Por… Hernán González Rodríguez
Pocos documentos tan oportunos como un artículo publicado recientemente por la revista inglesa, The Economist, para abordar un tema que pasa desapercibido como causal para dificultar la reactivación rápida de la fatigada economía estadounidense.
Según este documento, quienes nacieron allí después de la Segunda Guerra Mundial, los llamados “baby-boomers”, hoy mayores de 65 años, aprobaron durante su vida en el Congreso numerosas leyes para reducir sus impuestos, mejorar su seguridad social, subsidiar a los veteranos de las guerras… con beneficios tan generosos, que sus altos costos están afectando la reactivación de su economía.
Según la citada publicación: “El Fondo Monetario Internacional estima que para corregir los desbalances fiscales de la economía estadounidense se requerirá recortar en 35 % los beneficios sociales para las personas naturales y elevar en 35 % todos los impuestos. Esta píldora resulta demasiado grande para que la tome un sistema político agrietado. Tales desbalances crecerán a medida que las personas con más de 65 años aumenten. Se estima que saltarán ellas de participar con el 17 % de la población a la fecha al 26 % en 2030”.
El artículo citado afirma que en 1981 se redujeron los “baby-boomers” sus impuestos de renta del 18 % al exiguo 11 % todavía existente en 2011. Peor aún, el 47 % de los estadounidenses paga cero impuestos. Y si acaso alguno de ellos nació en 1945 o un poco después y participó en alguna de las guerras posteriores de su país, pues recibirá durante su existencia dos millones de dólares de regalo del Estado.
Dos economistas de Harvard afirman que una deuda pública superior al 90 % del PIB les reduce el crecimiento del PIB en el uno por ciento. A la fecha ya superan ligeramente el 100 %. Aumentar los niveles de inversión en infraestructura es una de las soluciones que más invocan los candidatos a la presidencia de Estados Unidos. Afirman los profesores citados que se invertía el exiguo uno por ciento en 2007, en tanto que por allá en 1960 absorbían más del 3 %.
Esta generación de posguerra disfrutó de una prosperidad y de una calidad de vida que nunca acompañaron a las generaciones anteriores en la historia humana. La educación alcanzó niveles sin precedentes. Los estadounidenses lideraron el desarrollo de: la televisión, las computadoras, la medicina, la agricultura, la biología… La gran demanda mundial de productos estadounidenses les incrementó el empleo doméstico y el nivel de vida. Las mujeres se incorporaron a la vida laboral. El número de miembros de las familias se redujo. Este escenario no parece próximo a repetirse.
La batalla entre las generaciones no solamente se presenta en los países ricos. Los jóvenes colombianos deberían estar preocupados por el asistencialismo del gobierno del presidente Santos y por el manejo de marionetas que ejerce sobre los congresistas. Porque solamente a los jóvenes corresponderá remediar los errores de nuestros gobernantes tropicales, para quienes nuestra economía es más poderosa que la de los países desarrollados.
Suerte en sus vidas…