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Es en épocas de crisis cuando más se “invierte” en juegos de azar, ruletas, quinielas, loterías etc, pero lo que es una realidad es que, todo lo que ustedes o yo podamos sacar de los juegos de azar en nuestras vidas, equivaldría a la cantidad que nos ahorraríamos si no cayésemos nunca en la tentación de hacernos (un poco más) ricos utilizando este “sistema de inversión”. Teniendo en cuenta esto, me atrevería a calificar el hecho de “jugar con dinero” como un acto irracional en vista de que es prácticamente imposible que obtengamos beneficios a largo plazo, debido fundamentalmente a que el beneficio sólo se lo asegura quien organiza el juego y desgraciadamente ni ustedes ni yo estamos en esa situación.

Esta afirmación define verazmente cual es, desde mi punto de vista, nuestra relación con el “vil metal”. Una relación que hace que, por mucha evolución científica y social, siga siendo rentable vender duros a peseta.

Quién no se acuerda de aquel desconocido que hace unos años abrió un establecimiento en el que se aseguraban “ inversiones de alta rentabilidad”. El desconocido en cuestión, alquiló amplias oficinas en los mejores edificios del centro de la ciudad, contó con los más exquisitos decoradores para acondicionar estos locales y contrató a una serie de empleados en calidad de figurantes.

A continuación cómo no, utilizando los primeros “dinerillos” que entraron en caja, el responsable del “chiringuito” tuvo que comprar piso, coche, yate y seguramente señora, para estar a la altura y ser imagen de lo que ofrecía a los demás, “son inversiones que atraen mas inversionistas” aclaraba a los que le preguntaban si no iba demasiado rápido. Todas estas imágenes unidas a las promesas de rentabilidades desconocidas y calculados gestos de generosidad hizo que el nombre de la empresa en cuestión y del “guru” en particular comenzará a correr de boca en boca haciendo que a los pocos meses empezaran a pasar por caja desde obreros con sus ahorros, jubilados con su hucha hasta empresarios ávidos por engordar su cuenta de resultados.

Esto me hizo pensar que todos somos iguales ante Dios, perdón, ante el dinero. El dinero suele poner a prueba nuestro sentido común y frecuentemente hace aflorar al “imbécil” que llevamos dentro.

A los pocos meses, se empezó a rumorear que aquellos fondos de inversión tan maravillosos no eran sino agujeros pero los inversionistas se negaron a admitirlo y tildaron las informaciones como intoxicación y envidia.

Todos sabemos como terminó la historia, la respuesta de los estafados no demostró ser muy original ya que arremetieron contra el estado por no haberles defendido de su propia credulidad.

Dicen que el dinero no tiene patria, ideología ni religión pero es que se podría añadir que el dinero es sordo, mudo y ciego como los monos místicos que se tapan los ojos, las orejas y la boca. Y precisamente son estos monos, los que gobiernan el mundo en que vivimos, y claro, así pasa lo que pasa.

Ah por cierto, en Montecarlo el único que gana en la ruleta es el Príncipe Alberto. Un tipo muy mono vestido con frac.

Salud y suerte en las inversiones, la vamos a necesitar.