Por Francisco Escarti.
El sistema productivo español está enfermo. La era dorada del sector inmobiliario y el turismo llegó a su fin y con ella se tambalea el propio músculo económico del país. Según los expertos consultados por Estrategias de Inversión las alternativas se presentan confusas debido a la falta de sectores que puedan asumir la responsabilidad de tirar de la economía española. Con este panorama España se enfrenta a lo que debería ser un renacer de un sistema productivo deprimido por completo, en el que los pequeños empresarios deberán adquirir mayor protagonismo, pero llevará tiempo.En el primer trimestre de 2008 la economía española comenzó a mostrar los primeros síntomas de un resfriado que ha llegado a dañar el mismísimo pulmón económico del país. El sector inmobiliario empezó a mostrar síntomas de inoperancia después del boom que comenzó allá a mediados de la década de los 90. El crecimiento perdía fuelle y el país empezaba a afrontar una clara desaceleración.
España tardó casi 10 años en absorber una tasa de paro que a mediados de los 90 se situaba en valores cercanos al 24%. El turismo y el sector inmobiliario sirvieron de balón de oxígeno para la economía, pero en menos de 2 años la herida se abría con la misma fuerza y ahora se adivina “un panorama poco esperanzador, a menos a corto plazo”, según Miguel Ángel Bernal, profesor de la fundación de Estudios Financieros.
Lo que comenzó como un frenazo se convirtió en una parada en seco, en una marcha atrás, en una sangría de paro y déficit, muchas son las analogías que se han escrito para describir la realidad subyacente: el sistema productivo español había quebrado, los cimientos del sector inmobiliario se tambalearon y no aguantaron el envite de la mayor crisis financiera desde el crack del 29. En este sentido Sara Pérez Frutos, directora de Dracon Partners asegura que “el problema del sistema español es la falta de solidez y diversificación.”
En ese corto espacio de tiempo los españoles asistieron atónitos a cómo la máquina, que creían equilibrada en el último decenio, hacía aguas por todas partes; pasamos del 1.927.600 parados, el 8.6 por ciento de la población a finales de 2007, a los más de 4.100.000, lo que representa el 18 por ciento de nuestra población activa en 2010, según los últimos datos publicados por el INE.
En este marco España observa, aún desde la barrera, como la recuperación económica comienza tímidamente en el núcleo fuerte de Europa, con la eterna Alemania a la cabeza. En un país donde la industria no ocupa un lugar preferente en la economía, muchas son las dudas que planean sobre nuestra capacidad de reacción, pero sin duda el paro es el elemento más preocupante. Con el sector inmobiliario completamente deprimido, España se desangra.
Si bien es cierto que el presidente del gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero sacaba pecho y denominaba el año 2006 como “el más brillante”, algunas voces trataban de desinflar el globo de la euforia y hacían un análisis más crítico de la situación; no estaban mal encaminadas las palabras del entonces responsable comunitario de Asuntos Económicos, Joaquín Almunia quien advertía de la necesidad de “establecer mecanismos de cambio profundo en el sistema productivo español”.
Es evidente que España debe reconsiderar su manera de afrontar el futuro pero lo importante de un primer paso no es la distancia, es la dirección y es aquí donde se plantean las grandes incógnitas para este país, ¿hacia que sectores debería diversificar España su sistema productivo?, ¿qué sectores van a drenar la herida del paro? Y lo que quizá plantee mayor problema: ¿que margen de maniobra tiene un gobierno cuando es el corazón de la economía lo que falla?
En primer lugar “el mercado laboral español necesita una revisión a fondo” según Álvaro Blasco, director de Atlas Capital. Para Sara Pérez Frutos el mercado de trabajo español es poco flexible. Además Pérez Frutos añade que “también se trata de un problema cultural y de movilidad, “a gente que vive en Madrid le ofreces un trabajo en Toledo y posiblemente no lo acepte, eso es impensable en otras zonas de Europa.”
Por otro lado, según Miguel Ángel Bernal, España presenta grandes deficiencias en tres aspectos que afectan de manera directa al sistema productivo: educación, idiomas y nuevas tecnologías. Que la formación profesional es una asignatura pendiente no es ninguna novedad, pero es ahora cuando le vemos las orejas al lobo ya que casi el 25% del paro actual está falto de formación y eso “es esencial porque abre puertas” –asegura Pérez- “va a ser muy difícil recolocar a todos esos parados”, finaliza.
Otro punto importante serán las decisiones que tomen los círculos políticos de cara a los próximos 10 años, tiempo que según Bernal será necesario para la normalización de las cifras de paro. No es este un país de grandes industrias por lo que parece que a medio-largo plazo no va a ser este el sector encargado de drenar la herida. Para Pérez Frutos “las renovables y de infraestructuras serán las empresas con mayor proyección” y coincide con Bernal en que “todas las medidas que fomenten y ayuden a los emprendedores a crear nuevas empresas, pequeñas y medianas, serán necesarias para la corrección en la tasa de desempleados.” Sin embargo para Álvaro Blasco el sector de las renovables “aunque ahora esté de moda presentan un techo claro en cuanto a expectativas de carrera profesional.”
El turismo no presenta tampoco sus mejores cifras, “llegando a representar el 15% del PIB nacional, se coloca ahora en el 10%” asegura Bernal, lastrado como no por la sempiterna influencia del sector del inmueble, “que no se normalizará hasta dentro de cuatro o cinco años, aunque no volverá a las cifras anteriores”. Pérez Frutos es aún más gráfica: “el turismo de playa y alcohol no presenta ningún valor añadido, se puede hacer lo mismo en Croacia y mucho más barato.” Aunque en este apartado Álvaro Blasco se muestra medianamente optimista afirmando que “si los precios de la vivienda bajan lo suficiente es probable que los extranjeros vengan y compren aquí.”
Como conclusión, los expertos consultados coinciden en que no importa el signo de los partidos que gobiernen en los próximos años ya que el problema va más allá de una tendencia política, es un problema estructural e intrínseco al modelo económico que nos hizo crecer en otro tiempo y que ahora de manera inevitable se resquebraja.