El ministro De Guindos dice que España no va a ser rescatada, porque no lo necesita y el ministro alemán de finanzas Wolfgang Schaubel, asegura que, de ninguna manera, España va a convertirse en una nueva Grecia. ¿Huy que miedo me dan este tipo de afirmaciones cuando estamos tumbados en la camilla del quirófano! Ya saben que las malas noticias, en economía como en medicina, acostumbran a demorarse con disimulo, cuando no a negarse con rotundidad, hasta el mismo momento en que se producen. Yo no sé si España necesita un rescate, pero es evidente que hace semanas que nos hemos adentrado en un escenario de rescate. Tenemos que pagar cerca de un 7,5% para colocar deuda a 10 años; a finales de Julio alcanzamos los 640 puntos en la prima de riesgo (es probable que cuando lean esto se hayan superado) y tenemos a nuestras grandes empresas cotizadas con una valoración ridícula a medio camino entre el chicharro y el verdel. ¿Hacia dónde apunta la situación actual? Pues sin duda alguna hacia un rescate. Hacia un rescate que, por otra parte, es imposible, dada su dimensión y la amenaza, ciertamente verosímil, de que detrás iría otro país grande como Italia. Es imposible, porque Europa no tiene los cimientos de la Unión lo suficientemente sólidos como para aguantar tanto embate.
Además ¿qué significa para nosotros y ahora mismo una intervención? ¿Más recortes? ¿Dónde y cuánto y con qué precio social? ¿Más dinero? Ya nos están dando dinero y esto no ceja. Nuestro problema es de dinero, claro está, pero en el mundo hay dinero en cuantía suficiente para sofocar nuestras deudas; lo que no podemos ofrecer a cambio son garantías de pago y se empieza a hablar de “defaults” y de quitas, sin el más mínimo pudor. Y mientras Alemania se niegue a mutualizar los riesgos y las garantías no habrá solución a nuestros males ni alivio a nuestros pesares. ¿Lo hará? Sólo si llegan a la conclusión de que no hacerlo es peor para ellos y sólo si Merkel llega a la conclusión de que tal cosa no le conduce al abismo electoral. ¿Ya sé que son demasiadas condiciones y precisamente por eso no soy especialmente optimista.
Ignacio Marco-Gardoqui
Salud y suerte