Por... Steve Hanke
Cuando se trata de señalar a los presuntos culpables de nuestros actuales problemas económicos, la administración Obama ha recurrido a la retórica de la lucha de clases. ¿A quiíén sería mejor culpar que a los sospechosos de siempre: los banqueros, los empresarios, los especuladores y, por supuesto, los “ricosâ€?
Los extranjeros tambiíén son un blanco favorito. China ha desplazado a Japón como objeto de las sospechas. Desde principios de la díécada de 1970 hasta 1995, Japón era el enemigo. Los mercantilistas en Washington, D.C. afirmaban que las prácticas comerciales desleales japonesas estaban detrás del creciente díéficit comercial bilateral entre EE.UU. y Japón y que estos díéficit eran la fuente de muchos problemas en la economía estadounidense.
Para corregir el supuesto problema, EE.UU. exigió que Japón adoptara una política de un yen en continua apreciación. Los japoneses obedecieron y el yen se apreció frente al dólar, de Â¥360 en 1971 a Â¥80 en 1995. Sin embargo, esto no eliminó el díéficit comercial de EE.UU. con Japón. De hecho, la contribución de Japón al díéficit comercial estadounidense alcanzó casi el 60% en 1991. Y, como si eso no fuera suficiente, la apreciación del yen contribuyó a sumir a la economía japonesa en un atolladero deflacionario.
Hoy, EE.UU. le echa la culpa a China. ¿Por quíé no? Despuíés de todo, la contribución de China al díéficit comercial estadounidense ha aumentado a casi el 45%, alcanzando magnitudes registradas por Japón a principios de la díécada de los noventa.
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