Por… Gerald O’Driscoll
El libre mercado depende de la honestidad. Los precios deben reflejar las valoraciones de los consumidores; las tasas de interés deben ser guías confiables para los empresarios que están asignando capital a través del tiempo; y las cuentas de una empresa deben reflejar el verdadero valor del negocio. En lugar de decir la verdad, nos estamos convirtiendo en una economía de mentirosos. La causa es evidente: el capitalismo de compadres.
La idea de que multiplicar reglas y estatutos puede proteger a consumidores e inversionistas es seguramente uno de los grandes fracasos intelectuales del siglo XX.
Los comités del Congreso con la tarea de supervisar las industrias se dejan llevar por el atractivo de las contribuciones a sus campañas, por los pedidos de los lobbies de las industrias y el canto de sirena de expertos cuya fuente de ingreso se debe a la industria. Los intereses de la industria y del gobierno se mezclan y es la regulación la que une a esos intereses. La industria triunfa al llevarse bien con los políticos y reguladores y viceversa a través de una íntima relación.
Si queremos restaurar nuestra libertad económica y recuperar al sorprendentemente productivo libre mercado, debemos restaurar la honestidad en los mercados. Aquello significa ponerle fin a los subsidios que distorsionan los precios, lo cual incluye a tasas de interés artificialmente bajas. Nadie admite que prefiere el capitalismo de compadres, pero un Estado regulador oneroso es la base de éste en la práctica.
Suerte en sus inversiones…