Con el último dato de desempleo, que según el Gobierno español ha mejorado ligeramente, los dirigentes socialistas están que no caben de alegría. Todo depende de si queremos ver el vaso medio lleno o medio vacío. Si usted fuese el PSOE, ¿qué dato de los siguientes cantaría a los cuatro vientos? 1) En mayo se ha reducido el paro en casi 25.000 personas, o bien, 2) en la actualidad hay más de 1,5 millones de personas sin subsidio de desempleo y más de 800.000 familias que tienen a todos sus miembros en el paro.
La función básica del gobierno y del político consiste en vender esperanzas, por más absurdas y artificiales que resulten. Estas continuas esperanzas se consiguen actuando como un dictador de la producción: manipulando la economía, creando dinero barato, aprobando las subvenciones, y conseguir electores y lobbies cautivos.
Remontémonos a los tiempos anteriores a la crisis. En aquel entonces, el mensaje del gobierno consistía en incentivar el endeudamiento, el dinero fácil que facilitaba el banco central y la economía dirigida hacia “sectores estratégicos”. Todo el mundo estaba a favor del endeudamiento masivo, incluso los más técnicos. Uno de los pilares básicos de la economía, el ahorro, no tenía ninguna importancia. Contrariamente a la lógica económica, sólo los altos niveles de deuda generaban riqueza. Lo importante eran las expectativas económicas y un inflado efecto riqueza provocado por la sobrevaloración de todo: la vivienda, los negocios relacionados con la construcción, la bolsa, los instrumentos financieros fuertemente apalancados… pero un día todo esto estalló y no encontramos nada sólido debajo, esto es, ahorro real. No éramos ricos, sólo vivíamos en una ilusión de riqueza. Era un espejismo.
¿Cuál es la solución del Gobierno? La mismo, otra vez. Ignorando los fundamentos económicos, el Ejecutivo vuelve a planificar y dirigir la economía entrando en una espiral de gasto y deuda. De forma artificial, el Estado ha creado trabajos no productivos, de ahí “el repunte” del empleo. Trabajar sin producir algo útil -esto es, que no proceda de los actores económicos privados- sólo sirve para cansarse; implica detraer recursos del mercado, de la gente, para quemarlos con el objetivo de obtener votos. Como los camelos del Gobierno antes de la crisis, los actuales brotes verdes no son más que un espejismo. El propio Ben Bernanke hizo ayer una reflexión sobre la situación de su país y, según el presidente de la Fed, en algún momento se tendrá que empezar a reducir la deuda o, de lo contrario, va a ser más dura la post-crisis que la crisis en sí misma.
¿Quién se cree que todo este déficit y deuda que se están acumulando van a poder pagarse? El Gobierno también apuesta por la economía verde. La economía del ecologismo es tan improductiva como los empleos del “Plan E”, por eso sólo funcionan con subvenciones, esto es, manu militari. Según un estudio -que ha dado la vuelta al mundo-, cada empleo verde cuesta 2,2 puestos de trabajo.
De hecho es lógico, si la economía verde fuese rentable, daría suculentos beneficios en el libre mercado. Pero aquí el único beneficiario neto no es el hombre común que disfruta del servicio por un precio que él voluntariamente ha aceptado, ni tampoco el pequeño productor que explota las necesidades de la demanda, sino las grandes empresas energéticas -curiosamente petroleras- que han visto en las subvenciones verdes un filón que va directo a su margen de ganancias. Otra vez, ¿quién cree que está pagando los beneficios de estas compañías sin haberlo aceptado voluntariamente? Pues usted con sus impuestos. La economía del ecologismo está acaparando cada vez más papeletas para convertirse, en un futuro, en la próxima burbuja especulativa. Al igual que toda economía dirigida, no es más que una ilusión de eficiencia, rentabilidad, progreso y bienestar que algún día chocará con la dura realidad. El mercado siempre va buscando el dinero y si el gobierno lo regala con cualquier excusa, el mercado irá en trompa detrás suyo. Para los grandes lobbies esto supone dinero fácil, no tienen ni siquiera que satisfacer al cliente, sólo hacer promesas al gobierno.
Esta economía de datos maquillados, rendimientos cortoplacistas, de lobbies, engaños y ciclos, no beneficia al hombre de la calle. ¿Durante cuánto más tiempo se va a dejar tomar el pelo y robar?