Por… Beatriz de Majo
Cuando en noviembre los precios de las viviendas chinas de las ciudades medianas reportaron un crecimiento de 5,7%, sobre el mes anterior -el mayor brinco porcentual de los últimos 16 meses- las autoridades del país dieron un respingo. Los chinos, que culturalmente se inclinan por los justos medios y no por los extremos, vieron en ello una luz roja. Mientras en la mayor parte de los países del mundo las ventas de viviendas continúan aletargadas, en China, el rebote ha sido frenético de 2008 a esta parte. Entre enero y noviembre, la venta de propiedades allí se había catapultado un 53% por encima del mismo periodo de 2008.
Claro, el sector promotor de la construcción había sido estimulado activamente por las autoridades desde que resultó obvio que las exportaciones chinas serían penalizadas por la baja demanda en Europa y Estados Unidos. Y, además, Beijing introdujo políticas para impulsar la demanda, particularmente en la clase media baja.
Todo ello ha sido monitoreado de cerca por el gobierno y se sabe que la política de incentivos será revisada a inicios del 2010, o incluso cancelada en el primer semestre, si la escalada de los precios inmobiliarios comienza a provocar una aceleración acentuada de la inflación o pone trabas a la meta de crecimiento del PIB de la nación.
De ser así, se comprometerían las medidas de impulso para los particulares que hace más de un año revistieron la forma de menores cargas impositivas, cuotas iniciales más cómodas y bajas tasas de interés para el financiamiento de las compras de las primeras viviendas. Los constructores, de su lado, están preparándose para poner sus barbas en remojo si se llega a concretar una marcha atrás en las facilidades que les fueron otorgadas desde inicios del 2008, igualmente para hacer despertar al sector.
El Consejo de Estado modificó, en aquel entonces, el requerimiento obligatorio de capital establecido para proyectos inmobiliarios que ascendía a 35% del costo total de la obra, recortándolo a apenas 20%, lo que provocó una dinamización sin precedentes de las construcciones en 70 de las más importantes ciudades del país chino.
Durante poco más de un año a estos estímulos se sumó la inmensa masa de circulante inyectada en la economía por los planes de recuperación estatales, lo que comenzó a empujar la demanda inmobiliaria, creando una peligrosa situación que, de no ser controlada, puede convertirse en un dolor de cabeza para las autoridades. Algunos bancos aseguran que en ciudades como Shanghai, Beijing y Shenzen, los inmuebles ya exhiben precios sobrevaluados en un 17% y, hasta un 25%, en ciudades del interior.
Las alarmas han sonado al interior del gobierno. Si bien la capacidad de compra de los trabajadores chinos se ha incrementado, la especulación también ha tocado a su puerta. La construcción ha aportado al país parte de la dosis de dinamismo requerida para enfrentar el embate de la crisis internacional. Pero una especulación desatada pudiera dar al traste con todo el esfuerzo de proteger a China de las turbulencias internacionales y pudiera replicar la burbuja inmobiliaria que dejó sin aliento a la economía americana.
Suerte en sus inversiones…