Por… Rodrigo Guerrero
Según el diccionario, informar es enterar, dar noticia de una cosa. Entretener es divertir, recrear el ánimo. Morbo es el interés malsano por personas o cosas, o atracción hacia acontecimientos desagradables.
Desde el reciente terremoto en Haití, los noticieros de televisión acostumbran abrir con escenas dramáticas, entrevistas dolorosas, primeros planos de mujeres o niños en cuyas caras se ve la tragedia, extremidades de seres humanos que sobresalen por entre los escombros, etc. que hacen recordar el manejo mediático después del desastre de Armero cuando el drama del fallido rescate de la niña Omaira Sánchez, trasmitido en vivo y en directo, se convirtió en un verdadero “reality” que mantuvo pendiente a toda la nación.
En el cubrimiento televisivo del terremoto de Haití hay un hecho curioso. No recuerdo haber visto un primer plano de la Princesa Diana desfigurada por el accidente, ni tampoco piernas o cadáveres entre los escombros de las Torres Gemelas. En esos casos, los medios mostraron el debido respeto por la dignidad de las víctimas y el derecho de sus familiares a la intimidad, y hasta suspendieron las dantescas escenas de las personas que se lanzaban del edificio. Pero parece que cuando las víctimas no tienen estatus social reconocido, los reporteros no tienen reparo en utilizarlas como espectáculo para “entretener”.
Las cadenas noticiosas envían reporteros con equipos costosos para poder satisfacer el apetito insaciable de la audiencia por conocer de inmediato cualquier calamidad que ocurra en cualquier parte del mundo. Mas sucede que para justificar la permanencia del equipo noticioso cuando se agota la noticia original, bajo el pretexto de mostrar la “cara humana de la tragedia”, se crean pseudonoticias que nutren y a la vez explotan el apetito de morbo.
La sociedad les asigna a los medios de comunicación -y ellos mismos dicen tenerla- una responsabilidad educativa, defensora de los valores democráticos, promotora del civismo y otros comportamientos nobles; pero no se puede olvidar que siendo empresas es natural que busquen también la rentabilidad económica de su actividad periodística.
Sin embargo hay formas de conciliar los propósitos altruistas de los medios con la necesidad de mantener el lucro, propio de la empresa privada. A la audiencia le interesaría, por ejemplo, ver noticias del terremoto desde el sitio donde Colón tocó tierra americana por primera vez en 1492. Le gustaría enterarse que Petion, gobernante mulato de Haití, apoyó la campaña libertadora de Bolívar a cambio del compromiso de abolir la esclavitud en los países liberados. Los medios podrían informar que Haití fue el primer país americano en abolir la esclavitud y el segundo en independizarse después de Estados Unidos, y que fue la colonia más rica de América gracias a las plantaciones de azúcar, operadas por esclavos. La opinión podría enterarse del aislamiento y las sanciones económicas que Europa le impuso a Haití y de su efecto en la evolución del país, así como del desprecio de los franceses de ese tiempo por la raza negra, expresado en palabras de Montesquieu: “El azúcar sería demasiado caro si no trabajaran los esclavos en su producción. Dichos esclavos son negros desde los pies hasta la cabeza y tienen la nariz tan aplastada que es casi imposible tenerles lástima. Resulta impensable que Dios, que es un ser muy sabio, haya puesto un alma, y sobre todo un alma buena, en un cuerpo enteramente negro” (Citado por Eduardo Galeano).
El lenguaje actual de los medios va más allá de dar cubrimiento debido a un hecho desastroso y parece diseñado para explotar el interés morboso en acontecimientos desagradables. Pero existen maneras de hacerlo de diferente y también cumplir su rol en la sociedad.
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