Zapatero nos dijo:”Tenemos el sistema financiero más sólido del mundo”. Rajoy dice: “No va a haber rescate de la banca española”. El Gobierno dice: “Vamos a inyectar 23.400 millones de euros para garantizar la solvencia de Bankia y otros 30.000 en CaixaCatalunya; NovaCaixaGalicia y en el Banco de Valencia”. Yo digo: “¿Cómo se llama eso?” Goirigolzarri dice:”los 430 millones de pérdidas anunciadas en la matriz de Bankia se han convertido en 3.318”. El Consejo de Administración de Bankia dice: “Vamos a darles 600.000 euros a los seis primeros a los seis primeros directivos de Bankia como bonus por el año 2011”. Los mercados de valores dicen: “En su día las acciones de Bankia valían 3,75 euros, pero hoy, diez meses después, no estamos dispuestos a pagar por ellas más de 1,36 euros. “Los mercados de deuda dicen: “Exigimos a España una prima de riesgo de 511,5 puntos (dato no correspondiente al día de hoy) para suscribir su deuda”.

Luego, viene Rubalcaba y hace la pregunta correcta: “De necesitar 4.000 millones a necesitar 23.400 millones, ¿Qué ha pasado aquí?” Sin duda se trata de una pregunta capital, pero se olvida de que hay pocos que puedan contestarla mejor que él.

Más bien, casi nadie. ¿Quién estaba en el Gobierno central cuando ocurrieron la mayoría de los hechos? ¿Quién nombró al gobernador del Banco de España que debía impedir que sucediera lo que sucedido? ¿Quién nombró al presidente de la Comisión Nacional del Mercado de Valores que debía vigilar todo este demencial proceso de salida a Bolsa y esta pesadilla en que se ha convertido su estancia en ella? Mientras Esperanza Aguirre y Camps no dicen nada. Se callan, olvidando que ellos influyeron, nombraron, consintieron y protegieron a los actores más directos de la trama. Los sindicatos igual, silencian su escandalosa colaboración en un asunto que huele a descontrol, apesta a chanchullo y no es más que una enorme chapuza, envuelta en un gran fiasco. Bueno, esta es la descripción bondadosa. Hay otra, pero como cae en el terreno del Derecho Penal, mejor se la dejamos a los fiscales. Si se deciden, seguro que no se aburren.


Por Ignacio Marco-Gardoqui


De verdad, no estoy indignado, estoy disgustado, asqueado y cabreado. Tuve un sargento chusquero (ex – legionario) en la mili con el que me llevaba a las mil maravillas que estaría dispuesto, no tengo ninguna duda,  a “pasarse a cuchillo” a toda esta gentuza, y yo puedo asegurarles que le seguiría.


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