemas de desarrollo y no encuentran razones demasiado contundentes que expliquen su rezago. Sin embargo, es claro que existe una causa eficiente responsable de la distancia en progreso que exhiben ambos gigantes. La escala económica que China atiende es un potente elemento que contribuye a impulsar su expansión, pero la escala india no se queda atrás.
Hoy, India alberga dentro de sus fronteras un contingente poblacional equivalente a la sumatoria de Estados Unidos, Indonesia, Brasil, Pakistán y Bangla Desh, los países que siguen a China e India en la lista de los más poblados del mundo.
Algunos estudiosos del desarrollo comparativo sostienen la tesis de que India no consigue alcanzar el dinamismo de la economía china, a pesar de haber logrado tasas de crecimiento sostenido de niveles equivalentes, debido al considerable retraso en el desarrollo de infraestructura que adolece la nación india.
Una comparación somera de los capitales que han sido dedicados a desarrollar los sectores de energía, recursos hídricos, vías férreas, carreteras, salud, comunicaciones y educación, puertos, en las dos pasadas décadas, aporta gruesos elementos para entender por qué China ha progresado exponencialmente, mientras India se ha mantenido muy por detrás.
Los capitales externos que acudieron a India en los 90, invitados con ocasión de la apertura económica, se insertaron en los sectores de rápido retorno como producción de bienes de consumo durable, mientras el Estado no supo ofertar elementos de estímulo para que los inversionistas dedicaran su esfuerzo al desarrollo de infraestructura y servicios. Tampoco, las administraciones estatales suplieron tales requerimientos con recursos propios al ritmo en que lo hizo China comunista.
Hoy, seis décadas después de su independencia, aún muchas áreas rurales no disponen de electricidad. Esto hace que el consumo per cápita indio esté muy por debajo del chino, vale decir un 44%.
La inestabilidad del suministro impacta severamente el tejido industrial de ese país, integrado principalmente por empresas manufactureras e industriales de talla media, que exigen cada vez menos protección, y cada vez más soporte de infraestructura para poder competir, incluso con los propios productos chinos.
Si consideramos que las Pymes son los segundos empleadores del país, después del sector agrícola, se entiende hasta dónde estas carencias pueden disminuir el dinamismo de la economía en su conjunto. En definitiva, es contrastante la dosis histórica de negligencia india y el sustantivo interés chino en el desarrollo de infraestructura.
El que India haya orientado su economía a fortalecer el sector de servicios y de la tecnología de la información, que requieren de casi ninguna infraestructura, no lo excusa de la desatención de los sectores productivos. Allí puede residir, si no toda, buena parte de la diferencia con su vecino.
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