Soy de los que siempre han pensado que para prosperar lo necesario, no era tanto acertar en las propias decisiones, sino que un factor importante eran los errores ajenos, pero coincidirán conmigo en que para que esto fuese verdad serían necesarias un par de circunstancias, me explico, una sería distinguir el error del acierto y cómo no, la otra sería la de sentir algo de vergüenza cuando se incurre en un fallo. Esto viene a cuento ya que nos hemos enterado que el alcalde de Benidorm, ahora que ya es un éxito ser mileurista, se ha puesto un sueldo de 92.000 euros anuales por gestionar una ciudad de 72.000 habitantes. Nada tengo en contra de Benidorm, a la que considero una gran ciudad, pero no considero justo que el señor Navarro, don Agustín, disfrute de un jornal de consejero delegado, que gane más que el alcalde de Alicante, o que nuestro “Gran Jefe” ZP que cobra 78.185 euros, y encima que él mismo sea quien haya firmado la cuantía de sus emolumentos ante la indiferencia de unos ediles que con su abstención permitieron este desmadre. Y esto no es más que la consecuencia lógica de una perversa aventura que se inició cuando el regidor aceptó los votos de un tránsfuga; alcanzó su punto más vertiginoso cuando el PSOE decidió recuperarlo para sus listas y volvió incomprensible cuando este señor, fue reelegido por sus ciudadanos. Para que alguien me discuta que tenemos los gobernantes que nos merecemos, si los benidormeses querían esto, ahí lo tienen.
Y lo peor es que no cabe ni el escándalo, ya que todo lo que aprendimos hace años de la ética se fue al carajo cuando se incluyó a esta persona en las listas electorales. Lo de su sueldo no termina de ser más que un saludo al público, el gesto de un “torero” que ha rematado la faena de su vida. Y es que en esta situación hasta me parece bien lo que ha hecho el señor Navarro, aunque sólo sea para enseñarnos que la no práctica de los valores democráticos nunca es algo gratuito, ni puntual, ni anecdótico, ni limitado en el tiempo o a un espacio determinado. No. Cada vez que permitimos una indecencia de este tipo, se desencadena un proceso imparable de degradación que, lamentablemente, siempre va a más. ¿Qué derecho tienen a quejarse cuando dicen no entender por qué los políticos son percibidos por todos nosotros como un problema? Con millones de parados, con millones de españoles sin cobrar una prestación social, miles de ciudadanos desahuciados, millones agobiados por los bancos, y es que algunos lo dicen bien claro: estoy en política porque me interesa.
Pero no sólo estoy cabreado con el alcalde de Benidorm. La misma desazón me producen los concejales del PP que pudieron parar esta tropelía en vez de abstenerse. Desde luego, si como yo ustedes piensan que entre los políticos hay gente honrada y digna, no me negaran que este discurso empieza a tener dificultades en según que sitio se utilice. No todos son iguales, pero lo parecen.
Ahora que comenzamos a escuchar ideas de regeneración en nuestros mandatarios, prometo acordarme de Benidorm. Y haré lo que hago siempre que les escucho: mirare en el bolsillo de mi pantalón a ver si sigue allí mi cartera.
Si quieren desahogarse un rato, que creo es de los pocos placeres gratuitos que nos quedan, podemos hablarlo en nuestros foros.
Salud y suerte en las inversiones, las vamos a necesitar.