Por… Rudolf Hommes
Un filósofo dijo alguna vez que solamente sabía que no sabía nada. Algo parecido se puede responder ahora respecto a lo que está ocurriendo con la economía mundial o con la colombiana, aunque en este último caso la entropía es menor. Es alentador que ya China parece haberse recuperado. El Economist reporta que en el segundo trimestre, el crecimiento de la economía china fue equivalente a un crecimiento anual de 16.5 por ciento, con lo que consolida una vertiginosa recuperación. La inversión fija creció 35 por ciento en el año que terminó en junio de 2009, las ventas de automóviles se incrementaron en un 45 por ciento en ese mismo período y las de vivienda en un 80 por ciento. Este auge, al que principian a sumarse otros países asiáticos, ha causado que los precios de algunos productos básicos, principalmente mentales como el cobre o el acero, se hayan recuperado. China y otros países asiáticos han aprovechado los precios bajos para acumular inventarios y han estimulado un alza de precios de los metales. Esto ha inducido, a su vez, un escalamiento de los precios de las acciones de las empresas productoras de metales, y ha contribuido a la recuperación de precios de bolsa.
Pero al mismo tiempo, los países industrializados de Occidente y el Japón siguen empantanados. La economía de Estados Unidos cumplió este junio cuatro trimestres con crecimiento negativo. El efecto de esta recesión sobre el desempleo es más que proporcional. Las cifras de desempleo no permiten concluir que se está tocando fondo. Una buena notica ha sido que Goldman Sachs haya repagado su deuda con el gobierno de Estados Unidos y esté de vuelta. Pero parece un caso aislado. El CITI y el Bank of America siguen mal y esta semana Morgan Stanley y Wells Fargo reconocieron pérdidas muy grandes en sus inversiones. Se habla de que no todos los cadáveres han salido del closet y persiste la desconfianza frente a los bancos. Esto es particularmente inquietante en el caso de los bancos europeos, algunos de los cuales son demasiado grandes para que puedan ser rescatados por los bancos centrales de sus países de origen.
En Colombia, comparativamente enfrentamos una perspectiva económica menos incierta, y hay un optimismo suspendido, un pensar con el deseo, que lleva a que con cada pequeña señal se crea que ya tocamos fondo. La última buena noticia fue un pequeño aumento del consumo. Pero las cifras de producción siguen saliendo malas y no se identifica quién o qué está actuando proactivamente a favor de una recuperación. La producción agropecuaria está prácticamente estancada, el sector manufacturero continúa con tasas de decrecimiento anual de su valor agregado superiores al 7 por ciento. Aunque la construcción de obras civiles sí ha crecido robustamente, la de edificaciones y vivienda ha decrecido más. El crecimiento del sector comercio y el del transporte son negativos. Si no fuera por el sector minero, principalmente petróleo, carbón y minerales metálicos y por el sector financiero, la caída sería en grande. Como estos dos sectores, el de minas y el financiero siguen creciendo vigorosamente, el crecimiento agregado de la economía sigue apuntando hacia una pequeña caída. Súmenle a esto la tendencia a un mayor desempleo, la revaluación del peso, la decisión del Banco de la República de no continuar estimulando la economía vía tasas de interés, el mal estado del comercio con los vecinos, la reforma tributaria y el ambiente actual de total incertidumbre política. No hay elementos para predecir, menos para ser optimistas sobre el futuro próximo…
Suerte en sus inversiones…