Por Orpheo
«Los que navegan con el viento no gobiernan, sólo intentan mantenerse en el sillón»
Hago mía la frase del ex primer ministro británico Tony Blair, sacada de una entrevista suya, en la que afirma que «Tomé decisiones impopulares, los que navegan con el viento no gobiernan, sólo intentan mantenerse en el sillón». Esta gran frase me lleva a la reflexión de si los que rigen los designios económicos y políticos del mundo tienen planes, saben hacia donde vamos o hacia donde nos intentan llevar, o más bien son espíritus libres que se dejan llevar por el viento hacia donde este sople, esperando que amaine la tempestad.
Mi pensamiento va más bien en este sentido, la clase política en general (y la española en particular) no está preparada para tomar decisiones impopulares, y entre tomar una buena decisión económica y una políticamente correcta, optarán por la segunda.
Es triste, pero es así, son esclavos de los votos y sólo les sirve mantener estos para seguir en la poltrona, no siguen unos parámetros prefijados, no hay una base ideológica o económica o de lo que sea, me da igual, sólo sirve adaptarse al viento para seguir navegando, aunque nos estrellemos contra la rompiente.
Pasando al político patrio, comentaba hace unas fechas el ex ministro Miguel Boyer, que no era “políticamente sensato” afrontar una reforma del mercado de trabajo. Pero, desde cuando lo políticamente sensato es lo correcto, más bien todo lo contrario. Este clientelismo vil, vicia desde la raíz cualquier decisión que se pueda tomar, porque nunca será la correcta, ni la más útil para el país, sino la más oportuna para el gobierno de turno.
Qué solución cabe, pues no lo sé, y aunque lo supiese tampoco valdría de nada, otra cosa sería que hubiese alguien capaz de aplicarlo. Las ideas claras son el principio de un buen gobierno, tanto a nivel particular como a más altos niveles, si vamos dando tumbos difícilmente llegaremos a algún lado.
Otro interesante ejemplo de que los políticos no saben adonde nos llevan es la famosa PAC, la política agroalimentaria común, utilizada para quedar bien, según interese con este o aquel país o región, según le convenga o no producir más de esto, menos de aquello, y con los años resulta que países con excesos de producción (España y la famosa cuota láctea, por ejemplo) resultan deficitarios del mismo producto cuya producción se obligó a reducir por las sesudas mentes de “Bruselas”.
Vaya pájaros, en qué manos estamos… , ya lo dijo el gran Francisco de Quevedo “La hipocresía exterior, siendo pecado en lo moral, es grande virtud política”.
En fin, si a alguno de los que lea estas letras se le ocurre la solución a tanto dislate, que al menos tenga a bien decídmelo, que me quedaré más tranquilo, aunque sólo sea por el mero conocimiento de que la solución al dilema existe.