Por… Alan Reynold
El presidente Obama y otros están demandando que elevemos los impuestos sobre “los ricos” y dos recientes estudios académicos que han acaparado mucha atención dicen mostrar que no habrá efectos perjudiciales si lo hacemos.
El primer estudio, de Peter Diamond de MIT y Emmanuel Saez de la Universidad de California en Berkeley, aparecieron en el Journal of Economic Perspectives en agosto del año pasado. El segundo, del Sr. Saez junto con Thomas Piketty de la Escuela de Economía de París y Stefanie Stantcheva de MIT, fue publicado por el National Bureau of Economic Research tres meses después. Ambos sugieren que los ingresos fiscales del gobierno federal no disminuirían si la tasa sobre el 1% de contribuyentes con ingresos más altos fuese elevada a 73%-83%.
¿Puede la cima de la Curva de Laffer —la cual muestra la tasa que maximiza el ingreso no es la tasa más alta posible— en realidad ser así de alta?
Los autores llegan a sus conclusiones mediante un cálculo inusual de la “elasticidad” (reacción) del ingreso imponible a los cambios en las tasas marginales de impuestos. De acuerdo a la fórmula diseñada por el Sr. Saez, si la elasticidad es de 1,0, la tasa tributaria más alta que aumentaría el ingreso sería de 40% incluyendo los impuestos de los estados y de Medicare. Esto significa que la elasticidad del ingreso imponible (ETI por sus siglas en inglés) sería de un increíblemente bajo 0,2 a 0,25 si las tasas tributarias más altas fuesen de 73%-83% para el 1% con ingresos más altos. Los autores de ambos estudios llegan a esta conclusión con argumentos estadísticos creativos, aunque totalmente inconvincentes.
Gran parte de los cálculos anteriores de elasticidad son para todos los contribuyentes, sin importar su ingreso. Es así que una evaluación reciente de 30 estudios por parte del Departamento de Finanzas de Canadá descubrió que “El cálculo de la ETI en la literatura empírica internacional es de alrededor de 0,40”.
Pero la ETI para todos los contribuyentes será más baja que para los que tienen ingresos más altos, simplemente porque las personas con ingresos e impuestos modestos no están dispuestas o son capaces de variar su ingreso demasiado como respuesta a pequeños cambios tributarios. Así que la verdadera pregunta radica en la ETI del 1% más rico.
Raj Chetty de Harvard observó en 2009 que “La literatura empírica acerca de la elasticidad del ingreso imponible generalmente ha descubierto que las elasticidades son grandes (0,5 a 1,5) para individuos en el percentil más alto de la distribución de ingreso”. Ese mismo año, el economista Bradley Heim del Departamento de la Tesorería de EE.UU. estimó que la ETI es 1,2 para ingresos sobre $500.000 (el 1% más rico hoy empieza alrededor de los $350.000).
Un estudio de 2010 por Anthony Atkinson (Oxford) y Andrew Leigh (Universidad Nacional Australiana) acerca de los cambios en las tasas tributarias sobre el 1% más rico en cinco países anglosajones resultó con una ETI de 1,2 a 1,6. En un libro de 2000 editado por el economista Joel Slemrod de la Universidad de Michigan (Does Atlas Shrug?), Robert A. Moffitt (Johns Hopkins) y Mark Wilhelm (Indiana) calcularon una elasticidad de 1,76 a 1,99 para el ingreso bruto. Y dentro de los cálculos más bajos, el Sr. Saez en 2004 estimó una elasticidad de 0,62 para el ingreso bruto del 1% más rico.
Un punto medio entre los cálculos sería una elasticidad del ingreso bruto de 1,3 para el 1% más rico y, presumiblemente, una elasticidad todavía más alta para el ingreso imponible (dado que los contribuyentes pueden declarar deducciones mayores si las tasas tributarias aumentan).
Pero sigamos con una ETI de 1,3 para el 1% más rico. Esto implica que la tasa tributaria más alta que maximizaría el ingreso sería de 33,9% para todos los impuestos, y por debajo de 27% para el impuesto federal sobre el ingreso.
Para evitar llegar a esa conclusión, el estudio de 2011 de los señores Diamond y Saez ignora todos los estudios de elasticidad del 1% más rico y en cambio elige un punto medio de 0,25 entre un cálculo singularmente bajo de 0,12 para el ingreso bruto de todos los contribuyentes (tomado de un estudio de 2004 del Sr. Saez y Jonathan Gruber de MIT) y la norma de 0,40 de ETI de otros 30 estudios.
Ese cálculo inventado de 0,25 es el único fundamento detrás de la afirmación de los señores Diamond y Saez en su estudio de 2011 acerca de que las tasas tributarias podían llegar a 73% sin perder ingresos.
El estudio Saez-Piketty-Stantcheva no confunde un cálculo bajo para todos los contribuyentes con una estimación intermedia para el 1% más rico. Al contrario, los autores dicen que “la elasticidad total a largo plazo de los ingresos más altos con respecto a la tasa tributaria neta es grande”.
Aún así, para recortar esta “gran” elasticidad, los autores empiezan combinando EE.UU. con otras 17 economías afluentes, diciéndonos que los cálculos de elasticidad para los ingresos más altos son más bajos para Europa y Japón. La mezcla resultante —una “elasticidad general de alrededor de 0,5 para 18 países— tiene cero relevancia para la política tributaria de EE.UU.
Todavía, esta es dos veces más grande que la ETI de los señores Diamond y Saez, así que los tres autores confabularon para recortar todavía más su cálculo de 0,5 a 0,2 para poder predecir una tasa tributaria máxima “socialmente óptima” de 83%. Utilizando “ciertamente que solo evidencia sugestiva”, ellos aseveran que solamente 0,2 de su cálculo de una ETI de 0,5 puede ser atribuida a verdaderas reacciones por el lado de la oferta a los cambios en las tasas tributarias.
Los otros tres quintos de la ETI simplemente pueden ser ignorados, de acuerdo a los señores Saez y Piketty y a la señora Stantcheva, porque son el resultado de, entre otros factores, lagunas en el código tributario que son fácilmente introducidas y resultan de tasas más bajas sobre las corporaciones y las ganancias de capitales.
Introduciendo estas llamadas lagunas, ellos dicen, requiere “alinear las tasas tributarias sobre las ganancias de capitales realizadas con aquellas sobre el ingreso ordinario” y establecer “neutralidad en las tasas tributarias efectivas a lo largo de las formas organizacionales”. En lenguaje común: Las tasas tributarias sobre las ganancias de las corporaciones, los dividendos y las ganancias de capitales en EE.UU. también deben ser de 83%.
Esto genera otra pregunta: A ese nivel, ¿habrían utilidades, ganancias de capital o ingresos altos que todavía se puedan tributar?
“La tasa tributaria más alta óptima”, dicen los tres autores, “de hecho llega a 100% si la elasticidad real del lado de la oferta es muy pequeña”. Si alguien todavía se imagina que las tasas tributarias “socialmente óptimas” propuestas de 73%-83% sobre el 1% más rico recaudaría más ingresos y no tendría efecto sobre el crecimiento económico, ¿qué pasaría con una tasa tributaria de 100%?