Colaboración enviada por el amigo Vidivi.
Oscar Terol
Desconozco las interpretaciones de los expertos en numerología y las conclusiones a las que habrán llegado Madona y sus compañeros cabalistas, pero seguro que algo está pasando últimamente con el número 400. Bien mirado, incluso, es un número tontorrón, está ahí, entre Pinto y Valdemoro; no tiene el glamour de un 500, con su sonoridad y sus connotaciones históricas: “quinto centenario”; y como cilindrada, todavía no tiene prueba en las carreras de motos. A pesar de ello, últimamente, los cuatro cientos se han puesto de moda.
El numerito en cuestión empezó a abrirse hueco con aquella serie de ciencia ficción “los 4.400”, que trataba la historia de unos cuantos abducidos que regresan a la tierra. La serie tuvo mucho éxito, primero en Estados Unidos, su país de origen, y después en medio mundo, nosotros incluidos. Es curioso, porque no les costaba nada haber abducido a 600 más y haber redondeado el título. “los 5.000”, pero por algún motivo decidieron apostar por el dichoso 400.
Sí, va usted más rápido que yo, ya sé en lo que está pensando: en los 400 euros de Zapatero, estaba claro que teníamos que llegar ahí. No estoy diciendo con esto que el señor presidente sea un abducido como los de la serie, que lo parezca en ocasiones, es otro cantar, pero no creo que haya pasado por platillo volante alguno, yo por lo menos no le he echado en falta ni un solo día; con alguno de sus ministros, me callo.
Y ahora, curiosamente, la Agencia Española del Medicamento va a realizar pruebas clínicas de la vacuna contra la gripe A en un puñado de niños. ¿Adivinan cuantos niños componen ese puñado de cobayitas? Efectivamente, a estas alturas del artículo la respuesta está servida: 400 angelitos, ni uno más ni uno menos.
Usted, si es de los incrédulos, pensará que estamos ante una simple casualidad, y que conste que le respeto en sus no creencias, pero para mí que alguna señal nos están enviando. ¿Quién? Vaya usted a saber.
Pasen buen día.