Por… Beatriz De Majo C.
Las ancestrales tensiones regionales entre los dos grandes titanes del Pacífico, China y Japón, parecen esfumadas o, al menos, pospuestas de cara a la necesidad de organizar un rescate humano y económico del país nipón en el más corto plazo. Las dos potencias de Asia han estado trabajando, mano a mano, desde las primeras horas de la tragedia del terremoto, y posterior tsunami, en la búsqueda de fórmulas conjuntas de alivio para las poblaciones devastadas por las aguas. Así lo reseñó la propia prensa china, reconociendo que la asistencia humanitaria entre quienes han sido por décadas rivales enfrentados es toda una novedad.
Está fresco aún en el recuerdo de estos actores los tensos momentos que se vivieron entre China, Japón y EE.UU. con motivo de los ejercicios militares coreanos y americanos en aguas cercanas a las fronteras chinas y los rapapolvos entre China y Japón sobre la ubicación exacta de esas fronteras.
Desde lejos en la historia y de una manera recurrente se han insertado episodios de desentendimiento entre la tierra del Sol Naciente y la nación del Centro, que han cavado un surco de separación entre ellas. Las reticencias se han instalado, a pesar de que a esta fecha el comercio entre las dos naciones alcanza cifras astronómicas: 300 millardos de dólares, el año pasado.
Los primeros en presentarse después del tsunami en un avión fletado con un equipo de rescatistas avezados para encabezar las operaciones de búsqueda de supervivientes en Ofumato fueron 16 experimentados chinos. Pocas horas después de los eventos naturales, el Ministro de la Defensa china tomó la decisión de enviar a la costa japonesa al navío hospital Peace Ark , una joya flotante de 10.000 toneladas, equipada con 428 tripulantes entrenados en las tareas médicas para aportar su parte de colaboración a las primeras tareas de rescate de víctimas japonesas.
Más diciente aún es que los chinos han pasado por encima de sus propias rigideces militares, al tomar la decisión de sumar sus equipos a los de los americanos para prestar su asistencia y capacidad de maniobra a las fuerzas de rescate chinas que han estado desbordadas por la complejidad de los acontecimientos.
El corolario es que estos desgraciados episodios de devastación ocasionados por la naturaleza y en los que no hay artífices humanos a quienes responsabilizar, son capaces de gestar solidaridades inusitadas. Los gestos proactivos de cooperación de China ” vis à vis” de Japón han sido ejemplarizantes. Las causas eficientes de distanciamiento de las dos naciones no han desaparecido y seguirán estando presentes una vez que las aguas vuelvan a su curso, ya que las heridas de la historia son difíciles de restañar. Pero los gestos humanitarios generados en medio del apocalipsis dejan un profundo surco en el ánimo de los actores de ambos lados. Y es así como, más adelante, hay que creer que no será necesaria otra tragedia humana de grandes proporciones para aliviar las diferencias y para que la cooperación constructiva y pacífica, que buena falta hace entre Japón y China, se pueda tornar realidad.
El equilibrio de Asia pende de la capacidad de que los líderes de China y de Japón se entiendan y armen un estratégico esquema de cooperación.
El doloroso trance japonés de estos días puede constituirse en el primer episodio de una nueva forma de relacionarse entre gigantes en esa región del mundo.
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