A grandes males, grandes remedios debieron de pensar en la reunión celebrada el pasado jueves en el Congreso de EEUU el secretario de Estado del Tesoro, el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke y diversos legisladores tanto demócratas como republicanos, al diseñar las líneas maestras del plan de choque a la crisis financiera y al hundimiento de alguno de los grandes símbolos de Wall Street.
Con esta intervención ( con un coste real superior al billón, con B, de dólares ) el Gobierno de Estados Unidos dejó atrás los principios del libre mercado y acometió la mayor intervención pública desde la Gran Depresión de 1929, creando un “basurero financiero” hacia donde las entidades de crédito podrán enviar sus desechos.
Todas las partes implicadas estuvieron de acuerdo y respaldaron la decisión.
Podremos criticar el contenido, discutir sobre las consecuencias, lamentar los principios que pisotea y quejarnos de las inequidades provocadas, pero estaremos de acuerdo en dos cosas; la contundencia de la medida y como no, la extraordinaria rapidez en adoptarla.
Hablando en plata, la decisión, supone la absorción por parte del Estado de la deuda de mala calidad de los bancos. Bancos que hasta hace bien poco han repartido beneficios. Bancos que tienen accionistas, Consejos de Administración, bancos que se supone, exponen y someten a aprobación de sus accionistas, sus estrategias de inversión, sus planes de expansión y demás, es decir sociedades que deberían de competir de igual a igual con el resto. Sociedades a las que habría que aplicar las mismas leyes que al resto de contribuyentes.
Está claro que el programa de rescate ataca la raíz del problema que no es más que el mercado inmobiliario y el elevado riesgo de impago de las hipotecas, pero la complicación surge de los activos que se han ido empaquetando en sofisticados productos financieros y que se han extendido por todo el mundo contaminando todo el sistema. Convendría recordar que hace bien poco Lehman cayó porque la Reserva Federal negó a Barclays la garantía de deshacerse de esos activos infectados.
Se han parado a pensar en qué es lo que nos sucedería si gestionáramos de una manera tan desastrosa nuestra economía doméstica o a otros niveles, la economía de su empresa. Pues la respuesta es fácil, nos quedaríamos en la calle, no tendríamos piso, no podríamos hacer frente a la cesta de la compra, no podríamos pagar las matrículas de nuestros hijos etc.
Para que nada de esto vuelva a suceder, creo que se deberían reforzar los mecanismos de control bancario y forzar al saneamiento de balances cuya situación real creo que se desconoce.
La sociedad necesita un sector financiero saneado, controlado y mucho más transparente y no este tipo de operaciones de rescate que no hacen más que suscitar dudas y recelos, haciendo que muchos pequeños inversores fiándose de algunos “analistas” vuelvan a quedar atrapados en los mercados comprando a unos precios que todavía pensamos en Foxinver tienen que bajar más y más.
En cuanto a nuestro Ibex 35, la jornada en el parqué madrileño se ha caracterizado por un inicio de sesión alcista impulsado por el sector bancario, a medida que transcurría la jornada, el índice ha ido perdiendo impulso hasta aproximarse peligrosamente a los 11.100 puntos con la mayoría de valores en rojo, destacando las caídas de Sacyr (- 7,17%) y Abengoa que se ha dejado más de un 3,5%.
En cuanto a los valores en verde, destacamos Iberdrola Renovables que ha recuperado con creces la pérdida de ayer, revalorizándose más de un 4% y Gamesa que también ha recuperado lo perdido ayer.
Al cierre de la sesión, el índice se ha situado en los 11.112,90 puntos dejándose un 0,57%
Con esta situación, la paciencia y el recato en nuestras inversiones parecen ser las mejores consejeras si queremos mantener nuestro patrimonio.
Salud y suerte en las inversiones, la vamos a necesitar.