Por… Beatriz De Majo C.
Dos necesidades recíprocas se están dando la mano en la estructuración de las relaciones futuras de los países latinoamericanos con el gigante chino y se relacionan con lo alimentario.
De este lado, existe el deseo explícito de algunos países de ampliar sus mercados más allá de las fronteras y de privilegiar la exportación de alimentos. Del otro, es manifiesta la imperiosa necesidad de los chinos de hacerse de importantes y estables fuentes de suministro de productos para atender la dieta de sus 1.400 millones de bocas.
Es esto, y no otra cosa, lo que explica el creciente interés chino en el desarrollo de proyectos de infraestructura en algunos países del vecindario, particularmente en aquellos en donde la vocación exportadora es sostenida y en donde la producción agrícola puede ser desarrollada a gran escala para encontrarse con las necesidades chinas.
Es que, incluso, países como Brasil, con una oferta creciente y significativa de productos agrícolas, se sienten limitados en su capacidad de atender los mercados de los países desarrollados por la gran escala de su demanda y por la imposibilidad de atenderla, debido a la ausencia de una infraestructura que lo facilite.
En el terreno de los recursos hídricos, Latinoamérica ha sido favorecida por la naturaleza en la disposición de importantes fuentes de agua, una situación que compensa la falta de provisión de fuentes suficientes de agua en China.
Mientras este continente cuenta con un tercio de las reservas renovables mundiales de agua, China, con su inmensa geografía, cuenta con solo 5,2% del total de las reservas mundiales.
Esta abundancia de agua y la existencia de enormes superficies de tierras cultivables es otra complementariedad natural que los chinos se han resuelto a explotar.
El limitado tamaño de las áreas explotables para la agricultura en un país con una población tan vasta como China es una deficiencia geográfica que impacta perniciosamente la capacidad de producir lo requerido en materia alimentaria.
Ello ha llevado a ese país a instrumentar una política de búsqueda, organizada y sistemática, de las provisiones que requiere el conglomerado chino por fuera de sus fronteras. Así, las empresas agrícolas y agroindustriales son incentivadas a invertir en lo alimentario y a incursionar activamente en los mercados externos.
Grandes inversiones en Jamaica en el área azucarera y en Chile en la producción de vino, son muestras de alianzas que están estructurando fuertes vínculos con la región en lo agroalimentario.
La relación comercial que se ha establecido entre China y países como Brasil, Argentina y Uruguay en el terreno del aprovisionamiento de la soya, un producto deficitario en el mercado chino, es un modelo que podría bien replicarse en otras áreas en las que el consumo chino muestra una tendencia creciente, lo que no es sino la consecuencia del mejoramiento del nivel de vida de la población.
Parecería que una tendencia firme al desarrollo de alianzas agroalimentarias externas está teniendo lugar con terceros países bajo la mirada satisfecha de las autoridades, preocupadas por fraguar vínculos estables de largo plazo para satisfacer su propia demanda insatisfecha.
América Latina es un objetivo del cual los dos lados podemos sacar provecho.
Suerte en sus inversiones…