Por… Beatriz De Majo
Un polémico artículo con la rúbrica del ex director de la Revista Foreign Policy , Moisés Naim, acaba de ser publicado en el diario español El País , medio en el cual es columnista regular el destacado intelectual venezolano. Sus reflexiones en el mencionado artículo “Alemania 0; China 1” sostienen que mientras la nación europea no ha sido capaz de dinamizar su propia economía ni las vecinas por escasez de visión global y una actitud en extremo confusa, prudente y lenta, la nación china, con su audacia y seguridad en la toma de decisiones heroicas, no solo ha provocado un redespegue de sus propias variables macroeconómicas sino que está contagiando al mundo con la dosis de ánimo necesaria para provocar el regreso planetario a la senda del crecimiento que la crisis del 2008 abortó. Los números que Naim maneja son elocuentes para demostrar la pujanza china, su habilidad en la generación de estímulos internos cuyos resultados, a la vez, están halando el carro de la dinámica mundial, y le sobra razón en aquello de que los chinos bajo la batuta de Hu han sido diestros en mantenerse como la locomotora de la economía, usando la palanca que le otorga el manejo de una sociedad de más de 1.300 millones de consumidores.
Pero ni es sano banalizar las grandes equivocaciones del gigante asiático -Naim menciona, someramente, la explotación de la mano de obra y la subvaluación de su moneda- ni mucho menos deleznar el desastroso rol que esa nación desempeña en materias muy erosivas de la condición humana, de los derechos de los individuos y de las empresas y, como si ello fuera poco, de la seguridad de las restantes naciones.
Vista en su conjunto -y ningún país puede ser juzgado a través del prisma único de lo que es plausible hacer en lo económico- la China de Hu no puede ser calificada de actor “serio, responsable y competente”.
Un solo reciente episodio, muy reseñado en la prensa mundial, ilustra las condiciones en que se imparte justicia en el régimen totalitario de Hu: el de Xue Feng, detenido desde noviembre de 2007 acusado de haber obtenido ilegalmente secretos de la industria petrolera.
La rueda de la justicia china obvió los lapsos y los procedimientos judiciales para terminar sentenciando al geólogo americano a 8 años de encarcelamiento después de haber sido golpeado, torturado y quemado con cigarrillos por sus custodios, 31 meses después de su captura. Y este no es más que uno de los miles de casos que reciben tratamientos similares cuando el Ministerio Público se hace cargo de imputaciones que maneja a su guisa y en franca violación de los derechos de los administrados. Estadísticas publicadas la semana pasada por The Economist señalan que 99% de todas las acusaciones delictivas emprendidas por el Estado entre 1997 y 2006 resultaron en condenas de los acusados.
Llevar inteligentemente la batuta de la economía mundial debe ser una virtud digna de reconocimiento y encomio, y ese es el caso de China. Pero igualmente relevante que la coherencia, el foco y el empeño que un gobierno le imprime a su desarrollo, son las restantes variables, particularmente el imperio de la ley, que al fin es lo que hace la diferencia entre una nación próspera y una válida.
Suerte en sus inversiones…